Arte e Historia en Durón

viernes, 19 julio 1985 0 Por Herrera Casado

La fuente barroca de Durón.

 No hace mucho tiempo, y a instancias de una dinámica y entusiasta Asociación Cultural que existe de reciente fundación en el pueblo, tuve ocasión de hablar en Durón sobre su historia y algunas otras cosas relativas al pasado lejano de la Alcarria, pudiendo com­probar el enorme interés que existe en esta bella localidad alcarreña por conocer los temas de su pasado y de su historia. Recordaremos ahora en este Glosario, para el conocimiento general, todo lo que Durón ha supuesto en la historia y lo que hoy supone de interés para los buscadores de la recóndita belleza de los pueblos.

También en este año de 1985 Durón ha cumplido el IX Centena­rio de la Reconquista. A raíz de la campana del rey Alfonso VI sobre el reino islámico de Toledo, y que concluyo con la conquista de la ciudad en mayo de 1085, toda la comarca de la Alcarria quedo en el marco del reino castellano ampliado hasta limites meridionales. La frontera del Tajo era incluso superada, y axial en sus orillas quedaba abierta la semilla para un desarrollo que ya se hizo imparable.

El lugar de Durón quedo incluido en un principio en tierra de Atienza. El fuerte Común de Villa y Tierra atencino extendía sus fronteras y sus Fueros hasta el Tajo y aun le sobrepasaba en algunos lugares. En ese contexto, y teniendo en cuenta la tradicional división de los antiguos comunes de la extremadura castellana en sesmos (seis partes del territorio), Durón quedo desde un principio como cabeza o capital del Sesmo del Tajo, que comprendía otros lugares como Budia, El Olivar, Gualda, Picazo y Valdelagua.

Pero ya en el siglo XIV, las continuas querellas de Jadraque contra Atienza forzó a una independencia de la primera localidad respecto a la segunda, resultando de ello la creación de un Común o Tierra de Jadraque con gran fuerza y extensión, en la que vino a quedar incluida la villa de Durón. Desde esa centuria giro siempre en la orbita de Jadraque, y en todo reconoce su misma historia.

En breves líneas, podemos recordar que la historia de Jadra­que, a la que como acabo de explicar va en todo unida la de Durón, pasa desde la línea de ser tierra de realengo a serlo de señorío en el siglo XV, cuando en 1434 ocurrió la boda de una Da. Maria de Castilla, hija de D. Diego y nieta del rey Pedro I el Cruel, con D. Gómez Carrillo de Acuña, camarero del rey castellano Juan II. La tal Da. Maria, que fue mujer de gran valor y buenas prendas, recibió el seño­río de Jadraque y su tierra como dote a su boda de la reina María, esposa de Juan II. El caso es que luego siguió Durón en todo los avatares de la historia jadraqueña, y axial paso con ella al señorío de los Mendoza en 1469, cuando el señor de Jadraque, a la sazón D. Alfonso Carrillo de Acuna, cambio a Pedro González de Mendoza este territorio por Maqueda y la alcaldía mayor de Toledo.

Heredo Jadraque, y por supuesto Durón, Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza, «el bello pecado del Cardenal», que fue nombrado marques de Zenete por valerosa actuación en la guerra de Granada, y mas tarde conde del Cid por su boda con Leonor de la Cerda, hija del duque de Medinaceli. En este señorío de los Mendoza, marqueses de Zenete y luego duques del Infantado, continuo durante siglos Durón, hasta la desaparición de los señoríos cuando las Cortes de Cádiz.

Para el viajero de hoy, es un verdadero regalo llegar a Durón y recorrer sus viejas y bien cuidadas calles. Se respira en ellas toda la paz de lo rural y el cuidado de la civilización en los deta­lles. Cuando uno va buscando la autenticidad de lo rural, la arquitec­tura popular de nuestras tierras, las huellas autenticas de la histo­ria y la belleza de las obras artísticas, pocas veces puede conjuntar de manera perfecta sus deseos. Pero esto ocurre perfectamente en Durón, donde se combina la pulcritud de lo que es tratado con amor y la autenticidad del campo. Recorrer las cuestas, las plazas y los caminos arbolados de Durón es un gozo que bien merece, por lo fácil, intentarse cuanto antes.

Aunque fuera del pueblo, pero en su termino y en un paraje de gran belleza, desde el que se contempla el embalse que hace el Tajo en Entrepeñas, a gran altura entre pinares y rocas, se alza la ermita de Nuestra Señora de la Esperanza, que fue erigida en el siglo XVII bajo la dirección del arquitecto Juan García Ochaíta, y que trasladada piedra a piedra por la Confederación Hidrográfica del Tajo cuando se construyo el Embalse, hoy amenaza hundimiento si no se pone un rápido remedio a sus resquebrajaduras.

A la llegada al pueblo, destaca también un singular y senci­llo monumento, la «picota» representante del villazgo de Durón, y que en forma de un alto cilindro de piedra saluda al viajero desde las primeras casas, casi oculta entre la vegetación exuberante de estos días.

En el interior, es un gozo recorrer la calle mayor, en la que pronto se encuentra el viajero con el antiguo edificio de la Carnicería, dedicado hoy a edificio concejil y remozado Ayuntamiento. Reestructurado en su interior con sencillez y elegancia, al exterior muestra este edificio toda la puridad de la arquitectura popular alcarreña. Los vecinos de Durón pueden estar justamente orgullosos de este restaurado edificio concejil. Junto a el, acompañada de un viejo olmo, surge la «fuente barroca» que por un mascaron de bronce con rostro leonino va soltando el agua fresca del interior de la montaña. Siguiendo por la calle principal, se pueden encontrar varias casonas nobiliarias, todas ellas cargadas con la prosapia de sus escudos de armas, que hablan de infanzonías y tiesos hidalgos.

En la plaza principal, también hoy remozada y ancha, destacan varios edificios de noble abolengo, y es presidida por uno en el que se ven los escudos de la Inquisición. Enfrente se alza la iglesia parroquial, con portada sorprendente, única en la Alcarria, en la que el estilo barroco toma unos rumbos absolutamente propios y nunca vistos. Sobre la torre, que es de planta cuadrada, figura la fecha en que se construyo el templo: el ano de 1693.

Bajando hacia el valle, por el camino que va hacia Sacedón, aun puede verse un gran Calvario de piedra, donde antiguamente se centraba la devoción popular y los caminantes pararían a echar un trago. Cerca esta la ermita de la Soledad, hot convertida, con gracia, en vivienda particular. Y en fin, no solo es la serie enumerada de edificios o rincones los que dan a Durón un encanto y una capacidad de asombrar al viajero, sino que añade la visión general de la villa desde la distancia en el pantano, y el deambular tranquilo, al atardecer, entre las huertas cercanas, sobre los montes que la circundan. Sin exagerar podemos considerar a Durón como uno de los lugares que guardan mayor encanto y atracción para quien por primera o sucesivas veces le visita. Quizás este mismo fin de semana sea la mejor ocasión para que tú, amigo lector, te animes a conocerlo.