Viaje a Zaorejas
Uno de los lugares de nuestra provincia donde podemos encaminar nuestros pasos viajeros en cualquiera de estos soleados domingos del invierno, es a Zaorejas, en la orilla misma del Alto Tajo.
A gran altura sobre el nivel del mar, y en el reborde de una meseta que se cierne sobre el hondo cauce del río Tajo, asienta el antiguo pueblo de Zaorejas, antaño grande y muy poblado, hoy ya en clara regresión socio-económica, como toda la comarca serrana en que asienta. De su altura surgen barrancos y hondonadas que van a ir llevando sus aguas y sus profundidades rocosas hasta la orilla izquierda del Tajo, que forma parte del «Parque Natural del Alto Tajo», extensión de 64 kilómetros a lo largo del río, desde Valtablado hasta Peralejos reserva ecológica de primera magnitud en el centro de España.
Su término es rico en húmedos prados, en bosques de pinos y otras especies de hoja perenne, así como en cereal de secano. Junto al río, aparece el lugar de «el Campillo» en el que existe una explotación de piscifactoría dedicada al cultivo de las truchas, y varios chalets, con gran plantación de mimbre. El puente de San Pedro cruza el Tajo en ese lugar, en uno de los paisajes más grandiosos y hermosos de todo el Alto Tajo. Siguiendo su curso hacia arriba, por la orilla izquierda, hay un carril que nos permite contemplar paisajes extraordinarios (la Escaleruela entre otros), visitar fuentes, refugios, y muchos parajes del río y los montes y bosques que le rodean. Las excursiones en el entorno del Alto Tajo en Zaorejas son variadísimas, inacabables. En el Campillo existe una serie de curiosas formaciones rocosas, con cuevas y palomares; y una gran cascada sobre el Tajo. En la orilla izquierda de este río, en el carril que sube hacia Peñalén, encontrará el excursionista un lugar ameno y bien cuidado por ICONA, cual es la «Fuente de la Falaguera», y algo mas allá la «Fuente del Campo», con sillas y mesas rústicas, refugios y aparcamientos.
En esta orilla izquierda del río, tras la reconquista de la comarca a fines del siglo XII, puso el rey Alfonso VIII, hacia 1177, año de la conquista de Cuenca, canónigos regulares de San Agustín, a los que donó la heredad del Campillo, para que pusieran monasterio que afianzara la repoblación del país. No tuvo apenas vida esta fundación, y dependiente de la jurisdicción y Fuero de Cuenca permaneció Zaorejas durante muchos siglos, sin especial relieve histórico. La heredad del Campillo perteneció también largos años a las monjas cistercienses de Buenafuente.
Destaca en Zaorejas la especial estructura del pueblo, de calles estrechas y muy recias casonas de sillarejo calizo en toda su altura, para abrigar los interiores del intenso frío exterior. Dos magnificas plazas posee Zaorejas, con ejemplos en ellas de edificios comunes (el Concejo) y particulares (algunas casonas) con escudos, rejas, llamadores, clavos, etc. Su aspecto es típicamente serrano. Junto a estas líneas, vemos una de estas casonas antiguas, de aspecto magnifico, de las que en Zaorejas quedan aún varios edificios.
La iglesia parroquial es relativamente moderna y sin interés artístico de relieve. Sobre la chapa de la cerradura de su puerta principal se ve grabado «Año de 1887. Macario Ropiñón» herrero que la trabajó y que de esta forma pasó al recuerdo de la posteridad. Un par de forjas trabajaron durante muchos años y con buen arte, la copia numerosa de objetos de hierro forjado que por todas partes del pueblo aparecen. También es de ver, en el camino hacia el Tajo, en dirección poniente, un antiguo acueducto de piedra sillar, hoy a medias derruido.