Camilo José Cela en Almonacid
De los cinco Premios Nobel que España ha dado a la literatura, el único que hoy queda vivo es Camilo José Cela Trulock (Padrón, 1916), vecino actualmente de la ciudad de Guadalajara. Esta misma ciudad, y muchos otros pueblos de nuestra geografía provincial, pueden contar anécdotas de don Camilo, y algunos le han dedicado calles y plazas (léase Peñalver, o El Recuenco). El burgo alcarreño de Almonacid de Zorita es uno de los que puede, y debe, hablar de CELA como de uno de sus personajes mas señalados, pues allí estuvo en sus dos salidas por la Alcarria, ese hermoso país al que a la gente no le da la gana ir. Yo anduve por él unos días y me gustó, según decía en el prólogo de su primer Viaje a la Alcarria, hecho allá por el mes de junio de 1946.
La literatura de viajes, por descriptiva de lugares, de paisajes y monumentos, y sobre todo de tipos y situaciones sociales, es una de las facetas que mejor ha cultivado Cela, y con la que ha obtenido un aplauso general. De ese amor a la Alcarria, que él siempre tuvo, y que le ha llevado a escogerla como lugar de su retiro último, surgieron dos obras maestras: el Viaje a la Alcarria, hecho y escrito en junio de 1946, y finalmente publicado en 1948, mas el Nuevo Viaje a la Alcarria de 1985, publicado al año siguiente, ofreciendo sendas visiones de la misma tierra en momentos diferentes de su evolución.
De Almonacid hace referencia el académico y Premio Nobel en ambas ocasiones. La primera solo llega a adivinarlo, como él dice. Desde Pastrana, su fin de viaje, baja con sus amigos don Paco y don Mónico hasta Zorita, escala el castillo y desde sus almenas, sobre los cerretes y olivares de más allá del bodujo, se adivina Almonacid de Zorita, el pueblo donde, hace ya más de un cuarto de siglo, estuvo de boticario el poeta León Felipe.
La segunda alcanza a visitarlo, a charlar con sus gentes, a captar el espíritu neto de la villa. A bordo de su Rolls color crema, acompañado de la choferesa negra, llega a la plaza un día de junio de 1985, siendo recibido en loor de multitudes. En su obra pone Cela, a lo largo de cuatro páginas, cuanto ve y le sorprende en Almonacid. Recuerda de nuevo a León Felipe, su admirado amigo y poeta, y aún pone aquel primer verso que escribiera, aquel Nadie fue ayer ni va hoy… que se fraguó en un claro salón de la estrecha calle donde el nombre y los recuerdos apuntan a los Fernández de Heredia, la familia que acogió a Felipe y se portó con él sobremanera.
Camilo José Cela habla con el alcalde, con don Olegario, de quien dice es un hombre joven, trabajador y entusiasta. Difícil es mejorar esa alabanza, porque contiene el trío de virtudes que hacen al hombre feliz y trascendente. Habla de la historia de Almonacid, y recuerda, porque le gustan especialmente, a los judíos que eran mas listos que los cristianos, aunque aquí no podían establecerse. Y habla también del Ayuntamiento, que es rico y atiende con buen criterio las obras públicas y hasta las culturales…. Palabras como proféticas, visto ahora, años después, cuanto por la cultura está haciendo, y aun piensa hacer el Ayuntamiento almonacileño. Pero lamenta que no arreglen la picota, entonces medio derruida, y hoy ya en bastante mejor estado de salud.
Camilo J. Cela se dio una vuelta ancha y detenida por Almonacid. Apuntó con tino y recordó con frases breves los monumentos del pueblo. La iglesia parroquial, el convento de las monjas, etc., y con su brevedad, su gracia contenida y su perfecto decir las eterniza. Cela tiene esa capacidad: lleva en su pluma una varita mágica que dota de vida eterna a las cosas que menciona. Y aún se acuerda del cura, de don Octaviano, de algunos niños que corren por las calles con camisetas de anuncios. Y se para a reponer fuerzas en Casa Churre, donde se siente a gusto, en ese grato ambiente de tasca pueblerina, de figón alcarreño donde hay riquezas gastronómicas que enumera con detalle, con delectación incluso: tortilla de patatas, de ajos tiernos y de jamón, jamón sin ser en tortilla, o sea en lonchas o en tacos, a elegir, queso de tres clases, chorizo, salchichón, lomo en tripa, zarajos, calamares fritos, calamares en su tinta, callos, chuletas de cordero, pajaritos fritos y patatas fritas para acompañar. Son las palabras de Cela, las sencillas y contundentes frases de quien puede llamarse un alcarreño más. Almonacid le cuenta, por supuesto, entre sus personajes mas queridos. Y creo, humildemente, que no sería sino una expresión de justicia y reconocimiento el que Almonacid de Zorita le dedicara a Camilo José Cela una de sus calles, en recuerdo y admiración de cuanto él ha escrito y dicho sobre este pueblo. El Ayuntamiento que preside don Olegario García Rodríguez sabrá recoger este guante, y ponerlo en la bandeja que merece.