Folclores de Sauca: la cofradía del Santísimo

sábado, 12 diciembre 1981 0 Por Herrera Casado

 

La recuperación de nuestro folclore se puede hacer todavía por muchos caminos. Uno de ellos es el «de campo», buscando el costumbrismo vivo (agonizante en muchos casos) que aún queda por nuestros pueblos. Otro es el de buscar en la documentación antigua, y rescatar de la palabra vieja y borrosa de los archivos el antiguo quehacer festivo de nuestras gentes. Esta ha sido la sistemática seguida en el actual caso. El folclore de Sauca lo traemos hoy, en una parcela pequeña, y desde luego perdida, gracias a la fortuna de haber encontrado entre los viejos papeles de su abandonado archivo parroquial el «Libro antiguo de la Cofradía del Santísimo Sacramento», escrito en el siglo XVI, y de cuya lectura se obtienen curiosos y reveladores datos de una serie de costumbres de este pueblo que hoy están ya completamente desaparecidas.

Saúca es un pequeño pueblo, hoy en el partido de Sigüenza, que se halla junto a la carretera nacional de Madrid‑Barcelona a su paso por nuestra provincia. Ha sufrido también la garra de la emigración, y mantiene en su patrimonio una interesante iglesia parroquial de estilo románico, construida en el siglo XII, que está catalogada como Monumento Nacional. Del referido «Libro antiguo» hemos obtenido una serie de datos, que ahora exponemos en detalle, referentes a los trámites y costumbres de constitución de una antigua Cofradía. De ellos se obtienen las siguientes conclusiones: que en el siglo XVI Saúca era un «lugar» o aldea del Común y jurisdicción de Medinaceli; que en ella habitaban 30 vecinos, y que se celebraban, al menos por lo que se refiere a esta cofradía, las festividades de la Semana Santa con gran devoción. Y también el Corpus Christie, en el cual los vecinos realizaban procesión, danzas y representaciones teatrales, así como ponían altares por el pueblo.

El librillo que relacionamos, ya en muy mal estado de conservación por las humedades a que ha estado sometido, se presentó en Sigüenza, el 5 de diciembre de 1571, por Alonso el Moral, vecino de Saúca, como mayordomo del «Cabildo del Santísimo sacramento» que pocos días antes se había construido en el lugar por «la mayor parte de los vecinos e moradores dél». El titulo verdadero del librillo es este: «Ordenanzas del Cabildo del Santísimo Sacramento e nombre de Jesús del lugar de Saúca, diócesis e arciprestazgo de Sigüenza, jurisdicción de Medinaceli». También en otros párrafos se le denomina «hermandad y cofradía». A fundarlo se juntan el licenciado Lope Sánchez de Ricalde, cura de la iglesia parroquial de Saúca; Pedro de Gonzalo, clérigo capellán perpetuo de dicha iglesia, y 30 vecinos más del lugar.

En dichas ordenanzas se establecen algunas consideraciones generales, como que podían ser miembros tanto hombres como mujeres, aunque éstas no tenían obligaciones ni cargas en la hermandad. Tenían que ser todos, eso si, vecinos del lugar. No había tope establecido de número de cofrades. Las condiciones para entrar en el cabildo serían: cada clérigo al entrar daría 4 reales y una libra de cera; cada lego, 6 reales y 2 libras de cera. Y luego cada año se establecía una cuota de 3 celemines de trigo. Más diversas multas para los casos en que algún cofrade no cumpliera con los ritos establecidos para la cofradía. Si alguno quería salir, tendría que pagar 3 libras de cera, y ya no podía ser admitido de nuevo. Otros aspectos generales, y comunes a muchas cofradías surgidas en nuestros pueblos desde la Edad Media, era la ayuda mutua de sus cofrades. Se establecía rigurosamente el comportamiento diario entre ellos, de tal modo que nunca deberían pelear entre si, ni decirse malas palabras. Cuando alguno estuviera enfermo, todos los demás le velarían y ayudarían, por parejas. Y cuando alguno de los cofrades muriese, irían al entierro los demás, estableciéndose incluso los modos de amortajarle en común, y llevar a hombros su féretro, cavar su fosa, etc. Todo en común.

Los cargos rectores de la Cofradía eran los siguientes: un abad (generalmente el sacerdote o párroco), dos mayordomos, dos diputados, un secretario, un limosnero y un muñidor. Los cargos eran renovables cada año, haciéndose las elecciones el día de la Octava del Corpus, después de la hora de vísperas.

