Los vidrios rotos de Guadalajara

viernes, 19 enero 1990 0 Por Herrera Casado

 

Hoy en día está «de moda» la artesanía, y son ya varias las publicaciones que de ella tratan a nivel provincial, al mismo tiempo que la iniciativa oficial, especialmente por parte de la Diputación Provincial, se ha ido poniendo en la línea de apoyo que estas actividades tradicionales merecen y esperan. Valga esta breve nota Para traer al recuerdo de mis lectores, y al conocimiento de cuantos en alguna manera se interesan por la Pretérita imagen de nuestra provincia, una artesanía, un arte incluso, que ya es olvidado y muy escasamente apreciado: el del vidrio, del que en algunos lugares del mundo (Bohemia, Sevres, Murano, etc.) se producen hoy en día verdaderas joyas artísticas. En España hubo, en tiempos pasados, lugares de abundantes y magníficas manufacturas cristaleras: la Granja de San Ildefonso poseyó una fábrica de protección real donde se realizaron piezas de vidrio que hoy figuran en los museos y en las colecciones más valiosas.

La actual provincia de Guadalajara tuvo en siglos pasados varios centros de elaboración artesana del cristal, de los que si apenas queda un leve recuerdo. El más conocido de todos fué la villa de El Recuenco, en el partido de Sacedón, entre grandes, peñascos abrigada, en un paisaje de espléndidas perspectivas. Por lo menos desde el siglo XVI produjo abundante material en diversos hornos de la localidad» De cinco vidrieros, cada uno con su horno propio, tenemos noticia en el siglo del Renacimiento. Y ello porque fue en El Recuenco donde se produjo la más importante partida de vidrio con destino a las ventanas del monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Apa­recen en cuentas, durante los años 1582 y 1583, cinco maestros vidrieros que sirvieron al Real Monasterio las siguientes cantidades de vidrio: Andrés de Graos, 335 vi­drieras; Juan García, 300 vidrieras; Martín Prieto, 600 cuadros de vi­drios; Pedro Moreno, 624 cuadros de vidrio, y Pedro Martín, 296 cuadros, de vidrio para la iglesia. Pero el más importante de los maestros vidrieros que en siglo XVI trabajaron en El Recuenco, fue el veneciano Guillermo Carrara, a quien vemos activo entre 1582 a 1585, sirvió para la iglesia y otras dependencias de El Escorial un total de 4,848 placas de vidrio. En 1587 contrató la producción del material de la farmacia monasterial, encargándose de hacer 500 alambiques de vidrio para la destilación de la botica. Dos años después sirve 26 arrobas y 1 libra de vidrio labrado en alambiques y redomas para la botica, y en 1592 sirve todavía 15 arrobas y 9 libras de alambiques de vidrio para tener las aguas que se destilan en la botica»(I).

Durante todo el siglo XVII continuaron produciendo grandes cantidades de vidrio los hornos de El Recuenco, vendiéndose sus productos por toda Castilla, en competencia abierta con las manufacturas de Cadalso. En los comienzos del siglo XVIII, el Rey Felipe V fue enterado de la calidad del cristal de El Recuenco, ordenando que allí se hicieran las jarras para el vino y los albarelos y alambiques de su real farmacia. Toda la Corte, en sumisa imitación, se apresuró a adquirir vasos, jarras y platos para confituras, por lo que hacia mediados del XVIII, la industria cristalera de El Recuenco alcanzó su máximo esplendor, cayendo luego lentamente.

Se producía en sus hornos un vidrio de tono verde‑azulado, más bien oscuro, que se trataba de corre­gir y aclarar soplando los productos hasta conseguir una extrema delga­dez y finura, que los hacía muy ligeros de peso. En la mayoría de las piezas se estiraban y pellizcaban los bordes, dándoles una forma octogo­nal. Los filamentos del vidrio se hacían más patentes hacia el borde de la pieza, así como en el collar o base: Aunque estos filamentos que decoraban espiralmente a los vasos, jarras, etc., tenían normalmente el mismo color verdusco, en ocasiones se les daba otro tinte más claramente azul, con lo que, aumentaba su belleza. También se conocen piezas de cristal de El Recuenco de notoria imperfección y con abundantes burbujas. Había hornos y maestros de distintas competencias (2).

En el siglo XVIII, hacia 1720, el Sr. Goyeneche fundó el pueblo o sitio de Nuevo Baztán, en la baja Alcarria, hoy provincia de Madrid. Allí se hizo construir de Churriguera un magnífico conjunto de, iglesia y palacio, ‑y una factoría de cristal bajo la protección de Felipe V. No fue un éxito, y esto, unido a la disminución de las reservas de combustible en las cercanías del, Nuevo Baztán, forzó a Goyeneche a trasladar sus hornos productores de vidrios a la villa serrana de Villanueva de Alcorón, en la actual provincia de Guadalajara, donde durante todo el siglo XVIII se pro­dujo vidrio ordinario, muy similar en formas y composición al de El Re­cuenco,

También en la Alcarria, la villa de Brihuega tuvo cierta producción vidriera. Conocemos uno de estos artesanos. José Bermejo, por el contrato que hizo en 1731 con la, iglesia parroquial de Mondéjar, para servirle, por valor de once mil maravedíes, tres vidrieras, y colocarías (3). Pero no se conoce producción más fina de la cristalería briocense.

Finalmente es preciso anotar la existencia, también en la serrana villa de Tamajón, de industria cristalera. En tiempos pasados se hizo, mucho y bueno, en la llamada «fábrica de cristales del convento” pues en principio estuvo a cargo de los franciscanos que los Mendozas asentaron en un gran monasterio en este lugar. Todavía se encuentran en el pueblo algunos notables ejemplos de vasos y floreros del cristal intensamente azulado que Tamajón producía. El edificio de la fábrica está aún en pie, y se habló no hace mucho de revitalizar en él esta interesante artesanía. Todo lo que se haga, y se está haciendo mucho, en favor de la artesanía, debe ser bienvenido y animado.

NOTAS­

(1) Cf. ANDRÉS, Gregorio de: Inventario de documentos sobre la construcción y ornato del Monasterio del Escorial existentes en el Archivo de su Real biblioteca, Madrid, 1972, pp. 97, 104,105, 106, 113,114, 126, 136, 167, 182, 197.

2) The Hispanic Society of America: Handbook, Museum and Library Collections, Nueva York, 1937, pp. 162‑163

(3) Archivo Parroquial de Mondéjar. Libro de Fábrica nº 3, cuentas del bienio 1731‑1732