Epidemias medievales en la Alcarria

viernes, 30 mayo 1986 0 Por Herrera Casado

Ruinas de la iglesia parroquial de La Golosa, un pueblo de la Alcarria que quedó sin habitantes tra sla peste negra del siglo XIV.

 

Lo que según todos los indicios historiográficos debió ser una región muy poco poblada, por no decir casi desierta, en la actual tierra y provincia de Guadalajara, sufrió un proceso de gigan­tesca repoblación durante la primera Edad Media gobernada de los castellanos. Aunque indudablemente no es genérica esta alusión, pues hubo espacios, como toda la vega del Henares, desde Alcalá a Sigüenza, que siempre tuvo población numerosa, o incluso las vegas bajas de los ríos alcarreños también la tuvieron. 

Como digo, en líneas generales puede considerarse que tras el año 1085, en que se completa la conquista a los árabes de la mayor parte del actual territorio de Guadalajara, este comenzó a recibir una población numerosa de gentes venidas del norte, que en el fenómeno de la denominada «repoblación» llenaron de vida y de dinamis­mo económico todos los rincones del territorio. Crecieron todos los pueblos y aparecieron otros nuevos. Surgieron iglesias, castillos, puentes en los caminos, campos labrados y bosques con dehesas llenas de ganado. 

Pero este movimiento de crecimiento lento y seguro, que lleno el territorio guadalajareño de centenares de pueblos y aldeas, se vio detenido bruscamente en la mitad del siglo XIV. Sabemos de algunos pueblos que a finales de ese siglo habían quedado totalmente vacíos, abandonados. La población de los grandes núcleos se estanco e incluso disminuyo. ¿Qué ocurrió en nuestra tierra para que tamaña des­gracia se abatiera sobre ella? ¿Qué fenómeno o accidente súbito detuvo la vida y su ritmo entre las pardas y rientes serranías de Guadalajara y de la Alcarria? La respuesta tiene un nombre: la «peste negra», que asoló Europa desde comienzos del siglo XIV, reduciendo la población del continente, en un solo siglo, a la tercera parte tan solo. 

Leemos a Juan de Aviñón, en su Sevillana Medicina, escrita en 1380, y encontramos algunas de las causas que él, como médico y contemporáneo de la masacre, ha visto segar tantas vidas humanas. Ha sido el cólera, la malencolia, las viruelas, el sarampión, los tabardetes, las pleuresias, muchas fiebres tercianas, cuartanas y pestilenciales, las cotidianas y descendimientos, los ahogamientos de la garganta, las esquinencias y vómitos, la tos, las flemas, los carbunclos, los dolores de costado, el mal de boca, la plenoresis, las rengas y las apostemas. En medio de ese fenomenal barullo de síntomas y enfermedades, se esconde la peste como negra mano que todo lo abar­ca. Entró en la Península en 1348, a través de los puertos de Levante y por Santiago de Compostela, entre los meses de marzo y mayo. En octubre, estaba ya afectada toda la Península al norte de una línea ideal que fuera desde Coimbra por Soria hasta Valencia. En la primave­ra de 1349, era ya toda la Península Ibérica la afectada por el terrible mal, más severo cuanto que era totalmente nuevo. 

Siguieron otras epidemias generales, más o menos loca­lizadas, pero también amplias y mortíferas, en los decenios 1361064, 1371‑74 y 1381‑84. Algunos estudios locales que se han hecho en pro­fundidad nos dan muestra de la magnitud de esta catástrofe. En la plana de Vich, hacia 1350 habían muerto las dos terceras partes de sus habitantes. En 1353, una quinta parte de los pueblos y aldeas de la diócesis de Palencia habían sido abandonados y despoblados. En la diócesis de Sigüenza, a falta todavía de un estudio detenido del tema, podemos asegurar que aproximadamente de un 10 a un 20 por ciento de sus aldeas quedaron vacías y despobladas entre 1350 y 1400. 

