De la miel (I)
Se va a celebrar en días próximos una Feria, la primera, que lleva por denominación y bandera la miel y la región castellanomanchega. Una reunión de gentes dedicadas al cultivo de esos bichitos zumbones, ciegos de interés en su trabajo, rectos de espíritu aunque redondeados de formas, y al estudio de las posibles soluciones que la crisis de esta industria apícola padece en nuestra provincia fundamentalmente. Se van a hacer con la colaboración de diversos organismos oficiales y Cajas de Ahorro unas jornadas que bajo el título de «Primera Feria Apícola regional de Castilla‑La Mancha, aunarán a los principales responsables del sector y a los industriales que viven, o tratan de vivir, de la miel, en un intento de examinar los problemas que afectan al sector y de darle nueva vida y pujanza, pisando fuerte por el mundo con la miel más exquisita que-tradicionalmente-se produjo en España. Recuperar una bandera que se ha perdido. Al mismo tiempo, diversos especialistas en la materia, fundamentalmente veterinarios y técnicos apícolas, darán algunas conferencias que centren la problemática y le orienten al apicultor en las posibles salidas a su crisis. Todo ello será en la villa alcarreña de Pastrana, entre los días 27 al 30 de enero, en la próxima semana. La llamada de atención, a esta Feria regional, en la que uno de nuestros más clásicos y representativos productos es protagonista, no ha podido ser más floja. Frente al reconocimiento de los positivo de la idea, de lo adecuado del momento y de la oportunidad bien medida de poner en marcha de este modo uno de nuestros posibles motores de desarrollo, hay que criticar negativamente, y alguien sabe que con verdadero dolor nuestro, el cartel que se ha usado para hacer de reclamo a esta Feria. Muy malo: de colegio. Así no se atrae a la gente ni se llama la atención hacia un tema. Otra vez será en fin. Como siempre, se aludió al poco tiempo disponible. Y eso del poco tiempo para hacer las cosas es un tema que va a haber que irse replanteando, porque algún día habrá que ponerse a programar cosas a medio plazo, y no a un mes vista. En fin, la improvisación acechando por todas partes.
Pero a lo positivo: que preocupa ver como uno de los sonoros reclamos de nuestra tierra alcarreña, la miel incomparable producida por las abejas con el polen variadísimo y rico de tantas flores como en estos valles y umbrías, en estos páramos y recuestos crecen, va perdiendo la función de dar que vivir a bastante gente de nuestro medio rural, y, lo que es peor: la fama internacional que tenía se va esfumando en beneficio de otras mieles que, para más INRI, usan como reclamo para su venta el nombre de nuestra tierra. Todavía quedan voceros que la proclaman por las calles, por las encrucijadas, por los pisos: ¡Miel de la Alcarria! Pero ¿de dónde habrá salido el espeso alimento? Los de Peñalver surcaron el mundo entero, y por supuesto los caminos de España, llevando mieles y arropes de casa en casa, de plaza en plaza, dando vida a una figura que hoy ya sólo vemos en los retratos costumbristas y en acuarelas retrospectivas. Pero ellos solitos hicieron por la miel de la Alcarria más que todos los responsables de la Administración que por nuestra tierra ha habido desde que se inventó esto de la Administración.
Renovar la industria apícola, darle nueva vida y empuje es una forma de potenciar nuestra provincia, de crear nuevas perspectivas de progreso a sus gentes. Con un apoyo, aunque sea mínimo, de las autoridades provinciales y regionales, y por supuesto, con un sano espíritu empresarial de puesta en marcha de unos mecanismos productores llevados con moderno empuje, la industria apícola puede renacer y evitar, en algún modo, el desgaste humano y social de nuestra tierra. Es algo así como plantar unos cuantos pinos en la ladera de la montaña que la erosión continua quiere pelar y desertizar. Aquí en Guadalajara hay todavía muchos pinos por poner: unos, de verdad por los montes y riscos que sé desguazan hacia el mar sin provecho para nadie, y otros en forma de industrias, explotaciones agrícolas y ganaderas, recursos mineros e inventos varios que detengan ya, como sea, la hemorragia humana de esta tierra querida. Aquí, seamos honrados en reconocerlo unos y otros, no hay más que un problema: la despoblación, la desertización de Guadalajara. Todo lo que no sea frenarla, retener gente dándola trabajo es pura música celestial. Cualquier resultado que por parte de la Administración, del poder en uno u otro sentido, se nos ofrezca como exitoso, mientras vaya respaldado con una cifra decreciente de población provincial, es canto de sirenas.
No quiero decir que esta primera Feria Apícola Regional, que la próxima semana se va a celebrar en Pastrana, sea la panacea de nuestros males. Es, quizás, un síntoma, un latido nuevo que hace nuestro depauperado organismo en signo de vitalidad. Hay que apoyarlo, aplaudirlo, pero hay que exigir que de frutos verdaderos, que no se quede en nuevo fuego de artificio, de discurso, comida con brindis y caras sonrientes: esto tiene que cuajar en medidas tan concretas, tan exactas, tan firmes, que dentro de unos mese empiece a verse el resultado. Quizás sea ese tema clave de la reunión, el de conseguir una denominación de origen para la «Miel de la Alcarria», el que primero debería ponerse sobre el tapete y lanzarse a solucionarlo antes que nada. No tiene por qué ser de largo trámite; si se necesitan estudios háganse. A partir del próximo mes. Si se necesitan estadísticas tómense: en alguna parte estarán ya hechas. Si se necesita incrementar la producción, manos a la obra. Pero con visión realista, con ganas de salir de pozo, vamos.
Pastrana, la villa enriscada serena, tamizada de luz polvorienta y de olor a piedra húmeda. Pastrana ducal y monjil, sede caballeresca, ámbito donde la mística y el teatro tuvieron su pisada firme. Pastrana cabeza de una baja Alcarria ensimismada en valles suaves y arboledas íntimas va a tener, en su historia, un nuevo motivo para enorgullecerse y poner de gala una página: esta primera Feria Regional, de la que tanto esperamos los alcarreños, será arropada entre sus pétreas alas como si de una abeja grande, dulce y antigua se tratara.