Galería de Notables: Algunos eclesiásticos

viernes, 6 febrero 1987 0 Por Herrera Casado

 

En esta ocasión voy a hacer un repaso conciso en torno a algunos eclesiásticos que por su virtud, su capacidad de trabajo, y su señalado servicio a la sociedad han merecido pasar a la historia, que siempre es tan cicatera con admitir nombres y biografías en su paginario postrero. Todo ellos naturales de pueblos y aldeas de Guadalajara, son testimonio palpi­tante de la capacidad que nuestra tierra ha tenido siempre en la generación de personalidades de peso y empuje social.

ROMO, Judas José ‑ Natural de Cañizar, en 1773, murió en Sevilla, en 1855. Fue hijo de un notable militar que había ejercido de coronel en las milicias provinciales durante la guerra de la Independencia. Sus herma­nos estuvieron dedicados, igualmente, al ejercicio de las armas, mientras que el tomó el camino de los estudios eclesiásticos, en los que muy pronto destacó por su inteligencia y su constancia. La Sagrada Teología la estudió en Sigüenza, accediendo todavía muy joven a un puesto de canónigo en su Catedral. En 1834 pasó directamente a ocupar el puesto de Obispo de Cana­rias, donde permaneció catorce años. Finalmente, llegó a ser arzobispo de Sevilla, ganando de tal modo prestigio y admiración por parte de todos, que en 1850 el Pontífice León XIII le concedió el Capelo Cardenalicio.

Su bondad y dedicación a los humildes le llevo a ocuparse en la fundación de escuelas, orfanatos y otras instituciones de marcado carácter social: en Cañizar, su pueblo natal, construyo una escuela y dejo para ella algunas becas, lo mismo que hizo en Sevilla. En el capitulo del saber, don Judas Romo fue muy versado en todos los temas, pero su dedicación mas especial fue hacia la gramática, ideando un sistema ortográfico de gran sencillez. Fue nombrado también socio correspondiente de la Real Academia de la Historia, y de otras entidades científicas españolas y europeas.

LUCIO Y ROJO, Tomás ‑ Este renombrado teólogo nació en Brihuega, en 1806, y murió en Toledo, en 1878. Estudió Filosofía en la capital del arzobispado toledano, y se ordeno de presbítero en 1830, pasando a regentar la parroquia de Mondéjar, donde permaneció catorce años. En 1845 se trasla­do a Guadalajara, siendo nombrado más adelante párroco castrense, y final­mente, en 1864, obtuvo puesto de canónigo en la catedral de Toledo, siendo además Rector del Seminario Central y de la Cátedra de Teología en la Ciudad del Tajo. En 1875 fue nombrado Comisario de la Obra Pía de Jerusa­lem. Entre sus obras destaca una «Historia Sagrada», publicada en dos tomos, así como el «De Sacramentis», obra en la que reveló sus grandes conocimien­tos históricos y teológicos, sirviendo ambas como libros de texto en varios Seminarios españoles durante muchos años.

PLAZA GARCÍA, Juan ‑ Natural del pueblecito serrano de Hortezuela de Océn, nació en 1864. Murió en Santander en 1927. En su lugar de naci­miento es todavía recordado y querido, pues allí dejo su escudo, y diversos recuerdos de su carrera eclesiástica. En 1887 se ordeno sacerdote, ganando muy joven oposiciones para canonjía de la magistral de Soria, explicando en el Seminario de la capital castellana las asignaturas de Religión y Moral. Paso luego a ocupar los cargos de secretario de Cámara y Gobernador eclesiástico de Calahorra. Recibió el nombramiento de Obispo titular de Hippo y administrador apostólico de Calahorra y de Santo Domingo de la Calzada, en 1913. Y ya en 1920 fue nombrado Obispo de Santander, dando desde aquel puesto un gran impulso a las Órdenes religiosas, y estableciendo varios Colegios en la capital y en los pueblos. De su obra escrita destacan algunas Cartas Pastorales que fueron modelo literario y de fundamento cristiano.

MARTÍNEZ IZQUIERDO, Narciso ‑ En este año conmemoramos el cente­nario de la muerte de este gran hombre, que nació en Rueda de la Sierra, en el Señorío de Molina, en 1831, muriendo en Madrid de forma trágica según luego explicaremos. Ha sido conmemorado el Centenario de este personaje, e incluso hemos escrito, hace ya algunos meses, un trabajo especialmente dedicado a su figura. Pero no esta de más recordarla ahora nuevamente.

Procedente de humildísima familia, aunque de línea hidalga, mostró siempre una gran voluntad para el estudio, usando incluso de la severi­dad para consigo mismo. Curso la carrera eclesiástica en el Seminario de San Bartolomé de Sigüenza, donde estudio la Teología, de la que se doctoro en Toledo en 1866. Desde 1864 era canónigo de la catedral de Sigüenza, ocupando en el Seminario varios puestos profesorales, entre ellos el de lengua hebrea, de la que era perfecto conocedor. También de ocupo allí de la enseñanza de la Religión, la Teología y aun trabajo en la clasificación y ordenación de la Biblioteca del Seminario.

Paso como canónigo magistral a la catedral de Granada, y en 1875 comenzó, ya con un prestigio intelectual ganado con los años, su carrera política y de autoridad. En 1875, a propuesta del Gobierno de Castelar, fue nombrado obispo de Salamanca, y desde unos años antes ocupaba un escaño de Diputado, por el Señorío de Molina, en las cortes constituyentes. En las de la Restauración fue Senador por la provincia de Valladolid, y en 1885, a tenor de haber sido creada la diócesis de Madrid‑Alcalá, fue nombrado Martínez Izquierdo como su primer Obispo, tomando con tan decidido empuje su gobierno y la reforma de las costumbres eclesiásticas en ella que pocos meses después, el 18 de abril de 1886, cuando subía las gradas de la Catedral madrileña, fue victima de un atentado por parte de un cura de la diócesis, Galeote y Cotilla, quien con un revolver le disparo a bocajarro, causándole la muerte dos días después, a pesar de haber sido intervenido quirúrgicamente y extraído la bala homicida el gran cirujano alcarreño don Juan Creus y Manso. Alcanzó también el nombramiento de Académico correspon­diente de la Española de la Lengua, y de su personalidad y trabajo, han quedado muchos escritos doctrinales, pastorales, etc., repartidas por re­vistas y folletos.

Son, en definitiva, algunas preclaras figuras del clero que la provincia de Guadalajara vio nacer en ella y en gran modo desarrollarse por sus tierras, y sentir sus benéficos influjos. En cualquier caso, pueden servir las líneas precedentes para aportar algunos datos a esa ideal «Galería de Notables» que tan poblada podrá llegar a estar a nada que nos lo propongamos.