Alcarreños en el Consejo de Castilla
Una de las instituciones capitales, y de la mayor importancia política, en la España del Antiguo Régimen, fue la del Consejo de Castilla, que desde la Baja Edad Media (en que, todavía en el reino castellano ‑ leonés, se denominaba como Consejo Real) cumplió las funciones de un auténtico consejo de ministros, formado en principio por una docena de individuos, luego ampliado en número a 18, y ya en la Edad Moderna a poco más de 20. Eran los miembros de este prestigioso organismo, personas de gran capacidad y probado juicio. Generalmente juristas, abogados y en alguna ocasión religiosos. Casi siempre pertenecientes a las familias de la más rancia nobleza castellana, se consideraba como culminación de una carrera (estudios en algún colegio mayor, acceso a una cátedra, ocupación de puestos en la administración real) el llegar a sentarse en la mesa del Consejo de Castilla, y en ella aportar criterios, influencias y aun trabajo, en orden a la gobernabilidad del reino. El respeto que todos los monarcas tuvieron por este Consejo, y su permanencia ininterrumpida, desde la Edad Media hasta comienzos del siglo pasado, avalan la importancia de sus funciones y la jerarquía de sus miembros. El iniciador de la monarquía absoluta, el emperador Carlos I, llegó a calificar al Consejo de Castilla como «columna de nuestros reinos», con lo que ello suponía de confianza e incluso dependencia de sus veredictos y opiniones.
A lo largo de la Edad Moderna, algunos alcarreños alcanzaron un puesto en este organismo directivo. Hoy vamos a recordarlos, siquiera sea en sus nombres y en algunos detalles biográficos, en su mayoría inéditos, y que pueden suponer una estimable aportación de datos para hacer más ancha y densa la galería de personajes que Guadalajara ha aportado a la historia de la Patria.
De la época de Felipe IV, en la primera mitad del siglo XVII, es la figura de don Juan de Morales y Barnuevo. Pertenecía a una familia afincada en la ciudad del Henares desde varios siglos antes, pues ya se sabe que en 1481 un Gonzalo de Morales fue alcaide de los castillos de Mandayona y Guijosa. Otro Juan de Morales fue secretario del Cardenal Mendoza y Tesorero General (algo así como ministro de Hacienda) de los Reyes Católicos, quedando enterrado en la capilla mayor de la iglesia de Santa María de Guadalajara, al lado del Evangelio, donde hoy se puede aún contemplar su estatua orante y su gran escudo de armas.
Este Juan de Morales y Barnuevo inició su carrera acudiendo a estudiar al Colegio Mayor de San Pelayo, en la Universidad de Salamanca, y posteriormente al de Santa Cruz, en Valladolid, uno de los más prestigiosos de Castilla. Ingresó en el primero de esos colegios en 1606, y ya en 1608 obtuvo una cátedra universitaria Finalmente, en 1617, entró en la Administración, siendo corregidor de varias ciudades importantes, y acudiendo a la tarea de reformar los colegios universitarios de Salamanca, que él tan bien conocía. En Málaga fue sonado el proceso que le instruyó al alcalde mayor, acusado de mala administración, por lo que acabo en la horca.
Don Juan de Morales y Barbuevo tuvo un tío materno, don Francisco Mena de Barnuevo, que ocupó puesto en el Consejo de Castilla, entre 1604 y 1616. Pudo servirle para su futura llegada a la Institución, pero indudablemente le fue de utilidad en los inicios de su carrera de funcionario. El nombramiento de consejero de Castilla para don Juan de Morales llegó el 25 de diciembre de 1645. Poco después, en octubre de 1647, y ya con mucho dinero en sus arcas, compró dos pueblos y el señorío de los mismos, en pleno corazón de la Alcarria. Primeramente fue Irueste, que entonces contaba con 60 vecinos, y por lo que pagó 44.100 reales. Inmediatamente adquirió Romanones. Fue también caballero de la Orden militar de Alcántara.
De la segunda mitad del siglo XVII y comienzos del XVIII, son otros tres personajes de nuestra provincia, que alcanzaron el rango de consejeros de Castilla. Uno de ellos, don Miguel del Olmo y de la Riba, era natural de Almadrones, miembro de una ilustre familia de aquella villa, de la que salieron incluso militares y eclesiásticos de rango. Este personaje nació en 1654, cursó estudios eclesiásticos, y compartió las funciones del ministerio pastoral con las de la administración pública. Fue durante muchos años alto funcionario en Italia, destacando en su puesto de gran canciller de Milán. Pero al mismo tiempo ocupó la silla episcopal de Cuenca y fue electo arzobispo de Palermo. El rey Felipe V le designó directamente miembro del Consejo de Castilla el 4 de marzo de 1705. Murió en 1721.
