Notas de política medieval: los Mendoza en el Señorío de Hita y Biutrago

viernes, 23 enero 1987 0 Por Herrera Casado

 

Sabido es de todos que uno de los primeros bastiones que en la Alcarria tuvieron los vascos Mendoza fue el castillo y la villa de Hita. Su posesión les hizo, ya desde el siglo XIV, ir aumentando territorios y poder en esta parte de Castilla, hasta convertirse en magnates alcarreños con la poten­cialidad, el vigor y la entrega que de todos es conocida. Hoy quiero hablar, muy someramente, de un detalle de la política medieval, del concepto que se tiene de algunas virtudes hoy totalmente arrinconadas, y que surgen en un curioso docu­mento del que bien debería hacerse un estudio pormenorizado. Es este documento un escrito limpio y elegante, una página de la teoría política del Medievo, al mismo tiempo que carta de donación de los señoríos de Hita y Buitrago, por parte del rey Enrique II de Castilla a don Pedro González de Mendoza, primero de los de esta familia que se afinco a vivir en Guadalajara.

Respecto a la entrega del señorío de Hita y Buitrago a los Mendo­za ha reinado siempre gran confusión entre los historiadores locales. El mismo Francisco Layna Serrano, cronista eximio, en esto anduvo algo confuso, especial­mente cuando escribió su Historia de Guadalajara y sus Mendoza. Allá, en el tomo primero, al tratar de la figura de Pedro González de Mendoza, el héroe de Aljubarrota como en varias ocasiones le llama, dice que fue Pedro I el Cruel quien en 1366 le hizo merced de estas villas, y que luego el, malpagándole su favor, se pasó al bando de su hermanastro Enrique, haciéndole guerra. No es así, y a la vista del documento que existe, en copia del siglo XVII, en la colección Salazar y Castro de la Real Academia de la Historia, conviene puntualizar el momento exacto de tal concesión, al tiempo que comentar algunas de las frases contenidas en dicho documento, y que son por si solas auténticos fundamentos de la teoría política de aquella época.

Don Pedro López de Mendoza fue hijo de Gonzalo Yáñez de Mendoza y de dona Juana López de Orozco. El hermano de esta, don Iñigo López de Orozco, era en el comedio del siglo XIV el gran magnate de la tierra alcarreña, poseyen­do muchos lugares y castillos en ella: entre ellos el de Hita. Su sobrino, el joven Mendoza, casó con la segunda hija de este, Teresa López, con lo que además de sobrino llegó a ser su yerno. En todo aliados ambos parientes, el Mendoza se puso de parte del bastardo Trastamara en la guerra fratricida que enfrentó a Pedro I el Cruel y su hermanastro Enrique. En el transcurso de la batalla de Nájera, ocurrida el 13 de abril de 1367, fueron ambos hechos prisioneros. Iñigo López de Orozco, como uno de los más destacados señores de la Castilla de la época, fue muerto personalmente, atravesado por la espada en la tienda de campa­na, por el rey Pedro. Su sobrino y yerno consiguió salvar el pellejo, dicen las crónicas que gracias a un fuerte rescate. Más bien pienso que por la poca importancia política que aun suponía su persona.

Es impensable que Pedro González de Mendoza tuviera Hita y Bui­trago, por merced de Pedro I en 1366. No tenía aun categoría para recibir tal regalo. Y además, entonces era todavía del Orozco. Cuando en 1367 murió asesina­do por el rey Pedro, pasaron ambas villas y castillos a la corona, y sería al año siguiente, en 1368, cuando Enrique II, aun sin haber concluido su campana militar frente a su hermanastro, le entregara al Mendoza esas villas que habían sido de su pariente, poniendo así los cimientos de la futura grandeza de la casta mendocina.

El documento de privilegio es bien tajante al respecto: dado en la ciudad de Burgos, primero de enero Era de 1406 anos. Que con el computo real, restando 38 anos, nos lo pone en 1386, uno después de la batalla de Nájera. En ese momento, Pedro González ya es el mayordomo y ayo educador del infante Juan, según se dice en el documento. Es, pues, hombre de toda la confianza de Enrique II.

Así, se desgranan a lo largo del pergamino los conceptos que justifican la merced real. Dice de esta manera el joven rey castellano: «Porque la lealtad es la mas noble y alta virtud que puede ser en el home y por ella es poblado y se mantiene todo el mundo…». Es esa lealtad, a ciegas y a ultranza, hasta la muerte, la única que, como entrega sin condiciones, es capaz de asegu­rar una estrategia política en los anos revueltos del Medievo. En una época como la que ha vivido Enrique II, de lucha contra su hermano Pedro I, rey legitimo, aunque trastornado de la cabeza, y cuando ha tenido que vencer por una parte la fidelidad de los nobles al rey autentico, y ganarse para si la lealtad de esos mismos nobles hacia su persona, esta claro que solo esa «virtud» es la que puede garantizar su estabilidad y permanencia en el trono. Y esa virtud ha de comprar­la a cualquier precio.

En el documento que estudiamos, Enrique II se apoya en la predicación de los Teólogos, y dice que esta lealtad es muy provechosa y convenyble a Dios y al mantenimiento del Mundo, aumentando la opinión de que Dios, que todas las cosas pudo, non quiso que el home fuese governado ni mantenido sin ella. Y se apoya en el hecho de que todos los derechos vigentes ponen su mayor crudeza en castigar a quienes fuesen contra la lealtad. Y sigue el documento argumentando razones a favor del mantenimiento y consolidación de esa lealtad como primera y mas principal virtud política: Et por ende el aiuntamiento de los homes y el poblamiento del Mundo pereceria y las cosas que Dios crio serian para nada. Y termina el primero de los alegatos a favor del tema referido con la justificación de sus mercedes, que tan innumerables fueron que le sirvieron de mote: «Et a los Reyes y a los señores es dado de facer gracias y mercedes y donaciones a los suyos que leales vasallos y servidores fueron… porque lo merescen muy bien».

Y en el preámbulo de la donación de los señoríos de Hita y Buitrago a Pedro González de Mendoza, el rey se extiende en consideraciones teóricas previas que ponen en particular aplicación la teoría general antes explicada. Dice darle tal galardón por conoscer a vos… quanta lealtad y crianza que en vos ficiemos y de poridades, y fianza que en vos fallamos siempre en los nuestros Consejos… et por quanto afan y travajo oviestes y tomastes en nuestro servicio en tanto quanto anduviemos fuera de los nuestros Regnos de Castiella y de Leon.

Aunque el documento referido seria merecedor de un muy detenido estudio, baste hoy con haberlo reseñado y localizado como uno de los puntales, no solo de la documentada historia de los Mendoza alcarreños, sino como un hermoso y paradigmático monumento de la teoría política de la baja Edad Media castellana.