Un jadraqueño ilustre: fray Pedro de Urraca

viernes, 12 agosto 1988 0 Por Herrera Casado

 

Entre los numerosos personajes que, nacidos en la actual provincia de Guadalajara, dejaron una huella importante en el continente americano, durante los primeros años o siglos de su colonización hispánica, debemos destacar a fray Pedro de Urraca, fraile mercedario, que nació en la villa de Jadraque, enton­ces perteneciente a la casa de Mendoza, en el año 1583. Fueron sus progenitores don Miguel Urraca y doña Magdalena García, naturales de la villa de Baños de la Rioja. Su primo carnal, don Juan Urraca de Baños, caballero de la Orden de Santiago, ocupó el puesto de ayo de los pajes del rey, sirviendo en la corte de los tres sucesivos Felipes austriacos. En su familia abundaron los varones dedicados a la religión, lo cual incitó al joven Pascual (así le pusieron en las aguas del bautismo, cambiando luego el nombre por el de Pedro en el rito de la Confirmación) a seguir él mismo esos senderos de perfección.

Salió de Jadraque a los 15 años, junto a su hermano Francisco. Embarcó en Sevilla rumbo a América, tratando de buscar la fortuna en las tierras lejanas del Nuevo Mundo. Llegado a Panamá, y tras haber sobrevivido a una tormenta muy fuerte, por Guayaquil subió a Quito, donde encontró a su hermano en el con­vento franciscano. Dos años después, tras un periodo de formación junto a los jesuitas, decidió integrarse en la Orden de la Mer­ced. No tenía todavía los 18 años. Profesó en la Orden fundada por Pedro de Nolasco el 2 de febrero de 1605. Cambió entonces su nombre por el de Fray Pedro de la Santísima Trinidad.

Tras ordenarse sacerdote unos años después, fue trasla­dado por sus superiores al convento de la Merced en Lima, concre­tamente al que era denominado como «convento de la Recoleta de Belén», recién fundado en los primeros años del siglo XVII. Allí quedaría, hasta su muerte. A excepción de un viaje de pocos años (1621 a 1626) que realizó a España, para visitar a su familia en Jadraque, y servir de confesor una temporada de la reina doña Isabel de Borbón, contactando en la Corte madrileña con fray Juan Falconi, compañero de Orden y muy famoso por entonces como predi­cador y asceta, fray Pedro de Urraca siempre vivió en la capital peruana, rodeado del afecto y admiración de los frailes de su convento y de la población toda de la ciudad. Ello se debió a su capacidad para la mortificación, que se hizo proverbial; a su don de consejo y profecía; a su bondad y fama de milagrero, y, funda­mentalmente, a su afán evangelizador, propagador de la devoción por la Santa Cruz de Cristo, y por sus padecimientos de dolor y alteraciones de la piel, que le forzaron a estar durante muchos años prácticamente incapacitado para otra cosa que no fuera rezar y dar consejos. De la evolución de su enfermedad, minuciosamente narrada en la biografía que sobre él escribió fray Felipe Colom­bo, se han hecho interesantes estudios, siendo especialmente completo y clarificador el realizado por el Dr. Castillo Ojugas, quien califica de artropatía psoriásica en grado muy avanzado el padecimiento dermatológico‑articular del fraile jadraqueño.

Tras muchos años de padecimientos, Urraca murió en Lima el 7 de agosto de 1668. Se iniciaron entonces las informaciones que la jerarquía religiosa mandó recoger con objeto de acumular datos para un posible proceso de beatificación, que, aunque lentamente, todavía hoy sigue adelante. Se propagó por el Perú, especialmente entre los estratos indígenas, la devoción por la Cruz, que fray Pedro había iniciado, y abriéronse láminas, y hasta en Madrid llegaron devotos que hizieron abrirlas, repar­tiéndolas y venerándolas, según nos dice su biógrafo. En este sentido, consta el dato de que tras su muerte, y aún en los últimos años de su vida en que la fama del jadraqueño había ido alcanzando cotas muy notables, se hicieron numerosos retratos al óleo, y se grabaron estampas en las que fray Pedro de Urraca aparecía, revestido de su hábito de fraile mercedario, y acompa­ñado de los elementos iconográficos propios de su orden, de su nombre y de sus querencias.

Esta es, en resumen, la biografía de un ilustre jadraqueño, el padre mercedario fray Pedro de Urraca, quien alcanzó fama de santidad y milagrería en las tierras fructíferas del virreinato del Perú allá por el siglo XVII, y que hoy ha venido al recuerdo de todos, en estas fechas que se van haciendo mas cercanas de la celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América y, como ahora se le quiere llamar, de forma oficial, del Encuentro de las dos culturas.    

Proposición Bibliográfica

La biografía fundamental de Urraca es la que escribió COLOMBO, fray Felipe, OM, y publicada en Madrid, en 1674, con el título de El Job de la Ley de Gracia. Un resumen accesible de esa obra se encuentra en HERRERA CASADO, A.: De Jadraque al Perú: Fray Pedro de Urraca, en «Glosario Alcarreño», Tomo II, «Sigüenza y su tierra», Guadalajara, 1976, pp. 141‑147. Ver también  la merito­ria obra de BRIS GALLEGO, J. M.: Jadraque, Guadalajara, 1985, en la que se aportan algunas noticias sobre este fraile. Actualmente se está editando, por parte de la Institución Provincial de Cultura «Marqués de Santillana», un trabajo amplio y meticuloso sobre este personaje y su obra americana, del que es autora la historiadora Celia Ferrer, y que posiblemente vea la luz en este mismo año.