Martín de Vandoma, un genio del arte en Sigüenza

viernes, 24 marzo 1989 0 Por Herrera Casado

 

En este viernes santo, en que de nuevo la España cató­lica se estremece ante el recuerdo del sacrificio del Cristo, del Dios vivo, vamos a recordar la obra de un artista que, hace ya cuatro siglos, llenó de imágenes muchas de ellas alusivas preci­samente a esta Pasión que hoy revivimos, por los templos de la diócesis seguntina. Vamos a recordar, en brevedad de líneas, la vida y la obra de Martín de Vandoma.

No conocemos documento alguno que demuestre haber naci­do en Sigüenza. Ni en ningún otro lugar concreto de la diócesis. Sabemos, eso sí, que vivió toda su época de aprendizaje y trabajo maduro en la ciudad del alto Henares, y que allí murió y fué enterrado, en 1578. De su nombre y apellido colegimos su origen europeo. Es muy posible que fuera originario de los Países Bajos, (Flandes, Borgoña), y es indudable que vino a Sigüenza atraído por la riqueza de la ciudad, y por el plantel de magníficos artis­tas que en ella estaban trabajando durante la primera mitad del siglo XVI. Alonso de Covarrubias, Francisco de Baeza, el maestro Pierres, Juan Francés, y otros muchos, estaban dando en esas fechas el más claro grito renacentista en Castilla. Con ellos el estilo plateresco se imponía en un edificio que parecía hasta poco antes que no iba a salir jamás de la impronta gótica.

De tan abultada y lujosa nómina surge, en 1554, el nombre de Martín de Vandoma, quien tras un inconcreto periodo de formación, pasa a tener un cargo de responsabilidad en las obras catedralicias. A la muerte de Nicolás Durango, maestro de obras de la iglesia, en septiembre de 1554, es nombrado nuestro perso­naje para seguir dirigiendo la obra «del sagrario nuevo» o Sa­cristía de las Cabezas, que por entonces avanzaba a buen ritmo. El proyecto había sido hecho años antes por Alonso de Covarru­bias. Pero solo estaban levantadas las paredes, y aun quedaba poner la bóveda, y recubrirla con su portentosa colección de esculturas. Esto lo haría, magistralmente, Martín de Vandoma. Durante cinco años trabaja en ello, y ejercita el cargo de Maes­tro de obras de la catedral. En 1559 surgen desavenencias entre el escultor y los canónigos, quedando desprovisto de trabajo y salario durante un año. En 1560 lo recobró, y hasta su muerte siguió ejerciendo sus facultades en la ciudad y en toda la dióce­sis seguntina.

En la sacristía de las Cabezas trabajó Vandoma ayudado de un equipo numeroso. La elegancia y el concepto del recinto, si en principio debe considerarse plenamente diseñado por Covarru­bias, luego es modificado y puesto en su definitivo aspecto por nuestro artista. A él se debe la dirección y talla directa de los medallones del techo, de las cajonerías, de las contraventanas, de la puerta de ingreso. Allí es donde pone lo mejor de su arte, y donde forma una verdadera escuela que extenderá sus formas por la comarca, dando al Renacimiento seguntino un sello propio, con un tanto de italiano y un mucho de fuerza hispana que le hace inconfundible.

La tarea artística de Martín de Vandoma se manifestó también muy pujante por el resto de la diócesis. En la Colegiata de Berlanga del Duero, en las iglesias parroquiales de Caltójar (Soria) y Pelegrina (Guadalajara) talló púlpitos, sillas de coro y retablos magníficos.

Todavía en la catedral de Sigüenza, en 1574, ejecutó algunas sillas del coro que faltaban para completarle, y que él talló, olvidando su personalidad, en el estilo gótico del resto del recinto. Pero donde quizás se expresó con mayor soltura, dejando bien alto el renombre que siempre le acompañó, fué en su obra magna del púlpito del Evangelio, en el templo mayor de Sigüenza. Desde el 5 de mayo de 1572 al 19 de octubre de 1573. Vandoma ejecutó esta singular obra de arte, tallada en alabastro de Cogolludo, componiendo un conjunto donde lo renacentista se explaya en expresiones paganas junto a dramáticos pormenores de la Pasión de Cristo. Es en estos días de la Semana Santa en los que la admiración de la obra de Martín de Vandoma, a través de esta su obra blanca y pulcra, puede realizarse con mayor justeza. La Pasión de Jesucristo se expresa en cinco tableros, en los que vemos, con patetismo marcado, las escenas siguientes: el prendi­miento de Jesús en el Huerto de los olivos; Jesús ante el Tribu­nal de Caifás; Jesús conducido al Tribunal de Pilatos; Jesús expuesto al pueblo y soldados, que le insultan, y Jesús expuesto por Pilatos a la puerta del Pretorio. Fué bien pagada esta obra de arte en 450 ducados. Hoy está totalmente restaurada de las mutilaciones y daños que sufrió en la pasada guerra civil.

Durante veinticuatro años, Martín de Vandoma se mantuvo activo, poniendo el sello de su personal concepto de arte por Sigüenza y su tierra. El último episodio del Renacimiento lo trata él con un sentido clasicista, hispano y personal a un tiempo. Hereda de todos y crea estilo propio, escuela seguntina. Aunque no nacido, quizás, entre nosotros, Martín de Vandoma ha de ser considerado, estudiado y exaltado, entre la nómina preclara de los artistas de nuestra tierra. Porque aquí dejó, con su vida, lo mejor de su espíritu.