Orfebrería alcarreña

lunes, 28 septiembre 1987 0 Por Herrera Casado

Detalle de la cruz parroquial de Ciruelas, en Guadalajara

 

 «Mazonería son custodias, cruzes, incensarios, calizes, lamparas, y todas peçes que se hazen para el servicio de culto divino”, definía a mediados del siglo XVI el maestro Juan de Arafe y Villafañe (1) su arte de esculpir y arquitecturar el oro y la plata. De estos hombres, que habiendo bebido la savia pura del clasicismo italiano, se lanzan a la creación de obras cuajadas de inquieta fantasía ornamental, ha surgido, firme, la denominación de todo un estilo artístico, netamente español: el plateresco. De estos vajilleros, percoceros, y mazoneros que constituyen el gremio ilustrísimo de la orfebrería se reconoce heredada, en gran parte, la mejor arquitectura española. 

Del sugerente mundo de la orfebrería traigo aquí tres importantes ejemplos hasta ahora desconocidos. Los tres se conservan en sendas iglesias de la provincia de Guadalajara, para las que fueron creadas en el siglo XVI: una región y una época que se funden en grandiosas realizaciones del arte hispano. 

Es la primera la cruz parroquial de Ciruelas, salvada de guerras y revoluciones, y sin estudiar hasta el momento. Posee una traza netamente gótica en su macolla, que consta de dos pisos de seis lados cada uno, donde se alberga el apostolado cristiano, con ornamentación de arbotantes y pináculos. El árbol o cruz propiamente dicha, de chapa de plata repujada con apliques de oro, es ya trabajado con arreglo a la ornamentación plateresca, aunque presenta todavía muchos detalles gotizantes. Cristo y la Virgen aparecen presidiendo sus dos caras. Multitud de figuras bíblicas y escenas de la Pasión, en tamaño inimaginablemente pequeño, se muestran en brazos y remates. Fechable hacia 1525, su autor fue Martín Osca, platero seguntino hasta ahora desconocido (2). Presenta su nombre en letras góticas en macolla y cruz, así como la marca de Sigüenza (un castillo y un águila) y probablemente la de Burgos (un castillo achatado con figura irreconocible). 

Le sigue en el tiempo la cruz parroquial de La Puerta, obra ya de un vigoroso estilo renacentista. Un Cristo de perfecto dibujo y gran ejecución figura en su anverso, mientras que su reverso aparece, en medallón laureado, el arcángel San Gabriel, titular de la parroquia, acuchillando al diablo. De su ejecución minuciosa y admirable da idea el detalle de que, adornando el remate de las botas del arcángel, aparecen sendas cara de guerreros, perfectamente cinceladas. En el resto de la Cruz aparecen grandes medallones con figuras de evangelistas, santos y santas, emblemas bíblicos, etc., así como grutescos y victorias por los brazos. Es obra de hacia 1540, pues en tal fecha acordó el Concejo de La Puerta encargar una cruz para su parroquia (3). El autor, es sin duda alguna, el orfebre conquense Francisco Becerril, pues su hijo Diego, clérigo, aun andaba su importe en 1577. En es asta de la cruz, sobre la chapa de plata, figuran varias marcas que identifican al autor: junto a la palabra CUEN (ca) se ven el cáliz y la estrella (símbolo de la ciudad a cuya diócesis pertenecía el pueblo), así como un escudo en el que, bajo la letra F, inicial de Francisco, aparece una rudimentaria figura de ternero o becerro, emblema de la familia Becerril. 

Es el tercer ejemplo la gran cruz procesional de Mondéjar, cumplida representación del más exquisito plateresco español. En el lugar alcarreño donde, de la mano de sus marqueses, tiene uno de sus primero asientos en España el arte del Renacimiento (4), nos sorprende esta pieza de plata sobredorada que muestra a Cristo en su frente, y una movida escena del Descendimiento en su reverso. Lucen en sus extremos, dentro de elegantes hornacinas diminutas, las figuras de santos y santas de la iglesia, algunos como San Antonio y la Magdalena, ligados al pueblo en diversas advocaciones. Lo más importantes, sin embargo, de esta cruz son las superficies de sus brazos, en las que estalla febrilmente el apasionado e inquieto mundo de los grutescos: fantásticas alimañas, cabezas de carneros y caballos, angelillos y demonios en compañía despreocupada… tratado todo con elegante y preciosista maestría. Es su autor Juan Francis, que trabajó en la región toledana a mediados del siglo XVI. Sus obras fechadas (una en Buitrago y otra en la colección Hildburg) son de 1546-47. Es muy característico de su arte la placa circular avenerada que se coloca tras sus cristos (5). 

Con esta breve visión de tres piezas de orfebrería alcarreña, ya fechadas y atribuidas, he querido dar a conocer una mínima parcela del gran tesoro artístico que aún conserva, desconocido para muchos, la provincia de Guadalajara.  

NOTAS 

  1. En su obra “Quilatador de la plata, orto y piedras”
  2. Ni siquiera Pérez Villamil, en su obra “Estudios de historia y arte: la catedral de Sigüenza”, Madrid 1898, le menciona.
  3. Aporta datos documentales F. Layna Serrano en su obra “El arte retrospectivo en la provincia de Guadalajara”, Madrid 1941, pp. 85-90
  4. Ver mi estudio sobre el arte en Mondéjar, en “Glosario Alcarreño”, tomo I, pp. 129-138
  5. Publica dos cruces de Juan Francis, Charles Oman en “The golden age of spanish silver” (Catalogue), Londres 1968, nº 61-62. y dice él, encuadrándole en el periodo plateresco, que “…was certainly one of the finest Castilian goldmiths of his day”. Ramírez de Arellano, en su “Estudio sobre la historia de la orfebrería toledana”, menciona su nombre solamente.