El románico mudéjar; Aldeanueva de Guadalajara

viernes, 9 febrero 1990 0 Por Herrera Casado

 

Siguiendo nuestro repaso al estilo románico en la provincia de Guadalajara, viajamos hoy hasta Aldeanueva de Guadalajara. Lo de hoy es un decir. Nuestro viaje fué hace ya tiempo, en días mejores de sol y de esperanzas. Tenía el campo, porque llegaba la primavera, un tono de luz que ya no tendrá nunca. Y el paisaje de abiertos campos, de lejanías claras, estaba inmerso dentro de otro mundo más ancho aún, el de cierta sonrisa inalcanzable.

Merece el viaje, que además es corto, hasta Aldeanueva de Guadalajara. Allí encontramos un reducido caserío y en su parte más alta, asomada al barranco del naciente Matayeguas, la iglesia parroquial, que se va restaurando paulatinamente, y que ahora nos muestra su espléndida belleza arquitectónica y medieval.

Podría incluirse esta iglesia de Aldeanueva en el grupo de lo que se ha dado en llamar estilo «románico‑mudéjar». Y ello porque si por la época de construcción y las características de planta y alzado, es una construcción típicamente románica, por los matices ornamentales y de presentación, así como por los materiales de construcción y disposición de los mismos, es un edificio que puede catalogarse como mudéjar.

La época de construcción es muy posiblemente los años finales del siglo XIII o comienzos del XIV. Esta datación tardía es muy posible, dado el desplazamiento de fechas que en la actualidad estamos concediendo a los edificios románicos de nuestra tierra, que por diversas razones documentales y formales, aparecen como construidos más tardíamente de lo que se pensó en un principio. Es muy interesante el estudio que sobre este templo hicieron hace unos años Rosario Baldominos y Montserrat Esteban, en el que además de ofrecer la posibilidad de esta datación tardía, basándose en los mínimos elementos ornamentales de su fachada, ofrecieron para el templo la calificación certera de «un monumento de síntesis con pluralidad de funciones». Veremos por qué esta acertada expresión.

La síntesis va referida al hecho de aunar en su construcción dos formas diferentes, y complementarias, de arquitectura. Lo románico y lo mudéjar. Como iglesia que es de la repoblación, en un medio pobre y sencillo, aparece con la forma del románico rural más puro.

Se trata de un templo de una sola nave, formados sus muros por sillarejo, sillares esquineros e hiladas de ladrillo en los revestimientos. Fuertes machones o refuerzos al exterior reflejan la división de la nave en cuatro tramos también marcados por otros tantos pilares cuadrados adosados a los muros en el interior. De esos pilares surgen arcos formeros, apuntados y muy bien trazados y rematados. Los muros son de mampostería con amplias hiladas de ladrillo visto. La cubierta es de madera, atirantada a dos aguas, y forma ya con los arcos que la dividen un efecto de gran elegancia. A oriente surge el presbiterio y finalmente el ábside. Esta es la parte más llamativa y peculiar del edificio. El ábside es de planta semicircular, y está construido con un zócalo bajo de sillares irregulares, surgiendo sobre él un muro de sillarejo en el que se abren tres minúsculas ventanitas, de tipo saetera, semicirculares, rodeadas de ladrillo. El ábside se cubre de una espléndida cúpula de cuarto de esfera, toda ella construida con ladrillo compactado con mortero de cal y arena. El presbiterio se abre delante, y es un espacio rectangular, que comunica la nave única con el ábside. Lo hace a través de un gran arco triunfal construido en ladrillo, apoyado en cuatro columnas, dos de ellas de arista viva, y las otras dos, las más interiores, semicirculares y adosadas al muro, rematadas en sendos capiteles de ornamentación floral. Este presbiterio se cubre también de bóveda de medio cañón, totalmente de ladrillo, estando separado del ábside por un arco formero de piedra. 

En cuanto al exterior, vemos que la iglesia de Aldeanueva tiene dos puertas y una torre, con un ábside marcado al exterior. Este es de planta semicircular, y se corresponde perfectamente con su estructura interior. Un alero lo remata, de simples modillones, y en él se abren las tres minúsculas ventanas del interior. La puerta principal se abre en el muro de mediodía. Es muy sencilla y plenamente característica del estilo románico. Tiene un vano semicircular, construido con sillares con talladas arquivoltas de aristas vivas que descansan sobre capiteles totalmente lisos, apoyados a su vez en sus respectivas columnas. Un recuadro de ladrillo enmarca esta portada, y en él se trazan tres lazos, uno sobre la clave del arco, y los otros dos en las esquinas del recuadro. Es muy posible que en el interior de esos lazos, en su origen, hubiera una mancha de cerámica esmaltada verde. Es lo típico de la marca mudéjar, el color del Profeta que todos los constructores de origen árabe ponían como secreta alusión a su religión primitiva.

Otra puerta, hoy cegada, aparece en el muro de poniente. Es muy pequeña, y consta de un doble arco apuntado y un alfiz de ladrillo. En la esquina del noroeste se alza la torre, de perfil achatado, planta cuadrada, sillares en las esquinas, mínimas saeteras para dar luz a la escalera, cornisa sobre el segundo cuerpo, y vanos para las campanas en lo alto.

siglos después de su construcción se añadió la sacristía, pequeño cuarto agregado sobre el muro de mediodía, y el atrio, que hoy ha sido nuevamente eliminado, creemos que con todo acierto, dejando libre el muro del mediodía, donde destaca mejor la portada y el juego elegante del sillarejo y las hiladas de ladrillo entre los machones externos.

En definitiva, este templo de Aldeanueva de Guadalajara donde hoy (ayer, siglos pasados) hemos estado, es uno de los ejemplares más singulares del conjunto de la arquitectura románica de Guadalajara. Su sencillez de una parte, y su elegancia y casi exotismo por otra, hacen de él una pieza única que merece ser conocida y, por supuesto, mantenida siempre en perfectas condiciones de uso y exposición a todos. Es, en fin, un patrimonio común que podemos mostrar orgullosos.