Tiempo de Botargas
El pasado sábado día 26 de enero, la plaza mayor y las calles todas de Robledillo de Mohernando eran una fiesta: la fiesta de las botargas, que se habían dado cita en ese lugar campiñero como inicio de una andadura que estos días, justo a partir de hoy y durante una semana más o menos, va a ser densa, colorista y sonora por muchos de nuestros pueblos de la Sierra y la Campiña. Ahora que San Blas, que Santa Águeda, que la Candelaria y algunos que otros celestiales patronos se erigen en unánimes señores del calendario y la celebración, las botargas hacen su aparición, —cencerros‑ y cachiporras en cinturas y en manos—y corren las calles y vuelan por las terreras echando rayos de luz o imprecaciones festivas, como gentecillas de un bién/mal que a todos nos toca.
Pero ese inicio del tiempo de botargas, repito, tuvo lugar el pasado sábado en Robledillo, en el discurso de una celebración que tuvo varios motores y que sonó bien hasta el último momento. De un lado, la Asociación «El Roble» de Robledillo de Mohernando, que preside Juan Francisco Palancar, y que se dio por entero al gran número de visitantes que acudieron a la cita. De otra, ese humánense entusiasta y certero en cuanto hace, dice y escribe que es Francisco Lozano Gamo, alma en buena medida del encuentro. Allí, en la plaza mayor de la villa de Robledillo, y desde primeros horas de la mañana, se congregaron gentes de todas latitudes, sociales y culturales: gentes sencillas de los pueblos comarcanos, estudiosos del folclore, políticos provinciales, pactas y gastrónomos, andarines y banqueros, cantautores y periodistas, en una mezcolanza digna de un retablo milagroso. Sobre todos Ellos, por supuesto, la luz y el ruido de las botargas, venidas de Beleña (Paulino Herrera Palancar, que ahora la viste, nos explicó con pelos y señales todo el rito de su celebración en aquel perdido y maravilloso enclave de junto al Sorbe), de Arbancón (el joven Alfredo Pinel, con la tallada máscara del Mere en la mano, también nos contó las carreras, las naranjadas y los saltos que por los soportales de su pueblo dará mañana mismo), de Peñalver(referida su secuencia emocionante y casi sagrada por quien durante muchos años fue su encarnadura fiel, don Feliciano Sánchez Brihuega, que llegó a Robledillo acompañado de su nieto Álvaro Sánchez, quien ahora se viste de colores y echa a volar por las ventanas peñalveras), de Montarrón (era Félix Mejía Sanjosé quien vestido de su «puntilloso» atavío nos contaba también el rito de su festejo, que ya se celebró hace días, por San Sebastián. Y los de Humanes, de Alarilla, con su careta de cuero, y otros muchos que por allí andaban y bailaban, incluidos el botarga infantil del propio Robledillo, que había tenido su fiesta mayor el pasado día 24, día de la Virgen de la Paz, acompañado de su corte de chicas cobijadas sus rubias melenas de pañolones de seda. Y toda la alegría del mundo.
Entre los espectadores y comensales de las «patatas con bacalao» (y la tortilla de escabeche de postre) que puso la Asociación «EI Roble», los etnólogos Sinforiano García Sanz, prohombre del propio Robledillo, querido de todos (porque lo merece) en su sazonada edad, y José Ramón López de los Mozos, cada vez más sereno en su saber de estas cosas. Estaban también Manuel Esteban, siempre atento, desde su Tamajón querido, a cuanto pase por la Serranía del Ocejón y sus vaguadas; José Antonio Suárez de Puga, observador silencioso de la incesante ocupación humana; Pedro Lavado Paradinas, que desde Madrid se vino a vivir de cerca esta explosión de magias querubínicas; Javier Borobia, que ronda siempre donde hay personas y personajes conjugados; José Antonio Alonso, mirando y repartiendo su generosa sonrisa; Lupe Sanz Bueno, tan conocedora de estas tradiciones serranas, porque en Uceda cumplió su rito iniciático; Miguel Ángel Moranchel, Fernando Chápuli, Romo, y mil más que quieren a Guadalajara y la buscan en cada rincón donde se expresa.
Para este cronista fue de una especial alegría el trozo de día que dedicó a ver, por vez primera (lo confiesa) el peliculón que en 1951 rodó Pío Caro con las indicaciones y el guión de su hermano Julio Caro Baroja sobre «Las Botargas» de Guadalajara, producido por NO&DO y aunque en blanco y negro, y proyectado a través de un video en un televisor puesto en alto y al fondo de una nave demasiado grande para este objetivo, quedó la mar de majo y apasionante: la visión de la fiesta hace cuarenta años, rodada sin ambición pero también sin engaño, era conmovedora y fué inolvidable.
Después se procedió a un coloquio sobre botargas y su significado, interpretado por los etnólogos citados (García Sanz, López de los Mozos y Lozano Gamo) que no llegó a aclarar nada sobre el verdadero origen de estas figuras festivas. Entre otras cosas porque es imposible decir la última palabra sobre el significado de estos elementos festivos que, muy antiguos (quizás) y muy paganos (a saber), son en cualquier caso la razón de unas bonitas fiestas que este próximo fin de semana en el que ya entramos tendrán lugar en muchos pueblos de nuestra provincia.
Para el curioso de estos temas, no le vendrá mal recordar que mañana sábado salen a la calle (y esperemos que haga bueno, y no se calen) en Retiendas, en Arbancón, en Aleas (y no en Beleña, que ahora se hace en Agosto, por aquello de que es cuando están todos los hijos del pueblo en el ídem), y el domingo día 3 en Albalate, en Almoguera y en Peñalver.
Será este tema una buena justificación para hacerse a La carretero, consultar el mapa, arribar a los pueblos, y conocer mejor su forma de ser y de expresarse. En este caso concreto de las botargas, y aunque en coda pueblo y cada festividad se manifiesta de un modo diferente, en común aparece su carácter juguetón, temido de niños y reído de mayores, revestido de un traje de franela o paño fuerte de múltiples colores, la cara tapada de una máscara enloquecida, las manos ocupadas de porras, naranjas y castañuelas, las espaldas y cintos llenas de cencerros y campanillas, y unas ganas incansables de correr, de golpear «a propios y extraños», de pedirles limosnas y voluntades, de saltar en silencio delante de la Virgen, de San Blas o de quien se lo pida generosamente. En fin, un día donde lo cotidiano se olvida y la magia del primitivismo prehistórico parece aflorar en cada plaza, en cada era, en cada rincón frío de los pueblos de nuestra provincia. Un buen momento, —mañana, el domingo para conocer esta costumbre milenaria, para recordarla y revivirla, para saber un poco más de nuestra tierra.