Guadalajara, esa costumbre

viernes, 25 septiembre 1987 0 Por Herrera Casado

 

Tiene el oficio de escribir una doble vertiente: la íntima que sirve para plantearse el propio sujeto que tal hace las cuestiones que con mayor urgencia le apremian, y la pública, siempre con un impagable tinte didáctico, que se utiliza para contar y cantar a otros aquello en lo que previamente uno cree. Escribiremos hoy, desde ambos supuestos, y atentos a que mañana celebra Guadalajara su renovado «Día de la Provincia», algunas meditaciones en torno al tema. Primero por ejercitar el hermoso don del pensamiento, segundo por dar en voz alta las opiniones que quizás sirvan a otros, pensando en ellas, para mejorar en lo posible a los hombres, a la sociedad, al devenir del mundo. La huella de cada hormiga sirve para labrar la redondez de la Tie­rra.

Y es ello que parece indicado hablar de Guadalajara, de esta costumbre en forma de mapa, de caminos, de horizontes pardos y solemnes atardeceres, a la que hoy conocemos con el nombre de nuestra provincia. Va a ser en Hita donde tenga altar la celebra­ción de este Día. Es oportuno lugar, elevado y fresco, apretado de sugerente historia, lleno de fantasmas con bocamangas de terciopelo: que si los Mendoza, los romanos, el judío Samuel Leví contando monedas de oro, el castillo, las bodegas… tanta histo­ria tiene Hita entre los cuatro límites de su lar, que se hace imposible siquiera entrar a enumerarla. Baste decir que allá va el latido certero de esta tierra, y, aunque pueda parecer tronada exageración yo creo que con sólo mirar el paisaje en que asienta, ya uno sabe que fue castro de los celtíberos, avanzadilla de romanos, castillejo de moros, zoco de judíos, señorío de Mendo­zas, y ciudadela siempre presta a ser tenida por primera en la fila de sonadas posesiones. Lo lleva en la cara: no tiene mérito saberse la historia de este poblachón castellano, que reparte blasones por las esquinas como el que entrega propaganda de apartamentos.

Pero vamos a la meditación. Que ha de ser doble. Pues por una parte requiere la conciencia fondeo en la razón de qué es esto del «Día de la Provincia». Pero por otra va más allá, y obligadamente se devana la investigación sobre qué es o puede ser la provincia como tal. Para muy larga plática hay con tales temas. Aquí apuntaremos, como en índice de más largo libro, lo que ambas preguntas dan de sí. Y empezaremos por la segunda. Porque la razón de ser de la provincia de Guadalajara, no está todavía muy clara. Como no lo está ninguna de las otras provin­cias españolas. Si algo encierra de hermoso la geografía y la historia ibéricas, es la de su diversidad multiplicada. Los intentos de unión y de raciocinio sobre estas tierras han sido siempre sometidos a revisión y rectificación: es inestable el equilibrio sobre el que España una anda sobre el alambre de las naciones. No hay nada inmutable sobre la faz de la tierra. Y aún menos la definición de España. Su gloria está, precisamente, en su diversidad. Eso no quiere decir que propugnemos el cantonalis­mo o la independencia de sus comarcas: el vivir unas de espaldas a las otras, como algunos insensatos andan por ahí pregonando. La razón política que pide la unión firme del Estado es evidente, y ello no admite discusión. Pero el reconocimiento de la idiosin­crasia de todas y cada una de sus regiones y nacionalidades históricas está más que claro: la Constitución de 1978, que hoy nos rige, así lo vio con acierto. Lástima que entonces se fuera tan tímido, a nivel de estadistas y políticos con rango ejecuti­vo, para replantear, en serio y con rigor, la auténtica división regional de España. Un conservadurismo excesivo de los «constitu­yentes», que olía más a «vagancia» que a derechismo, dejó todo como estaba. Y se tiró por la cómoda calle de enmedio de crear «mini‑estados» reuniendo las provincias que Javier de Burgos en 1833 trazara desde su madrileño despacho centralista.

Esta divagación viene a cuento para decir que Guadalajara es, también, un invento de políticos, que está pidiendo un replanteamiento, al unísono con el resto de las provincias españolas, en cuanto a sus límites territoriales y a su contenido social. En los últimos años del franquismo se iniciaron los estudios en orden a replantear de forma más cabal y lógica la estructura provincial hispana. El estado democrático, atacado de las prisas en sus primeros años, sólo supo del pragmatismo polí­tico y sancionó algo que se cae de puro viejo. No son elucubra­ciones, no: ¿por qué no pueden estar Guadalajara, Azuqueca, Meco y Alcalá de Henares en una misma provincia? Y esto es sólo un ejemplo…

Las prisas siempre. Ahora nos llega un nuevo Día: el de la Provincia de Guadalajara. Y partiendo de las anteriores reflexiones, caemos en las de buscar razón a esto que tenemos en puerta ¿de qué se trata con celebrar esta fiesta civil que cada año añade delante un guarismo romano? Obviamente, no puede quedar tan sólo en sonar de músicas y estallar de cohetes. Tampoco en comida protocolaria, literario mantenimiento o institucional discurso. Debe suponer, para ser útil, una meditación sobre el hecho provincial, sobre lo pasado hecho y lo porvenir a hacer. Replantearse cada vez el camino por donde pasar hacia un mejor futuro.

Guadalajara tiene, como ente provincial, muy pocas alternativas que recorrer: la industrial, ya intentada en ocasiones precedentes, se ha visto que no resulta. Ha de ser por el camino de la extracción de materias primas; minerales, ganade­ras, forestales y agrícolas, por donde debe encaminar todos sus esfuerzos. Planteada una acción verdaderamente efectiva en ese sentido, alentados al máximo todos cuantos presentan fórmulas y empresas orientadas en lo que es evidentemente su potencial más firme, luego vendrá la mejora al más alto nivel de las formas de vida de sus habitantes: los caminos, los teléfonos, las luces (que hoy puede decirse que está ya hecho al completo) y las atenciones sociales, culturales y lúdicas.

Todos estos planteamientos, lógicamente, deben ser hechos por el gobierno de la provincia, la institución repre­sentativa que legalmente actúa como poder ejecutivo y con capaci­dad administrativa en el ámbito territorial. La Excma. Diputación Provincial es ese órgano de poder que decide el rumbo de las cosas en Guadalajara. Y la verdad es que hasta ahora lo ha hecho muy bien, atendiendo de múltiples maneras estas opciones actuati­vas, apoyando en la medida de sus posibilidades el desarrollo de la tierra alcarreña, serrana y molinesa en los rumbos que apunta­mos. El problema que hoy se da, es el de que la administración central y la autonómica, continúan teniendo atribuciones, y el centralismo (madrileño antes y ahora toledano) sigue siendo una rémora palpable a la hora de poner realmente en marcha a Guadala­jara. La autonomía auténtica, a nivel administrativo y decisorio del fomento de sus recursos, de la provincia, haría crecer la dinámica social de nuestro país. Eso es indudable. Pero…

Dejamos aquí nuestros sueños, pasamos a celebrar el Día de la Provincia. La Diputación de Guadalajara, con su presidente Sr. Tomey Gomes al frente, tendrá mañana en Hita su día grande, su jornada festiva, una parada en el camino para mirarse, como desde la altura de un paisaje sugerente, en su torno: lo hecho y lo por hacer. Estamos seguros que el fragor de la fiesta, del mantenimiento y el discurso, no llegarán en ningún momento a cegar, sino todo lo contrario, a iluminar los caminos. Y de ese modo, el futuro siga siendo, para la provincia de Guada­lajara, una ventana abierta a la esperanza.