Órganos de iglesia

sábado, 28 junio 1980 0 Por Herrera Casado

 

Una de las tareas, a nivel general, que en estos momentos se imponen en el desamparado panorama cultural de nuestro país, es el de inventariar todos los recursos y el patrimonio artístico, histórico y cultural que en el mismo constituye la raíz y esencia de nuestra identidad peculiarísima. Como una parte de esa tarea tan amplia, el Ministerio de Cultura está llevando a cabo el inventario de órganos de iglesia, esas piezas del arte de la carpintería y de la música, que tantas páginas han escrito en el libro de nuestra historia. Y, concretamente en nuestra provincia alcarreña, también se esta realizando este inventario, que por el momento sabemos ha recogido ya algunos frutos de interés, a pesar de que el sistema utilizado (por medio de cuestionarios escritos que deben contestar los párrocos) no es el más idóneo.

Sobre los órganos de iglesia en Guadalajara existen pocos estudios a pesar de que todavía se conservan valiosas piezas aisladas. Aunque reconociendo que en siglos pasados, especialmente a lo largo del siglo XVIII, fueron muy numerosas y de gran calidad estas piezas, hoy todavía permanecen ejemplares de gran interés, como los órganos de la catedral de Sigüenza, el de Pastrana, el de Milmarcos, y algunos otros.

Un magnífico trabajo de Louis Jambou, publicado hace tres años en los «Melanges de la Casa Velázquez», nos dio a conocer algunos de los autores de los órganos de la catedral de Sigüenza, y así resaltan los nombres del maestro Domingo Mendoza, y los de los artesanos José Leytegui, Cristóbal Cortijo y Vicente Alemán, estos dos últimos del siglo XVI. También hicieron reparaciones en estos órganos seguntinos los aragoneses Alonso y Gonzalo de Córdoba, en el mismo siglo.

Entre los nombres de maestros de hacer órganos de nuestra tierra, es necesario recordar a la familla de los Verdalonga. El primero de ellos, José Verdalonga, nació en Escamilla,  1746, y pronto se trasladó a la capital de la Alcarria, donde se instaló con un gran taller de órganos, del que después destacaron sus hermanos y continuadores Juan Francisco y Bernardo. A esta estirpe de organeros encontramos en varios pueblos de la comarca (Loranca, Mondéjar, Alcalá de Henares, el mismo Guadalajara…)

También sobre el órgano de la Colegiata de Pastrana, que es un maravilloso ejemplar barroco y que es verdaderamente lastimoso que aún esté sin restaurar, tenemos datos muy recientes, pues en el último número aparecido de la revista «Wad al hayara», don Francisco Cortijo Ayuso publica un documentado artículo sobre esta pieza de arte, y viene a informarnos de cómo fue encargado y realizado en 1703, por Domingo de Mendoza «maestro de su Majestad Felipe V y de su Real Capilla», a quien también hemos visto en Sigüenza. El documento de contrato entre el Cabildo Colegial de Pastrana, y el artista organero, es por demás curioso, y viene a demostrar palpablemente lo que se deseaba siempre fuera un órgano: eso es, una orquesta completa, saturada de todos los sonidos melodiosos que los más variados instrumentos de la época podían conseguir. Se pide así que se hagan registros que suenen como los címbalos, cornetas, trompetas, dulzainas, clarines, y otros artilugios que consiguieran ecos, finales solemnes, reducciones y aún timbales y ruedas de cascabeles.

Un lugar de la Alcarria donde hasta 1936 existió magnífico órgano, fue la villa de Mondéjar, que en su iglesia parroquial-joya del primer renacimiento español-lució a lo largo de los siglos varios órganos, siendo el mejor el que en 1730 construyó el maestro zamorano Manuel Caballero, que luego repararía, 35 años después, el maestro suizo Francisco Martín Sager. Son datos estos totalmente inéditos que en fechas posteriores aparecerán publicados con más detalle en la revista «Wad‑al‑hayara».

Son todos estos datos sueltos, apuntes relevantes de lo que debiera ser un estudio completo y pormenorizado, que afortunadamente parece haberse iniciado por parte del Ministerio de Cultura. Si ello sirve, no sólo para acumular datos documentales de historia del arte, e incluso para completar la nómina o inventario de estas piezas, sino también para defenderlas y cuidarlas, haciéndolas, por vivas, partícipes de la vida de un pueblo, deberemos estar realmente satisfechos. Esperamos que esta tarea siga adelante y en plazo breve sea una realidad completa.