Palacio y casonas: EL palacio ducal de Cogolludo
Presidiendo la plaza mayor, magnífica y amplia, de la villa serrana y campiñera de Cogolludo, se encuentra el palacio de los duques de Medinaceli, monumento histórico-artístico de carácter nacional, y una de las joyas de la arquitectura de la provincia de Guadalajara y aun de toda España.
Fue mandado construir este palacio por don Luís de la Cerda, primero de los duques del título de Medinaceli, en la última década del siglo XV. Se trata de un palacio que refleja ya el nuevo estilo renacentista, no sólo por sus detalles arquitectónicos y ornamentales, sino por el espíritu que revela, olvidando la función castrense que hasta entonces ha tenido el palacio señorial, abandonando torreones y cerrados muros, y adoptando la amable horizontalidad, la alegre apertura toscana: es un lugar para vivir, no para luchar. Se piensa como probable autor del proyecto y director de las obras en el arquitecto Lorenzo Vázquez, que trabajó en Valladolid para el Gran Cardenal Mendoza, y en Guadalajara para su sobrino don Antonio de Mendoza, en la misma época (última década del siglo XV y primera del XVI) y con el mismo estilo. El palacio de Cogolludo presenta una amplia fachada rectangular, hecha para presidir una gran plaza
La planta de este palacio muestra un cuadrilátero muy regular, muy equilibrado, con patio central. La fachada se cubre por entero de sillería almohadillada, al estilo florentino, con imposta a media altura y cornisa alta de óvulos y dentellones. Se corona con un pretil en el que descansan escudos nobiliarios sobre paños de calado follaje y encima una crestería de palmetas y diversas figuras que representan las del juego de ajedrez, todo ello muy en la línea de lo introducido por Vázquez en España de la mano de los Mendozas alcarreños.
En el centro de la fachada luce la portada, que consta del vano adintelado, molduras en su derredor y un par de columnas adosadas cubiertas de relieves vegetales muy finos, rematando en sendos capiteles compuestos. Sobre este vano, aparece un friso con menuda labor de cornucopias y rosetas, y aún encima una cornisa con resaltos. Sobre el vano luce, magnífico, el frontispicio, de figura semicircular algo rebajada. Se ciñe por varias molduras y palmetas, estando orlado en su borde superior por tres grandes imágenes de controvertida iconografía: mientras algunos creen ver tres flores de lis, elemento heráldico de los La Cerda, otros lo interpretan como tres grandes mazorcas de maíz henchidas de grano y orladas de suculentas palmetas, quizás indicativos de la participación del duque de Medinaceli, apoyando los proyectos de Cristóbal Colón, en el descubrimiento de una nueva tierra, América, de donde procede este cereal. Similares motivos, sin embargo, se encuentran adornando las portadas del Colegio de Santa Cruz en Valladolid y del Convento de San Antonio en Mondéjar, obras de Lorenzo Vázquez. Este tema ornamental está tratado anteriormente en Italia por el Brunelleschi, y divulgado por Desiderio.
A los lados de este frontispicio se ven sendos candeleros con escudos de la familia constructora, y en el centro del tímpano aparece un escudo de los Medinaceli tenido por serafines, sobre un fondo reticular de rombos tachonados. Sobre la portada luce un magnífico escudo ducal, tenido por angélicos seres, incluido dentro de gran corona de laurel con sus ataderos.
A lo ancho de esta fachada, y simétricamente dispuestas, se abren seis ventanas de arcos gemelos, partidas por delgadas columnillas, bajo copete florenzado en el que luce también el blasón ducal, y con orlas y penacho de hojarasca gótica.
Se pasa al interior atravesando gran salón, y de ahí se llega al patio, cuadrado, de estructura y decoración renacentista. Hoy sólo queda la serie de columnas, capiteles y arcos correspondientes a la galería inferior. Primitivamente constaba de dicha galería inferior, y otra superior. La escalera surgía desde el lateral norte del patio, arrancando desde dos arcos escoltados de pilastras adosadas, en la misma forma que el palacio de don Antonio de Mendoza en Guadalajara, el Hospital de la Santa Cruz en Toledo, etc. Lo que hoy puede contemplarse es la galería baja, compuesta de cuatro arcos en los lados paralelos a la fachada y de cinco en los otros. Dichos arcos son carpaneles, con molduraje de arquitrabe, posando sobre columnas cilíndricas, y adheridas en los ángulos a machones de sillería. Los capiteles son muy típicos, característicos de lo que se ha dado en llamar «renacimiento alcarreño»: unos jónicos, de alta garganta estriada, corona de hojitas brotando sobre el collarino, y aun flores en los costados del ábaco sobre los roleos de sus volutas; otros son compuestos, con las estrías de la garganta retorcidas en espiral. La galería superior, ya inexistente, aunque con posibilidades de ser reconstruida, tenía columnas que sustentaban zapatas con triples roleos laterales, de tipo toscano, muy adornadas; encima de ellas, dinteles monolíticos con escudos ducales. Aún se ven restos de las sobrepuertas de la escalera y un par de chimeneas decoradas con follajes góticos y tracerías mudéjares.
En el piso superior del cuerpo de fachada, al que se accede por una escalera (reconstruida en lugar inadecuado modernamente) existe un amplio salón en el que destaca la magnífica chimenea realizada a base de labor mudéjar y detalles góticos, en yesería, destacando en su centro gran escudo de los duques de Medinaceli, tenido por un par de alados serafines. Se ve también en este salón un Cristo gótico y una pequeña exposición de pergaminos del Archivo Municipal, referentes a Cogolludo y la Orden de Calatrava.
Es, en definitiva, un buen motivo este palacio que justifica un próximo viaje a Cogolludo, donde además el viajero puede admirar otros monumentos de subido interés, como su iglesia parroquial de Santa María, las ruinas de los conventos de franciscanos y carmelitas, la iglesia de San Pedro, su típica y grandiosa plaza mayor, el castillo, etc. Un día bien empleado en hacer turismo por nuestra tierra, a la que de este modo, todos conoceremos todavía un poco mejor y así seremos capaces de quererla más y defenderla mejor