Otro personaje de esta época fue don Juan Rosillo de Lara, que había nacido en el molinés enclave de Alustante, en 1632. En aquel pueblo hubo durante generaciones, personajes ilustres de esta familia, y aún hoy permanece en pie la gran casona de los Lara, de rancio abolengo molinés. Juan Rosillo obtuvo el grado de licenciado en la Universidad de Salamanca, en 1666 Desde mayo de 1671 formó parte del Colegio de Abogados de Madrid, y durante 10 años más fue agente del Consejo de Ordenes. En julio de 1682 fue nombrado fiscal del juzgado de lanzas y fiscal interino del Consejo de Ordenes. Su carrera de jurista se desarrolló siempre en las altas instancias de la administración de Madrid, y no llegó a pasar por los habituales cargos de presidente de Cancillería o Audiencias en provincias o ultramar, antes de llegar a ser miembro del Consejo de Castilla, cargo al que accedió en 16 de diciembre de 1714. Con ocasión del proceso inquisitorial de Macanaz, Rosillo fue revocado de su cargo, pero en 1717 fue repuesto en él, siendo entonces elevado al puesto de ministro del Consejo Real Murió en Madrid en 1720. Fue caballero de la Orden de Santiago.
Finalmente, recordaremos la figura de otro arriacense, don Apóstol Andrés de Cañas y Castilla, que perteneciente también a linajuda de Burgos, luego asentada en Guadalajara, supo escalar con su trabajo y entrega de toda una vida, los altos puestos de la administración. Admitido en Colegio Mayor en 1673, obtuvo cátedra de leyes en 1686, y entró al servicio de la Administración de Justicia en 1691. Empezó siendo juez de la Audiencia de Sevilla y desplegó una gran actividad, destacando en misiones auténticamente policiales, hasta el punto de que en Madrid debía gozar de fama de «buen sabueso», pues las más difíciles pesquisas se le encomendaron a él desde las altas instancias de la Corte: en 1697 fue enviado a Cádiz para investigar sobre la pérdida del galeón «Carlos II», el barco Almirante de la flota hispana, que se hundió, a lo tonto, en el mismo puerto gaditano. En ese mismo año, y en una campaña dirigida por él para la represión del contrabando en Sevilla, obtuvo uno de sus éxitos al requisar nada menos que 200.000 pares de medias, por un valor de 28.000 pesos, en el domicilio de un canónigo sevillano. Al año siguiente, en 1698, cumplió con una difícil misión al investigar en los astilleros cercanos a Moguer, la construcción de barcos que iban a ser entregados a Inglaterra. Aún en 1702 fue nuevamente destinado a Cádiz, para resolver un difícil caso entre un capitán de barco y el presidente de la Casa de Contratación. De su estancia en Andalucía salió casado con una joven de Antequera.
Ya en Madrid, a donde luego se trasladó a vivir, don Apóstol de Cañas fue nombrado para la sala de alcaldes de Casa y Corte. El 1 de mayo de 1714 fue nombrado miembro del Consejo de Castilla, y en ese puesto continuó, dedicado a él con entusiasmo, hasta su muerte en 1740. Por su testamento, que se conserva en el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid, sabemos de su acendrada religiosidad, su amistad con los libros de vidas de santos, que parece ser era lo único que leía, y su pertenencia a innumerables cofradías y hermandades religiosas, de varias ciudades españolas, de las consideradas «selectas»: era de la Orden Tercera de San Francisco, de la Esclavitud de Nuestra Señora de la Almudena, de la Escuela de Cristo de los Agustinos Descalzos de Salamanca, etc., etc. En ese mismo testamento, llega a implorar su intercesión y ayuda a 40 santos diferentes.
Y estas son las noticias biográficas de cuatro interesantes personajes, nacidos en los límites territoriales de nuestra actual provincia de Guadalajara, que hemos considerado de interés poner a la consideración de curiosos y enamorados de la vieja historia de nuestras tierras y nuestras gentes.
Bibliografía
Sobre la historia del Consejo de Castilla, debe leerse la obra de GIBERT, Rafael: El antiguo Consejo de Castilla, Madrid 1964, y los diversos estudios del granadino Pedro GAN GIMENEZ sobre dicha institución. Para analizar en profundidad el perfil sociológico de los miembros del Consejo, consultar la obra de la hispanista FAYARD, Janine: Les membres du Conseil de Castille á l’époque moderne, Ginebra (Droz), 1979. Para analizar en detalle los documentos de los personajes citados, se hace precisa la investigación directa y en profundidad en la Sección de Consejos suprimidos, del Archivo Histórico Nacional, en Madrid Especialmente interesante, en este sentido, la documentación referida a don Juan Rosillo de Lara, en A.H.N. sección Consejos, legajo 13.385, expediente 51.
Buenos días, en primer lugar felicitarle por su trabajo en este artículo. Me gustaría conocer quién es el autor del grabado que aparece en su artículo.
Muchas gracias por adelantado.