Un testimonio de la peste negra en Berninches

viernes, 5 julio 1985 0 Por Herrera Casado

 

Cuando uno repasa las historias propias de los pueblos de nuestra provincia, o escucha de labios de sus viejas gentes las consejas en que resumen sus propias vicisitudes seculares, siempre aparecen esas vagas referencias a «pueblos comidos por las hormigas», «pestes que asolaron algún pueblo», mortandades y pestilencias varias que redujeron a la nada, al silencio perenne, a decenas y decenas de lugares, antaño rientes y plenos de vida. Todas esas consejas, trans­formadas por el decir popular de siglos, tienen siempre algo de razón, y se fundamentan en hechos que, aunque la crónica no haya recogido con puntualidad, si que tuvieron una consistencia firme.

Si en el siglo XII, tras la reconquista del territorio castellano de la Transierra, se crearon y fundaron numerosos pueblos y aldeas en lo que hoy es la provincia de Guadalajara, seria luego en la época de la Baja Edad Media que muchos de esos lugares volverán a quedar vacíos y yermos, arruinados sus caseríos y por los suelos sus iglesias y castillos. Serian los que luego se conocieron como despo­blados, de los que crónicas y leyendas, e incluso hoy la investigación de campo, nos demuestran su real existencia.

De uno de tantos casos vamos a tratar hoy. Concretamen­te del despoblado de La Golosa, en el termino actual de Berninches. La tradición oral en esta villa, que se plasmo en el siglo XVI en las respuestas escritas de sus vecinos al cuestionario o Relaciones Topo­gráficas solicitadas por Felipe II, ya mencionan como una gran pesti­lencia acabo, en el Medievo, con la practica totalidad de los vecinos de La Golosa, que finalmente se fueron a vivir, los cuatro que queda­ron, a Berninches, único lugar que les admitió como vecinos.

Estas tradiciones y consejas están basadas en la reali­dad, y buena prueba de ello son los documentos existentes en el Archi­vo Municipal de Berninches, que recientemente me ha sido posible consultar, y que prueban fehacientemente la realidad de la existencia de una gran epidemia, posiblemente de peste, en los anos finales del siglo XIV.

Antes de referir el contenido de estos documentos, o al menos su sentido resumido y las noticias que de mayor interés encie­rra, creo necesario exponer, muy brevemente, la historia de Berninches y del vallejo que desde el corre dando vida al rió Arlés, mas abajo tributario del Tajo en la Pangía. Ya en 1199, cuando el Papa Inocencio III creo la Orden Militar de Calatrava, figuraba El collado como una pertenencia territorial de la naciente Orden. En lo profundo del valle del Arlés, los caballeros calatravos pusieron templo, convento y poblado. En su derredor surgió la vida. Una hermosa iglesia de estilo románico surgió y una hospedería reunió durante siglos a peregrinos y caballeros. Poco después surgieron los poblados, mínimos, de la Golosa y Berninches, ambos denominados lugares poseídos por la Orden de Calatrava y encuadrados en la Encomienda del Collado.

De La Golosa luego hablaré. Baste decir que se despobló a finales del siglo XIV. De Berninches puede afirmarse que paso a ser villa por si en los anos finales del siglo XV. Concretamente, en 1468 ya era villa. Con la llegada de la monarquía de los Austrias, Felipe II vendió la villa de Berninches a su tesorero real, don Melchor de Herrera, luego Marqués de Auñón, adquiriendo por entonces El collado, ya en ruinas, don Pedro Franqueza. Ambos lugares fueron poco después adquiridos, en 1614, por don Luis de Velasco, marques de Salinas, en cuyo poder permaneció hasta el siglo XIX. Uno de los datos más intere­santes que los documentos consultados nos ofrecen es la real existen­cia de un castillo en Berninches, al menos durante la edad Media.

Y vamos con el tema de la peste: la bubónica o peste negra penetro en España en 1348, a través de diversos puertos del Mediterráneo y por Santiago de Compostela. En 1349 ya estaba afectada toda la Península. Hubo luego otras intensas epidemias, menos gene­rales, pero de efectos muy intensos en comarcas o regiones aisladas, en las épocas de 1361‑64, 1371‑74 y 1381‑84. En La Golosa (y posible­mente en otros lugares de la Baja Alcarria), la epidemia fatal se produjo entre los anos 1390 y 1391. Entonces, la mortandad en el lugar de La Golosa fue tan grande que en el otoño de este último ano sola­mente vivían en el lugar cuatro vecinos. Sabemos sus nombres: Gil Martín Guerrero, su hermano Juan Martín Guerrero, Martín Díaz y Diego, el hijo de Pedro Martín.

El día 8 de noviembre de 1391, reunidos los hombres buenos de Berninches, a campana repicada según lo habían por uso y costumbre, en «el portal de la iglesia del dicho lugar», lo cual que prueba que en el siglo XIV Berninches tenia una iglesia de estilo románico, acordaron admitir por vecinos del lugar a los referidos cuatro habitantes de La Golosa, que acordaron someterse a los impues­tos pertinentes y acudir a Concejo en Berninches cuando este se cele­brara. Era entonces maestre de Calatrava fray Gonzalo Martín, quien a la sazón residía en la su villa de Almoguera. Y como Comendador cala­travo de El Collado aparece fray Juan de Caamaño. Signo el documento Diego Fernández, escribano publico de Berninches.

Es curioso el dato de la pena o multa que se estipula imponer a quienes vayan contra lo acordado en el referido documento: deberán pagar una cantidad de 3000 maravedíes, siendo una parte para el señorío de la Orden; otra, para la parte obediente, y una tercera para «los ministros del castillo de este dicho lugar de Berninches». Al mismo tiempo, se hicieron comunes los términos, los pastos, las dehesas, los montes, las aguas y los caminos.

Este viejo documento, escrito en hermosa letra gótica, se conserva aun en el Archivo Municipal de Berninches. Una traducción del mismo se hizo en 1825 por don Francisco Escribano, que lo era real y del número de la villa de Tendilla, y socio de la Real Academia Latina de Madrid. Otros dos viejos documentos medievales, conservados en regular estado en dicho archivo, exponen otros temas relativos a un pleito con la villa de Auñón, en 1468, sobre discusión de pastos y utilización de caminos, y que finalmente el maestre de Calatrava dirimió dando la razón a Berninches por cuestión de ser administradora de los lugares que correspondieron siglos atrás al lugar de La Golosa. El ultimo documento nos muestra como, ya en 1468, Berninches se titu­laba «Villa de Horca y Azote».

En definitiva, estos documentos originales vienen a expresar la realidad de la temida y casi mitológica «peste negra» que en el siglo XIV dejo reducida la población de Europa a su tercera parte, y como dicha epidemia clavo hondamente sus garras en territorio alcarreño. Es un dato, quizás puntiforme, pero en toda caso interesan­te para la historia de la Alcarria, que entre todos hemos de ir conformando.