Las huellas de los romanos en Guadalajara

viernes, 26 febrero 1988 0 Por Herrera Casado

 

Continuaremos esta semana recordando cosas en torno a la presencia de los romanos en nuestra tierra. Si hace siete días llevábamos nuestra memoria a la historia de la llegada y asenta­miento de las gentes del Lacio, y posterior romanización de los autóctonos celtíberos, dedicaremos estas líneas de hoy para evo­car algunos lugares donde quedaron las huellas, más o menos evidentes, de la presencia romana en Guadalajara. Libros como el ya mencionado de Dimas Fernández Ruiz, que publicado por la Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja trata sobre «Los Mosaicos Romanos del Convento Cesaraugustano» y que ofrece con todo lujo de detalles y de imágenes la constancia del arte itáli­co en nuestro entorno, propician este interés común.

El asiento de los romanos, aunque todavía no bien conocido, está bastante modulado por los hallazgos arqueológicos fragmentarios o puntuales realizados en los últimos años. Sabemos que los romanos no crearon ciudades nuevas. Aprovecharon y reuti­lizaron las que ya había, y crearon nuevos enclaves menores de habitación. De estos lugares menores, podemos recordar, por una parte, las que podríamos denominar ciudades. En ese sentido, transformaron Sigüenza en ciudad importante. Y hubo otros lugares de nota, como Arriaca, Luzaga, Caraca, Caesada, etc. sobre calza­das transitadas regularmente.

 Quizás el hábitat más característico de la época romana en los ámbitos agrícolas ibéricos fuera la villa. Se trataba de un reducido conjunto de edificios, junto a zonas de cultivo, siendo una «ciduad cerrada» económicamente. Fué entre los siglos I al III de Cristo que estas villas crecieron. Están junto a las calzadas romanas, en los valles. Se ocupaban por un grupo fami­liar de hombres libres, comúnmente ciudadanos de Roma, ayudados por gentes también libres hispano‑romanas, y algunos esclavos.

Las más importantes villae romanae en la actual provin­cia de Guadalajara, son las de Gárgoles de Arriba, Hortezuela de Océn, la Acequilla en término de Azuqueca, Matillas, Mandayona, y muchas en Sigüenza y sus alrededores. En la de Gárgoles, excavada por Carolina Nonell y Dimas Fernández en la pasada déca­da, ha aparecido la estructura completa de una villa de la prime­ra mitad del siglo V después de Cristo, con un total de seis habitaciones cubiertos sus pavimentos con hermosos conjuntos de mosaicos de temática geométrica.

Otra forma de habitación y ocupación del territorio por los romanos, fueron las Mansiones, que eran puntos de descanso en las vías de comunicación. Las más importantes de estas «mansio­nes» fueron: Arriaca (donde hoy está Guadalajara capital), Caesa­da, (la medieval Santas Gracias, junto a Espinosa de Henares), Segontia (la actual Sigüenza), Caraca, (al parecer, cerca de Driebes), Carae, (junto a Zaorejas, si no en el mismo pueblo serrano) y Sermonae (en algún lugar entre Hinojosa y Milmarcos).

Otro lugar de presencia romana fueron los Campamentos, lugares de habitación de numero­sas tropas. El más importante conocido en nuestra provincia es el de Anguita. Se le llama «la Cerca» y fué descubierto a comienzos de este siglo por el marqués de Cerralbo y por el alemán Schulten, que lo excavaron y estudia­ron por separado. Tiene una superficie de 12 hectáreas, domina cómodamente el valle del río Tajuña, y hoy todavía se ven tres puertas de las cuatro que tuvo, con fragmentos importantes, grandiosos, de la muralla de dos metros de ancho.

Las huellas de una civilización se encuentran, tristes pero elocuentes, en sus cementerios. Las Necrópolis romanas son otro de los lugares arqueológicos donde se encuentran datos arqueológicos muy valiosos, especialmente inscripciones mortuo­rias. Los romanos enterraban en las orillas de los caminos, a las salidas de las poblaciones. Abascal Palazón ha hecho un importan­te estudio de estas inscripciones, publicado en el número 10 de la Revista «Wad‑al‑Hayara» correspondiente al año 1983. Encuentra que la mayoría de ellas se hallan en torno a Sigüenza, en los valles del Henares y del Tajo. Es sobre todo la calzada romana de la Vía Emerita Augusta‑Cesaraugusta la que tiene más hallazgos. Se encuentran grupos gentilicios, es decir, tribus autóctonas romanizadas, apellidos comunes en las lápidas: los «Nissicum», los «Belainocum», los «Tauricom», los «Otesgicum», etc. Los ha­llazgos de estas lápidas abarcan un periodo desde el siglo I a. de C. al III d. de Cristo. 

Como un último elemento de testimonio material de la presencia romana en nuestra tierra, están las vías de comunica­ción, también denominadas como calzadas romanas, y que pueden ser conocidas a través de los estudios  de algunos autores, como UHAGON, que a finales del siglo pasado escribió un artículo sobre el tema, y Juan Manuel ABASCAL PALAZON, cuyo libro Vías de comu­nicación romanas de la provincia de Guadalajara, editado por la Institución Provincial de Cultura «Marqués de Santillana» en 1981 trae muchos datos.

En un breve recuerdo de esas calzadas romanas que hace ya casi dos milenios recorrían de punta a cabo nuestra provincia, diremos que las dos más importantes eran, en primer lugar, la Vía Augusta que va de Mérida a Zaragoza, y que sube por el Henares, junto a Arriaca, Caesada (Santas Gracias) y Segontia. Era la otra, la vía que sube desde Cuenca y pasa por Carae (Zaorejas) cruzando todo el actual Señorío de Molina para salir hacia Aragón por Sermonae (Hinojosa?, Milmarcos?)

Como caminos secundarios hemos de recordar varios: Uno discurría por la meseta entre Henares y Jarama, quedando notables huellas de «la Calzada» en Usanos. Otro ascendía desde Caesada (Espinosa) surgiendo hacia Cogolludo y atravesando la Sierra. Otro que desde el Tajo, hacia Pareja, sube en vertical a Segon­tia. Y finalmente otro, bastante transitado, que desde Carae conducía a la ciudad de Segontia, atravesando toda la serranía del Ducado (Padilla, Hortezuela, Luzaga, Anguita). Datos y huellas de una civilización apasionante.