La Universidad de Sigüenza

viernes, 16 agosto 1985 0 Por Herrera Casado

 

Estalla hoy Sigüenza en alegrías y bullangas. No es para menos, teniendo en cuenta ser este 16 de agosto el día dedicado a San Roque, el peregrino patrón de los seguntinos. Antes y después sobre­vendrán los más diversos festejos, desde lo taurino a lo musical, desde lo religioso a lo cultural. Pero en estas jornadas de fiesta y alegría, Sigüenza mantiene su dignidad de burgo antiguo y cargado de historias. En esta ocasión, y como un homenaje a la Ciudad Mitrada, ahora que los cursos de verano de la Universidad de Alcalá de Henares van poco a poco cuajando y revitalizando una perdida pero efectiva tradición de siglos, expongo en las breves líneas de este Glosario la historia de su Universidad, una de las instituciones mas característi­cas seguntinas.

Una de las instituciones que a lo largo de los siglos ha dado más prestigio a la ciudad de Sigüenza, ha sido la Universidad. El precedente de dicha institución científica fue el Colegio Grande de San Antonio de Portaceli, fundado en 1476 por un canónigo seguntino, don Juan López de Medina, arcediano de Almazán. Extramuros de la ciudad, sobre un altozano en la orilla derecha del río, donde hoy asienta la estación del ferrocarril, se puso humilde edificio que fue ampliándose paulatinamente. Las Constituciones primitivas del Colegio fueron aprobadas por el Papa Sixto IV en 1483 y promulgadas el 7 de julio de 1484. Hubo luego adiciones y reformas, hechas por el propio fundador unos años después por el Cardenal Mendoza en 1489, y por el Cardenal Carvajal en 1505.

Esta fundación la entregó López de Medina a los jerónimos, en 1484, para que ellos fueran los administradores del centro. Se instituía así monasterio y Colegio en este se darían clases de Teolo­gía, Cánones y Filosofía a cargo de «lectores» de esos temas. Ensegui­da se añadió por el fundador una casa aneja que sirviera de colegio para 13 clérigos pobres. Además estableció en el piso bajo un «Hospi­tal de Donados» para que en el se mantuvieran cuatro pobres, sexagena­rios. En esta fundación, tan curiosa, se deba vida conjunta a tres de los ideales mas queridos del Medievo se alzaba un monasterio (para la religión), un colegio (para la ciencia), y un hospital (para la cari­dad).

La intención del fundador era la enseñanza de Teología y Filosofía a los clérigos. El número de trece colegiales, con uno de ellos como rector, lo hizo en recuerdo de Cristo y sus apóstoles. Nombro patronos del Colegio al Deán y Cabildo de Sigüenza, así como al prior del monasterio jerónimo anejo. Las condiciones que se ponían para entrar de colegial, eran las de tener al menos 18 anos, ser tonsurado, virtuoso y hábil para la ciencia y el estudio. Desde el primer momento, en las adiciones del fundador, las Constituciones cuidaron mucho la información previa genealógica y de limpieza de sangre de los colegiales, que vestían «ropón de paño pardo con capu­cha» en recuerdo de San Jerónimo, San Francisco y San Antonio.

Aunque en la idea primitiva de López de Medina, estaba ya la creación de una Universidad, esta no se llevo a cabo hasta unos anos después, con la solicitud que el Cardenal don  Pedro González de Mendoza hizo al Papa Inocencio VIII, y este contesto afirmativamente con Bula de abril de 1489. De esta manera, el primitivo Colegio de San Antonio alcanzaba la posibilidad de conceder grados de bachiller, licenciado, maestro y doctor en las materias impartidas. En un prin­cipio, estas fueron la Teología, las Artes y los Derechos. Los cate­dráticos tenían que ser canónigos del Cabildo. Mas tarde, en 1540, se crearon las cátedras de Vísperas de Teología, Filosofía y Lógica. Desde el principio, el único libro de texto que se utilizaba en la universidad de Sigüenza, para todas las facultades, era la «Summa Theologica» de Santo tomas. En 1551 se crearon nuevas facultades: las de Derecho (canónico y civil) y Medicina. Durante la época de creci­miento y esplendor de esta Universidad, el siglo XVI en toda su exten­sión, además de las cátedras se fundaron academias, y en todas ellas impartieron enseñanzas valiosas figuras de la ciencia renacentista: Pedro Ciruelo enseñó filosofía; Fernando de Vellosillo, Vísperas de Teología; Pedro Guerrero, la Teología; el primer catedrático de Medi­cina fue el doctor Juan López de Vidania. Una de las causas por las que esta institución era preferida a otras de Castilla, estaba en que era la mas barata en lo relativo a derechos de exámenes.

