Pastrana espera su despegue turístico. El Convento de San Pedro será Hospedería de Turismo

viernes, 20 marzo 1992 0 Por Herrera Casado

 

Uno de los lugares más interesantes y definitorios del espíritu de Pastrana, es el convento (hoy franciscano) de San Pedro, formado por un denso grupo de edificios, y situado sobre un altozano rocoso que vigila el espléndido valle del río Arlés, en su confluencia con el arroyo que entre huertas baja desde la villa pastranera. Puede decirse de este lugar que es uno de los más señalados lugares de la reforma carmelitana, y durante los siglos modernos, concretamente del XVI al XVIII, tuvo suma importancia por albergar en sus muros al generalato de la Orden. Por él pasaron las máximas figuras de este movimiento espiritual, y su historia inicial está íntimamente ligada a las más puras esencias del pensamiento de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.

En este lugar se está procediendo, por parte de la Consejería de Industria y Turismo de la Junta de Comunidades de Castilla‑La Mancha, a una serie de obras que conllevarán su transformación, (en buena parte del conjunto) en Hospedería de Turismo. Las obras, sin embargo, se están llevando a un ritmo lentísimo, que se hace desesperante no sólo para los habitantes de Pastrana, sino para todos cuantos estamos convencidos del porvenir turístico que tiene esta villa alcarreña, y que sabemos la gran necesidad que tiene de contar, ya, con esta instalación en uso.

Conviene recordar antes que nada las páginas que nos hablan de la historia y los hechos que acaecieron entre los muros de esta venerable institución.

Nació este monasterio en 1569, cuando Santa Teresa de Jesús viajó a Pastrana, al llamado de los duques de Silva y Mendoza, para fundar convento de monjas. Dice ella misma que por el camino se con dos italianos, Ambrosio Mariano y Juan Nardush [Juan de la Miseria] que buscaban instalarse como eremitas, pero que abrazaron la reforma carmelitana que planteaba la santa de Ávila. En los días del verano de 1569 se decidió la fundación de este cenobio, que en principio fue muy pobre, hecho tan sólo con pequeñas cabañas y un humilde templo, que además se incendió pocos años después, pero que siempre renació a más, y llegó en poco tiempo, ya a comienzos del siglo XVII, a ser un gran monasterio con iglesia de perfecta traza, y enorme edificio en el que desde entonces se albergó un muy nutrido grupo de frailes carmelitas, entre los que se contaron siempre las figuras más relevantes de la Orden, del que salieron misioneros carmelitas para Afrecha, América y Asia, y en el que se reunió muchas veces el Capítulo General del Carmelo. En 1836 hubo de ser evacuado por sus ocupantes, a tenor de las disposiciones desamortizadoras del ministro Mendizábal, siendo finalmente ocupado por los PP. Franciscanos, que aún hoy lo regentan.

El visitante encontrará interesantes elementos arquitectónicos y artísticos en este Convento de San Pedro. Ya el lugar en que asienta es de una gran belleza. Parece el contrapunto místico y solitario al bullicio urbano de Pastrana, vigilante en lo alto de la cuesta. El núcleo principal del monumento lo constituye el edificio conventual, severa masa construida con recios muros de sillarejo e hiladas de ladrillo. Múltiples ventanas alineadas le sirven de animación, y en su interior, además de los múltiples corredores, salones y celdas, se encuentran algunos minúsculos patios ó claustros de pequeñas dimensiones y ruda estética. Adjunta al convento está la iglesia. Se trata de un extraordinario edificio de estilo carmelitano, construido en los años finales del siglo XVI (1597‑1600), y trazada por el arquitecto de la Orden fray Juan de Jesús María, a la sazón prior de esta casa, con el diseño de su portada típicamente carmelita, debida muy probablemente al famoso arquitecto fray Alberto de la Madre de Dios, quien aquí, en este Convento de San Pedro de Pastrana, vivió sus últimos años, murió y fue enterrado en 1635. Esta fachada, que se concluyó hacia 1625, presenta tres cuerpos, siendo el inferior de piedra sillar, mostrando tres ingresos de arco de medio punto, rematando en hornacina vacía que se incluye en el segundo cuerpo, de aparejo de ladrillo y sillarejo, en el que luce gran ventanal para iluminar el coro, y dos escudos de la Orden, tallados en piedra. Es esta fachada quizás la primera que ofrece la disposición que luego será clásica en el estilo carmelitano hispano, con un pórtico ó lonja a los pies del templo, al que se pasa a través de tres arcos. El interior es de una sola nave, con tres tramos separados por pilastras de orden toscano y arcos de medio punto, cubiertas de bóvedas de cañón con lunetos, y un crucero poco acentuado en el que surge una gran cúpula hemisférica rebajada, sobre pechinas. En el muro de la epístola aparecen entre las pilastras espacios en hueco que albergan retablos, mientras que en el lado del evangelio se abren capillas de menor altura que la nave, pero con bóvedas semiesféricas. Están dedicadas a Santa Teresa, el Santo Sepulcro, San Elías y al Santo Cristo de la Misericordia. Sobre el pórtico ó nartex de la fachada se alza el coro alto.

El presbiterio se cubre de un gran altar de estilo barroco rococó, obra del siglo XVIII, con diversas imágenes de santos carmelitas y franciscanos, entre ellos San Pascual, San Diego, Santa Teresa y San Benito de Palermo, San José, rematando con una pintura en la que aparece San Pedro mirando cantar al gallo, y presidido por la talla de la Virgen del Carmen. Además de este gran retablo, por los muros del templo se distribuyen otros varios, y actualmente su nave alberga, alojada sobre paneles que en su día serán retirados, una gran colección de cuadros de temas carmelitanos que son propiedad de este convento franciscano y de la Colegiata de Pastrana, y que forman parte de lo que a continuación reseñaremos como Museo Carmelitano.

En la parte sur del convento, bajo las irregularidades de la roca tobiza en que se sustenta, puede verse la cueva de San Juan de la Cruz, donde dice la tradición que el fraile abulense, en su época de maestro de novicios en este convento carmelita de Pastrana, se retiraba algunas breves temporadas a meditar e incluso a escribir algunos de los que luego serían sus famosos versos místicos. Junto a aquellas oquedades aún se ve la zarza milagrosa que,  ‑ dicen que por milagro del fraile‑  no da espinas.

Un lugar este del Convento de San Pedro en Pastrana, que reúne todos los ingredientes, no sólo para visitarlo ya, y gozar de su capacidad evocadora y emocionante, sino para servir de acogimiento, como ya lo ha hecho en otras ocasiones, a las manifestaciones culturales de gran envergadura que Pastrana prepara para este año. Más en concreto, ese gran Congreso Internacional de Caminería Hispana que la Diputación Provincial y don Manuel Criado de Val coordinan con precisión y que hará a este entorno monumental ser durante unos días de comienzos de julio el centro mundial de los estudios y los estudiosos del tema caminero.