Las fiestas que esta Cofradía del Santísimo de Saúca realizaba eran numerosas y curiosas. Como fuente documental del folclore o ritual religioso de nuestras gentes en pasados siglos a continuación las reseñamos. Estaban señaladas como más importantes, y propias de la Cofradía, las fiestas del Día del Corpus Christie, y el Día del Santísimo Nombre de Jesús.

El día del Corpus se realizarían oficios religiosos y procesión, con danzas y representaciones. Dice así textualmente el libro de las ordenanzas: «Y para que estas procesiones del día del Corpus Xtie y viernes siguiente se haga con aquella docencia autoridad y deboción que requiere para tanta solemnidad hordenamos que algunos días antes nuestro abbad, mayordomos e diputados se junten e traten del conçierto e traza e limpieza y adorno que a de aber ansi en las danzas e representaciones como en la compostura de las calles y altares e manden donde mejor comodidad obiere hacer los altares necesarios». Después, el día de la Octava del Corpus, había visperas solemnes, en la iglesia, seguidas de una procesión por el atrio románico de la iglesia, donde las mujeres de los cofrades habían instalado dos altares, y luego se procedía a la ceremonia de elección y renovación de los cargos rectores de la Cofradía, lo cual tenía lugar en la casa del más antiguo de los mayordomos. Incluso el domingo después de la Octava del Corpus, se tomaban las cuentas a los mayordomos salientes, y se procedía a anotar dichas cuentas en el libro correspondiente.

La otra fiesta señalada del Cabildo era el Día del Santísimo Nombre de Jesús. Para entonces se establece que «se haga una procesión con las ynsignias e banderas de Na. hermanda alrrededor del pueblo si el tiempo lo permitiere, o por allí donde más cómodamente se pueda hacer». Y se establece que en esta procesión irán los hermanos con velas encendidas en las manos.

Otras diversas celebraciones tenía esta cofradía. Así, el Jueves Santo se decía una misa por los cofrades vivos y muertos. Era una forma solemne de demostrar que tanto los que vivían como los que ya se habían ido formaban una sola comunión, un solo cuerpo. La noche del Jueves Santo, después del oficio de tinieblas, estaba establecido «se haga una procesión al Calvario con aquel sentimiento e devoción que conbiene a la que asistan los hermanos con sus velas encendidas». Y para el alba del domingo de Pascua o de Resurrección, también estaba establecida una misa y procesión del modo siguiente: «que la mañana de pasqua de la rresurrection del señor nuestros hermanos se debanten todos a la mysa del alba y procesión que por loable costumbre deste obispado se acostumbra a hacer e asistir con sus belas». También existía un rito mensual, a celebrar los terceros domingos de cada mes, consistente en que, después de la misa dominical, se hacía una procesión por el atrio románico de la iglesia. Lo regulan así las ordenanzas: «ytem que todos los terceros domingos de cada mes se diga misa particular del sanctisimo sacramento con conmemoración del sanctísimo nombre de Jhesus por los hermanos bivos y difuntos e paguen al abbad un Real e después de la mysa mayoe se haga procesión con el santísimo sacramento por la yglesia e portal della pues es de tan buena comodidad de salir por el postigo e bolver por la puerta principal sin salir del claustro e portal a todo lo quel nuestros hermanos asistan con sus belas encendidas e para que sepan los hermanos que es domyngo desta solenidad pueden rrepicar las campanas e tañer la campanylla del Sacramento».

Un detalle curioso, que en algunos pueblos ha quedado como folclore vivo hasta hace pocos años, y que desde luego en Saúca ya no existe, es el del «limosnero» de la hermandad, que debía salir por las calles del lugar: «hordenamos que nuestro limosnero… cada un año todos los domingos ande por todo el pueblo con su ynsinia en la mano e pida para los gastos desta nuestra hermandad».

Han sido estos algunos datos, espigados brevemente, de un antiguo documentos, que han venido a renovar la memoria de antiguas tradiciones de nuestra tierra. Ritos, folclore, formas de convivencia viva entre las gentes que durante siglos poblaron los páramos, las sierras y las alcarrias de Guadalajara. Hoy ya todo tan vacio que ni alientos quedan para recuperar estas maravillosas costumbres comunitarias