Llegar a Milmarcos
Llegar a Milmarcos y buscar el arte de pasados siglos es tarea que realizan muchos viajeros, y aun otros muchos debieran realizarla. Sus propios habitantes saben apreciar ese legado importantísimo de su historia, y por eso es Milmarcos una de las villas del Señorío molinés que con mayor cuidado y buen animo conservan su patrimonio histórico‑artístico, y aun buscan formas para mejor mantenerlo y usarlo.
La iglesia parroquial de San Juan, sabido es de todos, presenta una arquitectura de estilo renacentista realmente magnífica de gran arte. Sus dimensiones y estructura la hacen similar a una catedral en pequeño. Su portada es un gran ejemplo de arte del siglo XVI en sus finales, y todas sus piedras, bien talladas y asentadas, completan un conjunto perfecto de arquitectura del Renacimiento hispano de la época de Felipe II.
En su interior hay gran cantidad de obras de arte para admirar, conservar y aprender de ellas. Son varios los retablos, con esculturas y pinturas; el órgano extraordinario del coro; la pila bautismal románica; las cerrajas de hierro labrado, etc. Pero de todo el conjunto destaca el gran retablo mayor, obra bellísima del Renacimiento que se conserva en muy buen estado, y que merece ser más conocido, y divulgado, entre los ambientes culturales del Señorío y de la provincia.
Se forma este retablo, que mide 9 metros de alto por 8 de ancho, de tres calles en vertical, y un banco un piso y un ático en horizontal. Se mantienen su estructura a base de columnas corintias de fustes decorados en su tercio inferior y entorchados a arpón los dos restantes. Arquitrabe, frisos y cornisas con frontón curvo partido rematan el conjunto principal. Se trata de un «retablo ‑ fachada», y su iconografía muestra, en el banco, dos escenas de la vida de San Juan: la «Degollación del Bautista» y el «Bautismo de Jesús». En los plintos del banco se muestran buenas tallas de cuerpo entero, de algunos santos: San Vicente, San Lorenzo, San Francisco y San Antonio. En el Sagrario central, hay dos escenas talladas que representan a David tocando la lira ante el Tabernáculo, y el sueño de Jacob. Las estatuas del retablo propiamente dicho son las de San Juan Bautista, en el centro, de magnífica calidad artística, y otras cuatro de los Evangelistas. El ático alberga un calvario, con Santa Lucia y Santa Apolonia a los lados, y a los extremos San Pedro y San Pablo. También son interesantes las credencias laterales que descansan sobre grandes ménsulas. Se ven en ellas escenas representando a dos virtudes (la Justicia y la Fortaleza) en posición horizontal, y sobre dichos cuerpos las representaciones de San José y San Miguel. Se trata, en definitiva, de un grandioso conjunto de arquitectura y escultura, joya de la parroquia de Milmarcos.
En cuanto a los autores de este retablo, sabemos que en 1636 o poco antes fue encargado de componerlo el escultor Juan Arnal vecino de Medinaceli (Soria), y lo empezó, pero pronto cedió la obra al escultor Francisco del Condado, vecino de la ciudad de Calatayud (Zaragoza), que fue quien realmente lo construyó y esculpió todas sus tallas. Finalmente, el ensamblador Pedro Virto, ayudado de Antonio Bastida, ambos también de Calatayud, terminaron de ajustar piezas y de colocar el retablo en su sitio. En 1640 estaba concluida la obra y puesta tal como hoy todavía, 340 años después, la contemplamos con admiración.
Distribuidos por el pueblo de Milmarcos existen otros diversos monumentos que el viajero no debe dejar de admirar. La ermita de la Muela y la del Cristo; el teatro Zorrilla, las diversas casonas, como la de los López Olivas, López Guerreros, Angulos, la Inquisición o sobre todas la de los García Herreros.
Sobre él muro severo del viejo ayuntamiento que ya ha cumplido su tercer siglo de existencia, se ve y se admira el antiguo escudo de armas de la villa, que tallado en pálida piedra caliza explica en breve frase –una buena imagen vale más que mil palabras– quien fue el monarca (Carlos II) que con su munificencia ayudó a la construcción del comunal edificio, y cuál el año (1679) en que creció a la luz la «Casa del Ayuntamiento de la Villa de Milmarcos».
Para ocasión tan solemne y única en la historia, se pidió a la Corte un escudo municipal, un símbolo con que representar los afanes comunes del pueblo milmarqueño. Quizás a instancias de algún letrado, de algún cura, bachiller o licenciado de ya naciente y barroco espíritu ilustrado, o puede ser que surgido del práctico y experimentado discurrir de algún «rey de armas» de la corte madrileña, nació el escudo de la villa, en fruto sazonado de cavilaciones y lógicas deducciones. No es éste, pues, un escudo de armas consagrado por antiquísima costumbre, teniendo en cuenta especialmente que Milmarcos fue durante la Edad Media aldea del Común de Calatayud, primero, y luego del de Villa y Tierra de Molina, por lo que su escudo sería en esas ocasiones el de su villa y cabeza. Pero en esta ocasión del siglo XVII se decide dar a la villa, con justicia y autoridades propias, su emblema definitivo y propio. Es éste.
En el cuartel central se ven un castillo de tres torres (sombreado en lontananza, eco de si mismo) con gran portón y múltiples ventanas, a cuyos muros llega un rapante león. En la bordura lucen dos letras mayúsculas, «M» y «C», y diez elementos semejantes que pueden identificarse como grandes recipientes o jarrones. Se cubre el escudo de corona real muy esquemática, y apoya el conjunto en profuso lambrequín barroco de ajado pergamino y pieles.
¿Cuál es el significado de todo ello? ¿Qué viene a decir -resumen y símbolo de un pueblo- este escudo del Ayuntamiento de Milmarcos? Basándonos en la interpretación popular y tradicional de su nombre (otro día veremos que no es exacta, y que conviene meditar aún mas en las raíces históricas del mismo) que dice venirle porque alguien lo compró en mil marcos de oro («suma desigual» en el decir de Sánchez Portocarrero), puede colegirse que su razón central (castillo y león) le viene de esos dos reinos que fundamentaron la corona de los Austrias españoles: Castilla‑León, núcleo central de las Españas, a las que Milmarcos pertenece desde siglos ha. Y en derredor, las letras: M y C, iniciales de dos de las sílabas del nombre de la villa, y luego diez «medidas», que pueden simbolizar y resumir los «mil marcos» anecdóticos, pues no otra cosa sino una medida de oro y una base de cálculo en moneda era el «marco» en esos años. Un castillo y un león, rodeados de diez marcos y ayudados en su rebuscada representación por las letras claves del nombre del pueblo.
No es ésta, ni mucho menos una interpretación definitiva del escudo de la villa de Milmarcos. A falta de otra ésta puede ser buena. La correcta la dará siempre el documento escrito y contemporáneo. Pero a falta, por el momento, de tal hallazgo, se puede tomar este significado como bueno, y andar con él por casa, que pera ello se basta.