Semana Santa en Pastrana

viernes, 17 abril 1992 0 Por Herrera Casado

 

Aunque dentro de nuestra provincia existen interesantes formas de celebrar la Semana Santa en la que ahora nos encontramos plenamente inmersos, y algunas de ellas son las procesiones recogidas y solemnes de la capital, la Pasión Viviente de Fuentelencina, o los tradicionales desfiles de Sigüenza, existen otros lugares donde toda la emoción de estos días parece concentrarse en los estrechos límites de sus íntimas callejas, y por ellas se adensa y se acrisola la memoria de la Pasión de Cristo, que se desmenuza en oraciones, en cánticos, en luminarias coloristas y en penumbras no dichas. Ese lugar es Pastrana, en la Alcarria Baja, un enclave de maravilla donde esta Semana Santa merece verse con la quietud y el silencio de sus nocturnas procesiones.

La Semana Santa de Pastrana es, sin duda, una de celebraciones sacras castellanas de mayor pureza y raigambre, todavía poco conocidas del gran público, pero realmente llenas de emotividad y elementos que la confiere el tono propio de estos ritos en Castilla. Es, sin duda, uno de los objetivos a cumplir por quien quiere vivir, de verdad, unas horas de recogimiento y hondura.

De las diversas ceremonias que se desarrollan en Pastrana durante esta Semana en que se conmemora la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, destacan la del Jueves Santo, con sermón, adoración del monumento al Santísimo Sacramento y procesión con los pasos de Cristo en la Flagelación, el Cristo de los Milagros y Jesús Nazareno. En la madrugada del Viernes Santo tiene lugar una emotiva sesión con toque de trompeta a las 3 horas, Sermón de la Pasión en la Colegiata, y procesión hasta la ermita del cerro del Calvario, rezando el Vía Crucis. En esta noche del Viernes Santo sale la procesión del Santo Entierro y la Soledad, con desfile de los cofrades revestidos de túnicas moradas y capirotes blancos, iluminados tan sólo de cirios y antorchas, en medio de un impresionante silencio. Este espectáculo, a través de las retorcidas y cuestudas callejas de Pastrana, es realmente emotivo e inolvidable. Finalmente, el Domingo de Resurrección tendrá lugar la clásica y muy alcarreña Procesión del Encuentro, siendo llevada la imagen de Cristo Resucitado por los hombres, y de la Virgen María cubierta de vestiduras negras por las mujeres, juntándose ambas en la Plaza de la Hora, donde las imágenes se saludan y se unen, y entre cánticos emprenden el camino de la Colegiata, donde termina.

Para quien guste de encontrarse con el verdadero genio popular alcarreño, en Pastrana quedan todavía, a lo largo del año, otras celebraciones de gran fuerza e interés.

El Corpus Christi es otra de las clásicas celebraciones pastraneras, que con el paso de los años ha ido, por desgracia, perdiendo brillantez y fuerza. Antiguamente, se consideraba el día más solemne y brillante del año al jueves de Corpus. En él salía una magna procesión, con el Santísimo Sacramento depositado en el grandioso templete‑custodia de plata del siglo XVII, ese que se remata en un valiente grupo con el Pelícano Cristológico en plata maciza, y los sacerdotes, acólitos y acompañantes utilizaban los más lujosos elementos del vestuario y la orfebrería que posee la Colegiata. Los cuatro mayordomos del Corpus ataviados con sus clásicos atuendos alcarreños y cubiertos de su capa castellana, cuidaban de que todo discurriera en perfecto orden. En la procesión acompañaban al Santísimo la cruz parroquial gótica, los pendones de las diversas cofradías, las congregaciones religiosas de la localidad, autoridades, mujeres revestidas de mantilla, niños de Primera Comunión, etc. Hasta la Guerra Civil, era costumbre sacar toda la colección de tapices de la Colegiata (que eran muchos más de los que hoy existen) y se cubrían con ellos buena parte de los edificios de la calle mayor. El efecto de la ceremonia y procesión, en ambiente tal, debía ser realmente extraordinario. No nos cuesta trabajo imaginarlo… Un Toledo en pequeño parecía esta Pastrana que, todavía hoy, sigue siendo un lugar ideal para encontrarse con el pasado.

Viajar a Pastrana, llegar hasta su monumental y única Plaza de la Hora, y allí entregarse al placer impagable de andar sus calles, de extasiarse con la belleza no dicha de sus casonas, de sus conventos, de sus mil recovecos urbanos siempre dispuestos a la aparición y el recuerdo. Es una posibilidad a tener en cuenta para estos días de descanso y posibles viajes.