Ahora nos entretendremos brevemente en contemplar este fenómeno histórico y social en una comarca de nuestra provincia, en la Alcarria Baja, tierras de Almoguera y Zorita. En su magnifico libro sobre «Aproximación histórica a la Alcarria Baja», publicado el año pasado por la Institución de Cultura «Marques de Santillana», abordaba este tema el investigador Ballesteros San José. Y exponía, tomados de las Relaciones de los pueblos de la zona en el siglo XVI, unas estadísticas curiosas, en las que se pone en evidencia que a finales de dicha centuria, el alfoz de Zorita tenia 18 pueblos habitados y 15 despoblados, mientras que la proporción en el alfoz de Almoguera era aun más sorprendente: frente a 7 pueblos vivos, había otros 8 ya muertos y vacíos. Ballesteros deduce un proceso lento en esta despo­blación. 

La verdad es que en algunos casos se conocen las fechas de los hechos: antes de finalizar el siglo XIV había 3 despoblados: Cabanillas, Conchuela y La Golosa, los tres muy probablemente victimas totales de la peste. En la primera mitad del siglo XV, se vació Villamayor. En la segunda mitad del siglo XV, se quedaron sin gente Anguix y Seber. A principios del siglo XVI se despobló Aldovera, y en la segunda parte de esa centuria, Valdolmeña. Pero de los otros 15 despoblados que quedan, solamente noticias legendarias o muy indirec­tas han llegado hasta nosotros. En las Relaciones se dice de ellos que estaban despoblados «de muy antiguo». Y en la tradición oral de estos lugares sobresalía la causa de la peste como motivo principal del despoblamiento. 

También las cabezas de alfoz y sus pueblos perdieron población desde el siglo XIV. La tradición en este caso aduce otra razón: fueron las guerras múltiples de los años de la decadencia del Medievo. Guerras civiles, guerras contra Portugal y contra Navarra, contra los moros de Granada, etc. Quizás era una forma «digna» de explicar algo que, en el fondo (si se trataba de la peste también) no les gustaba traer en protagonismo. 

En mi opinión, es indudable que la peste negra causo una gran mortandad en tierras de la Alcarria durante la segunda mitad del siglo XIV, en unas proporciones que, a falta de un estudio más detenido, podrían cifrarse en casi el 50 por ciento de la población. Uno de los ejemplos más llamativos es el de La Golosa, aldea de la encomienda calatrava de El Collado, junto a Berninches, que en 1391 contaba solamente con cuatro vecinos, que decidieron agregarse como vecinos a los de Berninches, según un curiosísimo documento que ana­licé el año pasado en el Archivo Municipal de Berninches y que motivo un «Glosario» al que me remito para más  detalles. 

En todo caso, estas líneas no vienen sino a plantear un interesante enigma histórico que, a nada que se trate de forma meticu­losa y monográfica puede aportarnos muy interesantes conclusiones, y pintar con viveza uno de los momentos más angustiosos y terribles vividos por nuestros antepasados: el de la llegada y señorío de la «peste bubónica» o «peste negra europea». Como se ve, no todo lo que viene de más arriba de los Pirineos lo hace con pasaporte de Jauja. 

BIBLIOGRAFÍA

BALLESTEROS SANJOSÉ, P., y MURILLO MURILLO, R.: Aproximación histórica a la Alcarria Baja, Guadalajara, 1985, pp. 120‑126 

LADERO QUESADA, M. A.: Población, economía y Sociedad, en «Historia General de España y América», tomo V, Edit. Rialp, pp. 3‑5 

MITRE FERNÁNDEZ, E.: Algunas cuestiones demográficas en la Castilla de fines del siglo XIV, en «Anuario de Estudios Medievales», VII (1970‑ 71) 

UBIETO ARTETA, A.: Cronología del desarrollo de la peste negra en la Península Ibérica, en «Cuadernos de Historia», V (1975) 

HERRERA CASADO, A.: Un testimonio de la peste negra en Berninches, en «Nueva Alcarria» de 5 de julio de 1985