Pinilla de Jadraque, recuperada maravilla del románico

viernes, 2 marzo 1984 0 Por Herrera Casado

 

Me dijeron hace tiempo, que cuando el Dr. Layna Serrano, ante­rior cronista provincial y gran estu­dioso de la historia y el arte de Gua­dalajara, agonizaba en su lecho de muerte, hace de esto casi 13 años. La única idea que sobrevolaba su mente, preocupada por esas cosas que han martirizado el cerebro du­rante muchas horas, era el estado de ruina progresiva de la iglesia pa­rroquial de Pinilla de Jadraque, en la orilla del río Cañamares, que por entonces cumplía inexorablemente sus horas hacia la ruina total. Se había abierto una gran grieta en la fa­chada de la galería porticada, y el amor auténtico de unos buenos alcarreños había detenido momentá­neamente aquella ruina poniendo unos grandes palos que sirvieran de apuntalamiento al edificio.

Se iniciaron después gestiones tendentes a restaurar y consolidar aquel magnífico edificio, declarado, por la iniciativa de Layna, Monu­mento Artístico Nacional. Largas y arduas fueron esas, gestiones. En muchas de ellas participé, parecien­do siempre que nuestra voz se per­día, como un eco roto y cercenado, por los pasillos sin fin, de la Dirección General de Bellas Artes. Finalmente, y tras la amenaza cierta que supuso hace unos inviernos el hun­dimiento final de parte de la espada­ña, se iniciaron las obras de restau­ración. Hay que destacar a muchas personas, buenos alcarreños tam­bién, que se destacaron en el servi­cio a su comunidad, propiciando desde sus diversas parcelas de ac­tuación pública el que este edificio pudiera ser salvado de la ruina: Jo­sé María Bris, José Antonio Suárez de Puga y Jesús Campoamor han si­do algunas de estas personas.

Después de tantos avatares de tan prometida ruina y tan incierto salvamento, he vuelto a visitar la iglesia románica de Pinilla de Jadra­que. El día ventoso, nublado y frío del invierno es quizás el mejor mar­co ambiental para llegar hasta jun­to el templo que, en el siglo XII re­motísimo, fue erigido por las gen­tes que iniciaban la repoblación de esta Nueva Castilla de la Transierra. El fervor y la ilusión de hacer crecer un territorio nuevo fue el fermento magnífico de la floración de decenas de iglesias, todas ellas de estilo románico, símbolo mas cierto de lo medieval, que surgieron por la tie­rra de Guadalajara.

Pinilla, en el territorio de la ju­risdicción de Jadraque, desgajado del Común de Villa y Tierra de Atienza en la Baja Edad Media, vio levantarse en el oteruelo que domi­na la puebla una de las hermosas iglesias de la comarca. Hasta hoy nos ha llegado, casi intacta, su es­tampa de fuerza espiritual y de de­licado arte. Aunque estas palabras quieran ser, con mal pergeñado es­tilo, un resumen descriptivo del edi­ficio, sólo la contemplación admira­tiva de quien guste los monumentos genuinos de nuestro pasado podrá consolar del viaje y de la ocupación de acercarse a este remoto lugar de la campiña, breve y tierna, del río Cañamares.

Después de atravesar algunos en­cinares, olivares y tierras pardas que el discurso del río, a lo largo de los milenios ha ido tallando y vistiendo, llega el viajero a la puebla de Pini­lla, escondida entre una densa ol­meda. Solamente la gran espadaña, mole tallada en piedra, le servirá de referencia sobre el breve apiño de los tejados. Tras atravesar la villa, hoy ya con todas sus calles bien pa­vimentadas, limpias y dignas en su pe­queñez, llegará a lo más alto, donde el templo católico le asombrará con su color dorado y su apariencia de perfecta mole dirigida.

Sorprende, y en ello radica el in­terés artístico del edificio, la doble galería porticada que al sur y po­niente se abre en varios arcos que sostienen columnas pareadas y se culminan por magníficos capiteles, en los que aparecen plantas muy diver­sas, hojas de acanto y otras especies, manzanas y un largo etcétera de productos vegetales. Pero lo más interesante de esta colección de capi­teles es la muestra iconográfica que varios de ellos presenta, con figuras relativas a Cristo, a su Nacimiento y Pasión, y otro de estos capiteles con diversas figuras mitológicas que muestran peces de doble cola y se­res antropomorfos con colas de pez. Esta galería revela influencias, en cuanto a estructura y decoración, del románico castellano más puro, concretamente soriano y burgalés, y nos viene a indicar la procedencia de sus autores, remotos y desconoci­dos, que acudieron desde tierras norteñas a poner en este valle su arte y su inspiración.

La iglesia se completa con una enorme espadaña de cuatro vanos para las campanas, que culmina el muro de poniente. Y una puerta de entrada al templo, con arcada semicircular de múltiples arquivoltas, donde la decoración geométrica y vegetal se lleva la palma. El interior, ya modificado por los siglos, al igual que el ábside, son fruto de renovaciones posteriores, aunque aún dejan sospechar su primitiva estruc­tura.

Puede decirse, con la solemnidad que a cada uno apetezca, que la iglesia románica de Pinilla de Jadra­que es uno de los capitales edificios del románico de Guadalajara. Su restauración reciente, plenamente conseguida, ha venido a salvar defi­nitivamente este amenazado edifi­cio. Es ahora momento de volver a visitarlo, o de descubrirlo por quien aún no tuvo la oportunidad de acercarse hasta él.