ABC del urbanismo en Guadalajara

viernes, 26 septiembre 1986 0 Por Herrera Casado

 

Están de moda los estudios sobre urbanismo. Cada día sale algún libro, algún trabajo monográfico, o se expresa en conferen­cias, o en cursos, la evolución del conocimiento sobre la forma en que, antiguamente se estructuraron las ciudades, y en ellas discurrió la vida de las gentes. Si el urbanismo actual es disciplina viva en la que se engarza la sociología, la sanidad y el respeto al medio ambien­te, el urbanismo histórico o, por mejor decir, la historia del urba­nismo, también tiene una conexión con la realidad actual, con nuestras vidas de hoy, pues viene a explicar como fue, en sus orígenes, la estructura vital de la ciudad, y en que forma puede mejorarse nuestro discurrir tratando de respetar o utilizando los modos antiguos de ordenar el territorio urbano.

Guadalajara es una ciudad vieja como lo es su historia, que va ya por los mil años de andadura. Los árabes, al poner en la margen izquierda del río Henares la ciudad de Al‑Faray, la medina que luego se llamó Wad‑al‑Hayara por ser capitana del valle de los casti­llos que formaba el Henares, estaban colocando los cimientos de un burgo que jugaría señaladas manos en la partida secular de la historia hispana. Ellos la dieron su forma primera, reducida, defensiva. Seria luego el empuje repoblador y formativo de los monarcas castellanos, especialmente Alfonso VII, Alfonso VIII y Alfonso X, lo que diera a Guadalajara su aspecto definitivo, el cuerpo final sobre el que se irían poniendo edificios, articulando plazas o alzando rutas de vita­lidad intraurbana.

La ciudad tomo su forma definitiva tras la reconquista en 1085. La muralla se amplió y cercó al burgo entero. Este se extendió sobre el lomo agrio escoltado de barrancos que van a dar en el Henares. La estructura urbana se vertebro sobre tres ejes fundamen­tales, tres calles que, de diferente trazado y  función, perseguían dar vida y dinamismo al burgo en su articulación perfecta. Serían estas la calle mayor central, otra que por el poniente circundara la muralla, y otra final que haría lo mismo por levante. Guadalajara ofrecía, de todos modos, otras alternativas. Para quien fuera de camino, como los que iban y venían desde otras partes del reino de Toledo hacia las salinas de Saelices, se evitaba el trafico interno, una vez cruzado el puente, siguiendo el camino salinero que iba por el borde norte del barranco del Alamín, rumbo a la alcarria, o bien siguiendo el camino de Castiljudios, doblando a la derecha una vez cruzado el puente, y siguiendo por el otro lado del barranco del Coquín.

Pero para quien tenía intención de entrar a Guadalaja­ra, el camino seguía muy cuesta arriba, pues el lomo montañoso existió hasta mitad del siglo pasado, en que se rebajó para permitir un acceso mas fácil a través de la actual trinchera que sube entre el Hospital Provincial y el Parque Móvil. Se atravesaba el barrio de la Alcalle­ría, o de Cacharrerías, en algunas épocas protegido por muralla de ligero calibre, y finalmente se llegaba al lugar donde realmente se iniciaba el burgo amurallado. La puerta de Brabante o de Madrid luego llamada, se abría apoyada entre el alcázar o castillo y el convento de las Jerónimas, que aun antes habían sido casonas y palacios fuertes de los López de Orozco. Desde allí, a la altura de la actual plaza de los Caídos, se iniciaba esa articulación urbana que antes he mencionado. Ese ABC que proponía tres lecturas, tres caminos diferentes para andar Guadalajara.

La calle mayor subía recta toda la cuesta. Pasaba junto a la iglesia de Santiago. Alcanzaba la de San Andrés, se hacía tortuo­sa y estrecha antes de abocar a la plazuela o corral de Santo Domingo, donde hoy se ubica la plaza mayor, y seguía ascendiendo hasta llegar a la otra parte de la muralla, hasta el limite de la ciudad en la puerta del Mercado, frente a la plaza actual de Santo Domingo. La columna central y sustentadora de la ciudad fue desde el siglo XI y aun continua siéndolo, esta calle mayor alrededor de la cual se trazo la vida de Guadalajara.

Por el costado de poniente, la calle del Cristo de Feria circulaba por detrás de la puerta y torreón de Alvar Fáñez, y siguiendo todo lo que hoy es la calle que lleva el nombre del conquis­tador, y subiendo por la cuesta de Cervantes y travesía de Santo domingo alcanzaba también la puerta del Mercado, dando un segundo camino, más cuestudo en su tramo final, para el paso por la ciudad.

Finalmente, y desde la puerta de Madrid donde el viaje­ro decidía su camino, a la izquierda surgía otra calle que seguiría de continuo el trazado de la muralla por su costado de levante. Era la calle que en principio se denomino del Adarve, y luego durante muchos siglos llevó el nombre de Barrionuevo, donde fueron surgiendo toda suerte de palacios y conventos (la Cotilla, la casona de los Orejón, los Guzmán, los conventos de Carmelitas de Arriba y de Abajo, el palacio del Cardenal Mendoza, la iglesia de San Miguel, etc. A comien­zos de este siglo, cambio el tradicional nombre de esta calle por el de dos figuras de disimilar merito: el ingeniero Mariño y el Dr. Ramón y Cajal. Terminaba finalmente saliendo de la ciudad por la puerta de Bejanque, otro fortificado torreón que fue derribado en el siglo pasado. Aun se unían esta calle y la mayor, siguiendo por la calle de la mina todo el costado meridional de la muralla, dejando fuera del burgo lo que hoy es la Carrera.

Quizás tras esta visión de la antigua ciudad murada, de su fluida vertebración urbana, puedan sacarse conclusiones que sirvan para el problema que nuestro tiempo tiene planteado. Una vieja ciudad medieval, como sin duda es Guadalajara en su parte vieja, tenía unos caminos internos, unas calles, que servían a su vida perfectamente. Al cerrar hoy unja de ellas, la principal mediante una peatonalización que todavía sigue pareciéndonos un lujo insoportable, es preciso pensar en dar fluidez a su vida a través de las otras dos calles, de las otras dos letras de este abecedario. Si no se hace así, lo único que va a conseguirse es estrangular la ciudad, ahogarla. En suma, destruirla, Y eso es muy serio.