La conquista de Molina según Núñez
Vamos a revisar ahora las noticias que sobre la conquista y repoblación de Molina nos ofrece otro autor y cronista del siglo XVI, el licenciado don Francisco Núñez, que fue vicario del arciprestazgo de Molina y abad de su Cabildo de Clérigos (1), habiendo redactado la primera de las historias del Señorío entre 1590-1606. Esta obra, inédita y prácticamente perdida, la tituló su autor «Archivo de las cosas notables de Molina», y sólo contamos para su examen con algunas copias fragmentarias de la dicha obra, pero que todavía nos sirven, en algunos temas de la historia molinesa, de inestimable ayuda.
Escribe el licenciado Núñez al mismo tiempo que Zurita, aunque es posible que no usara, a nivel de historia general del reino de Aragón, fuentes tan de primera mano como este último historiador. Núñez poseía, sin embargo, la carga de una tradición oral muy fuerte, y los documentos fidedignos y más difíciles de consultar que se conservaban en el archivo municipal y capitular eclesiástico de la ciudad del Gallo. Ello supone que el autor hoy comentado pone en su obra datos fieles documentales junto a otros nacidos de la tradición que, en ocasiones, raya en lo legendario. Trataremos de ir desgranando unos y otros, en orden a conocer los primeros años de esta conquista y repoblación molinesa.
Según Núñez, «el primer Príncipe cristiano que sujetó esta tierra de Molina fue el Cid Rui Díaz y no ganándola por guerra, sino que la misma tierra y su Rey Abencanón se le sujetaron al Cid, reconociéndole vasallaje y dándole parias…» Y sigue diciendo nuestro autor que esto ocurrió cuando el Cid Campeador, en su primer viaje del destierro desde Burgos a Valencia, tras haber conquistado Castejón y Alcocer, pasó el río Jalón «y llegó a un poyo o cerro cerca de Monreal», que supone no puede ser otro que la eminencia montuosa que se alza junto al pueblo molinés de Hinojosa, a la que llaman «el Poyo o Cabezo del Cid» y en la que hay un bien conservado castro celtibérico que la imaginación de los naturales siempre creyó eran los restos de un campamento o ciudad edificado por el héroe castellano.
La verdad es que en estas y otras noticias que siguen, Núñez está poco afortunado, pues el paso del capitán castellano Rodrigo Díaz de Vivar por el territorio molinés, que hacia los finales del siglo XI estaba regido por un reyezuelo (Aben-Galvón) subsidiario de Toledo, se hace de una manera silenciosa, y desde luego, no en son de conquista. Recibe el Cid acogimiento (proverbial en los árabes) como caminante de paz, y no les cobra impuestos ni los somete en absoluto.
Luego sigue el licenciado Núñez a Zurita (2) y enlaza con la historiografía real, diciendo: «el primer Rey que vino con ejército y ganó Molina fue el Rey don Alonso de Aragón perteneciéndole a él la conquista de testa tierra, y no al de Castilla». Citando bibliográficamente los «Anales de la Corona de Aragón», Núñez refiere que en 1122 Alfonso el Batallador ganó a Calatayud, y en 1124 a Medinaceli, sujetando Molina y sus alrededores (quizás el lugar de Castilnuevo, donde al amarecer acampó) en 1125, pero luego ya concreta diciendo «que se le rindió Molina año de 1129, con lo cual quedó toda aquella tierra debajo de su imperio y tributo». Y añade Núñez el testimonio del historiador Mariana (3) en el mismo sentido.
Relata luego las rencillas que surgen, a partir de 1133, entre los reinos de Castilla y Aragón, al morir el Rey Alfonso el Batallador, monarca de este último. Dice Núñez que «con estas disensiones y guerras, no se pudo reparar y poblar Molina», quedando esta tierra prácticamente desierta, pues desde el acto de conquista y toma de posesión que hizo en 1129 don Alfonso I de Aragón ninguna otra actividad repobladora se había llevado a cabo, y tampoco los moros se atrevían a intentar recuperarla por miedo a una represión más fuerte de los cristianos. Y respecto al modo en que Molina salió de este «parón» histórico, el licenciado Núñez nos informa que «a esta sazón pidió el Conde Almerich (Manrique de Lara) a Molina y la reedificó, y según esto fue la fundación de Molina en el sitio que ahora está, año 1134, o por allí cerca». Indudablemente, Núñez no puede fijar una fecha de toma de posesión de Molina por parte del conde don Manrique, pero sí que centra muy bien (en 1134 el momento en que, fruto de paces y concordatos entre Alfonso VII de Castilla y Ramiro II de Aragón, Molina y su tierra quedan ya definitivamente consideradas como territorio castellano.
El licenciado Francisco Núñez, en su valioso «Archivo de las cosas notables de Molina» dice que don Manrique puso la ciudad moderna en el sitio actual, trasladándola desde Rillo de Gallo, en que asentaba Molina la Vieja. Y que allí había habido, sin duda, gran población, centro vital de los moros molineses, y que en sus días (finales del siglo XVI) se habían descubierto en Rillo los fundamentos o cimientos de la mezquita mayor de aquella ciudad. Y cuenta que su padre refería que, todavía a comienzos del siglo XVI, eran muchos los moros que vivían en el Señorío, que tenían por costumbre ir en romería cada año a Rillo, para considerar que allí estuvo la mezquita mayor de sus antepasados.
Vemos que este autor utiliza las referencias legendarias con mayor fuerza y entusiasmo que Zurita y otros historiadores contemporáneos. Aun nos refiere más relatos tradicionales, que sólo a punto en su calidad de curiosidad y anécdota. Dice Núñez que había visto «en un memorial antiguo» del que no cita autor, título ni fecha aproximada, la noticia de que había sido el noble cortesano de Castilla don Pedro de Lara quien había conquistado el territorio molinés a los moros, al negarse éstos a pagar el tributo que debían a la mujer del castellano, como descendiente del Cid que era, sucediéndole luego de modo natural el Conde Almerich (don Manrique de Lara) «que fundó a Molina la Nueva». Y aún insiste Núñez con otra razón incierta y legendaria para justificar que, tras la indudable conquista por los aragoneses del territorio de Molina, apareciera Manrique como su primer señor: y ello es que, tras la reconquista, y al quedar desarmado el ámbito geográfico molinés de los monarcas aragonés y castellano, el noble cortesano «pidió por merced» a su monarca que le diera el señorío de tan desértico territorio, lo cual consiguió sin problemas.
Como vemos, de todos modos, son nuevos datos que aportar para el progresivo y exhaustivo conocimiento de esos diez o doce años claves en la formación del Señorío de Molina como micro ‑ estado independiente y aforado en el corazón de la Celtiberia hispana. La semana próxima examinaremos otro conocido autor y texto del siglo XVII.
NOTAS:
(1) Ver el capítulo titulado «Biblioteca Molinesa» en las páginas 19‑22 de mi obra El Señorío de Molina, editada por la Institución Provincial de Cultura «Marqués de Santillana» en 1980.
(2) Gerónimo ZURITA, Anales de la Corona de Aragón.
(3) Juan de MARIANA, Historia General de España