De la miel (II)
En estos días, la Alcarria vuelve recobrar su pulso apícola como en los mejores tiempos. La villa de Pastrana ha albergado en las últimas jornadas de esta semana a la primera Feria Apícola regional y es hoy mismo cuando se clausura con la sonrisa lógica de todo paso bien dado, prometedor y roturador de caninos. La miel como tema, como «leit motiv» quizás demasiado típico, pero luego justificado de una comarca, la Alcarria, de recia personalidad y justo prestigio.
El folclores en torno a la miel elaborada por las abejas desde el alto y profundo andamio de las flores alcarreñas, es abundante y, aunque poco a poco en desuso, todavía podemos recordar algunos dichos, refranes y cantares que tienen a este espeso dulce por justificación. Inicia su aparición la miel en el terreno costumbrista por su uso más directo y familiar: por su consumo. Si muchos son los dulces que sirven de apoyo sustancial a la gastronomía típica alcarreña (ahí está el libro, irrepetible de Antonio Aragonés Subero sobre el tema) es lógico que bastantes de ellos basaran su contenido en azúcares generosos chorritos de miel al condimento. El agua miel o hidromiel es uno de esos dulces inigualables, leche vino o pasteles. La miel sobre hojuelas, que ha pasado al repertorio permiólogico como sinónimo de bondad, suerte y felicidad sin límite, es otro plato (yo, que soy goloso, diría platazo) que se puede gozar gracias a la calidad de la miel alcarreña: harina y huevos batidos, aguardiente más sal y agua forman pasta densa que luego con poco aceite se fríe, y sobre la que, ya en frío, se echa miel o azúcar. No se olvida. Y aun en algunos pueblos alcarreños, por ejemplo en Peñalver, en Fuentelencina y aun en el mismo Pastrana, para la Nochebuena se hace el mielarro, en el que van juntos el arroz, cáscaras de limón, canela en rama y una pizca de vainilla, añadiendo miel con generosidad, con lo que resulta un postre absolutamente autóctono, típico (y sabroso) como pocos.
El refranero, por otros caminos interpretando el saber popular de nuestra tierra, nos da sentencias como aquella de «Tras la miel, nada sabe bien» que consagra al dulce que manan las abejas como panacea estomatológica sin igual posible. Luego vienen las sentencias empíricas: «Picadura de abeja, al reúma aleja», o aquellas otras que vienen a ser la «formación profesional» andante y transmisible por vía oral, que aconseja fechas: «Quien quiera miel, que cate en San Andrés», o «Quien quiera miel y cera, que cate en las Candelas”.
Pero el folclore alcarreño se concreta luego en canciones y aun fiestas propias en torno a la recolección y cultivo apícola. Cuando a poco de llegar el invierno, se cataban las colmenas, las gentes alcarreñas se cantaban coplas alusivas, y así Aragonés recoge en su obra del folclore provincial una antigua seguidilla que recitaban en Budia a la que llamaban el Corcho y que servía para acompañar una especie de baile o ceremonia ancestral, casi mágica y con seguridad propiciatoria, que querría ser prometedora de buena cosecha meliflua:
Yo tengo un corcho
de cera y miel lleno
yo tengo un corcho
de cera y miel lleno
yo tengo un corcho.
Yo tengo un corcho
de catar en temprano
yo tengo un corcho
de catar en temprano
yo tengo un corcho.
Y el mismo corcho
me da miel en tardío
y el mismo corcho
me da miel en tardío
vaya un tesoro.
Otra coplilla aporta Eulalia Castellote en su trabajo sobre «Etnología de la miel en la provincia de Guadalajara», que se contaba en algunas zonas alcarreñas cuando se hacían los trasiegos de abejas de un lugar a otro, y al formar enjambres nuevos. En ella se apunta, como, como bien refiere la citada autora, la simbiosis entre lo sagrado y lo agrícola, como rémora de épocas ancestrales en que toda labor relacionada con la tierra, con la naturaleza y sus productos está directamente ligada (religada) a la divinidad.
Entrad, abejitas, entrad
a labrar la miel y cera;
el panal es el Señor
y la Virgen la colmena.
Qué bien parece la sierra
y el berecito negral;
mejor parece la cera
puestecita en el altar
Ahora que ha terminado, y con un merecido éxito, la primera Feria Apícola Regional celebrada en Pastrana, quizás vuelva a reavivarse el folclore de la miel, al unísono de una necesaria recuperación de la industria apícola por los pagos de la alcarria. La tradición es siempre emblema de lo seguro, de lo probado, yo diría que de lo auténticamente firme. ¿Por qué no intentar afirmarse en lo tradicional y reavivar la apicultura en Guadalajara? Para eso se ha hecho esta reunión, y esperamos todos que su fruto, además de dulce, sea positivo y cierto.