Situada desde su fundación en las afueras de la ciudad, en la orilla derecha del río, quiso el Cardenal Mendoza trasladar la Universidad a lugar mas céntrico, dentro de las murallas, en la ciudad eclesiástica. Pero los monjes jerónimos se opusieron. Ello retraso mucho su posible desarrollo, por la incomodidad que suponía, para profesores y estudiantes, desplazarse a diario hasta su recinto. Constaba el antiguo edificio de un gran patio con fuente redonda central, a donde daba el monasterio, el «general» o aula principal, y alrededor se abrían otras aulas, la biblioteca, el archivo, refecto­rio, cocinas, mas la capilla, estando en los pisos altos los dormito­rios de los estudiantes.

A partir del siglo XVII se inicio la decadencia de la insti­tución. La calidad de la enseñanza bajo, quedando anticuada. Hubo numerosos pleitos por cuestiones protocolarias. Tuvo cada vez menos estudiantes y mas reducida renta, por lo que en ocasiones rozo la bancarrota. Fue el Obispo Bartolomé Santos de Risoba quien promovió el traslado de la universidad a la ciudad, realizándolo en 1651. Elevo un nuevo y grandioso edificio barroco (hoy Palacio Episcopal) para albergar aulas y dependencias. Ya en el siglo XVIII, en 1752 hubo que añadir dos cátedras nuevas a la única existente de Medicina, para evitar el cierre de esa facultad. Las reformas de Carlos III llegaron a la Universidad de Sigüenza, que ya agonizaba: en 1771 hubo que cerrar tres facultades: Leyes, Cánones y Medicina, por falta de alum­nado y dotaciones.

Por la influencia de la Universidad, se crearon en Sigüenza algunos Colegios: así el de San Martín, creado en 1618 por el racione­ro molinés Juan Domínguez; el de San Felipe (o de Infantes) creado en 1641 por el Cabildo para acoger a niños y educarlos, y el de San Bartolomé, fundado en 1651 por el Obispo Santos de Risoba, y que fue el primer Seminario de la Diócesis.

Las reformas de 1807 suprimieron la Universidad de Sigüenza. En la ocasión de la Guerra de la Independencia, los colegiales se unieron a un batallón que peleó en la contienda contra los franceses. En 1814 se restauro la institución, que quedo reducida a Colegio en el plan Calomarde de 1824, siendo clausurada definitivamente en 1837. El espíritu universitario, sin embargo, ha pervivido en Sigüenza, y hoy cuenta  ‑con los antecedentes de numerosos cursos, jornadas y activi­dades de alto rango científico‑  con todas las posibilidades para servir de «Universidad Estival» a cualquiera de las instituciones madrileñas que aquí podrán ampliar  ‑en favorable ambiente de tradi­ción, clima e infraestructura‑  sus tareas docentes durante el verano.

Aunque hoy, día de San Roque, patrón de Sigüenza y lo segun­tino, en plena efervescencia la alegre Fiesta de la ciudad, no es el momento apropiado para hablar de historias y pretéritos aconteceres, si que creo interesante dar estas pinceladas de historia local, para demostrar que esa bien ganada fama de ciudad viva pero densa de leyen­das y realidades es, ‑Sigüenza eterna‑ el paradigma del burgo hispano, el resumen cabal de la ciudad virtuosa.