Un pueblo de la Alcarria: Archilla

viernes, 8 abril 1988 1 Por Herrera Casado

 

De entre la multitud de encantadores pueblos que forman la Alcarria, vamos a ocuparnos hoy de uno muy pequeño, pero verdaderamente encantador y que bien merece su conocimiento, tanto desde el punto de vista de su historia como de sus monumentos y, muy especialmente, de su paisaje. Rodeado de frondosas arboledas, húmedas praderillas, huertos y fuertes cuestarrones cubiertos de tomillar y olivares, asienta el caserío de Archilla, en la orilla del río Tajuña, y en la parte más baja de su valle medio. Las altas mesetas de la Alcarria se ciernen sobre los netos límites de los cuestudos cerros que forman el valle, exuberante de vegetación y arroyos, contrapunto de la seca meseta, melodía fiel de lo que la comarca alcarreña es en toda su dimensión y policromía.

Tras la reconquista de esta zona septentrional de la Alcarria, en el siglo XI, por Alfonso VI, en 1085, el lugar de Archilla quedó incluido en la jurisdicción del alfoz o Común de la Tierra de Guadalajara. En 1184, el Concejo de esta última villa entrega Archilla, como remate de antiguo pleito, a don Gonzalo, médico, que se hizo dueño de gran parte del curso del Tajuña (Archilla, Balconete, Romancos y aun los Yélamos). Desconocemos la identidad de este personaje, que sólo aparece en una serie de documentos de esa época haciendo cambios de pueblos.

El año 1186, este magnate lo donó a la Orden de Santiago. A su vez, la orden militar referida, en 1214, entregó el lugar de Archilla al arzobispo de Toledo don Rodrigo Ximénez de Rada, quien poco después se lo entregó al Cabildo toledano, aun quedando él con ciertas preeminencias y derechos. En 1233 se le concedió a Archilla la prerrogativa de usar el Fuero de Brihuega.

Durante los siglos de la Baja Edad Media siguió estando incluida esta aldea en el señorío alcarreño de los arzobispos toledanos. En la segunda mitad del siglo XVI, Felipe II obtuvo del Papa el poder suficiente para enajenar bienes pertenecientes a la Iglesia, órdenes militares o religiosas, y así hizo con Archilla, a la que dio privilegio de villazgo, y vendió a don Juan Hurtado en 1578. Era este rico caballero un famoso abogado de Guadalajara, regidor de dicha ciudad, y casado con doña Juana de Cartagena y Balmaseda. Su hija, doña Juana Hurtado, casó con don Luis Antonio de Alarcón. A finales del siglo XVI, el señorío de Archilla pasó a la noble familia alcarreña de los Dávalos. Su primer poseedor en esta rama fué don Hernando Dávalos, constructor de magnífico palacio en la plaza del mismo nombre de Guadalajara. En poder de esta familia se mantuvo el pueblo hasta la abolición de los señoríos en el siglo XIX.

Según Salazar y Castro, en el tomo III de la «Casa de Lara», los señores de esta familia que poseyeron Archilla fueron los siguientes: Hernando Dávalos y Sotomayor, del Consejo de Castilla y procurador en Cortes por el estado de los hijosdalgo de Guadalajara, sucediéndole sus descendientes:

don Alonso Dávalos y Sotomayor

don Fernando Dávalos y Sotomayor

don Francisco Domingo Dávalos y Sotomayor, caballero de Calatrava, mayordomo de don Juan de Austria

doña María Dávalos, viuda del primer marqués de Villatoya.

Cuando el Cardenal Lorenzana, arzobispo de Toledo, hizo unas «Relaciones» de su obispado al estilo de las de Felipe II, el señor de Archilla era el marqués de Tejada, que por entonces (siglo XVIII) residía en Medina del Campo.

Son escasos los monumentos artísticos que encierra Archilla. El más importante es la iglesia parroquial, pero también existen algunas casonas señoriales, y muchas construcciones de arquitectura popular alcarreña muy bonitas. La mencionada iglesia parroquial está dedicada a la Asunción de María, y en su origen fué construcción románica, quizás levantada por iniciativa de su señor el arzobispo don Rodrigo. Pero las modificaciones y arreglos posteriores la han bastardeado totalmente, mostrando hoy de interesante solamente su gran espadaña triangular con arcos para las campanas, y en el interior aparece, en su única nave, unas cubiertas de arcos entrelazados, de tradición gótica aunque hechos ya en el siglo XVI. Hay sendas casonas antiguas, con escudos heráldicos. Son las de los Bedoya y los Medrano. Muy bonita también la calle de la Fuente, junto al río.

En los pasados meses, las gentes de Archilla, animadas tanto por su alcalde como por el presidente de la Asociación Cultural «Amigos de Archilla», han tratado de encontrar un Escudo Heráldico que sirva de representación y emblema a su villa. En ese sentido, hemos elaborado un proyecto que actualmente se encuentra en trámites de aprobación por las instancias oficiales pertinentes, y que sería de acuerdo a la siguiente descripción:       

escudo español, de azur con un cofre o arca de plata, cortado de gules con un matraz y un escalpelo de oro, y en la campaña o punta de plata un puente de un solo ojo en su color y mazonado de sable, sobre ondas de azur y plata. Al timbre, la corona real cerrada.

La explicación de estas armas heráldicas sería la siguiente: en primer lugar, el propio nombre del pueblo, ARCHILLA, derivado del castellano antiguo archiella o arquilla, podría ser representado como un pequeño cofre o arca de metal noble. En segundo lugar, el hecho histórico de haber pertenecido en señorío durante algún tiempo del siglo XII a un famoso médico de Guadalajara llamado don Gonzalo, podría permitir la colocación en el emblema heráldico de la villa de Archilla de algunos ele­mentos propios de la práctica médica medieval, como un matraz de cristal y un escalpelo, también en metal noble. Y en tercer lugar, el hecho de estar condicionada la existencia geográfica de la villa por el río Tajuña que baña su término, sobre el que existen algunos puentes, podría dar lugar a la inclusión en la parte inferior del mismo de un puente sobre las ondas de un río.