Una fiesta recuperada: Danzas y Loas en la Hoz de Molina
Ha llegado el domingo de la Pascua de Pentecostés. Es día grande en Molina y su Señorío. Es día luminoso y anchísimo en el corazón de la comarca: en la Hoz del Gallo. Desde hace algún tiempo, ésta es la jornada señalada para celebrar, por todo lo alto, la romería y ofrenda del Señorío molinés a su patrona la Virgen de la Hoz. Con sol radiante, animación sin límites y varios millares de personas haciendo rebosar los rincones, las rocas y las praderas, el santuario de Nuestra Señora de la Hoz es palpitante núcleo humano en el que la tradición, la devoción, la amistad y el costumbrismo se dan la mano y consiguen rubricar una jornada única en el mosaico vario pinto de las fiestas populares de nuestra provincia.
El pasado domingo, día 3 de junio, la Hoz vibraba. Todos los molineses se habían propuesto que esta fiesta grande de la comarca ganara en realce, hiciera vibrar a muchos. Nos consta que ha sido éste el propósito de las autoridades civiles (ese joven y nuevo Ayuntamiento de Molina que viene entregando realidades, antes siquiera de haber tenido tiempo de prometerlas), autoridades religiosas, juventud dinámica y decidida, y molineses todos (aun los de la emigración lejana). Y ha resultado conforme se pensaba. Se han reunido miles de molineses en el marco magnífico del barranco de la Hoz; se ha revitalizado y recuperado una antigua y casi perdida fiesta popular; se ha ganado el futuro a base de hacer vivir el pasado.
Descripción de la fiesta
Comienza con un Rosario en marcha. Un sacerdote y algunos, no muchos, fieles, vienen andando por la carretera de Molina, unos dos kilómetros antes del Santuario, recitando y cantando el Rosario. Al llegar al Santuario, en la explanada que hay frente a la Hospedería, y con el marco ciclópeo de las rosadas y areniscas paredes ocosas, se celebra una Misa al aire libre. La preside la imagen de la Virgen de la Hoz revestida de sus mejores galas, y sobre andas. En su blanca túnica se ven bordadas las armas de Molina de Aragón. Coros de niños y niñas cantan. Se hacen plegarias por el Señorío y sus gentes. Al terminar la Misa, se lleva a la Virgen en procesión hasta su Santuario, pasando por delante de la Hospedería, realizando un muy corto trayecto. Se precede la procesión de los danzantes de la Virgen, de las autoridades, del pendón e insignias de la Cofradía de la Virgen, y de numerosos fieles.
Se celebra a continuación, en la amplia explanada delante de la Hospedería, la representación de la Loa, mezcla de juguete cómico y auto sacramental, que con el recuperado texto versificado antiguo, y la puesta en escena por parte de un animoso grupo de jóvenes de Molina, se ha recuperado este año lo que desde hacía más de quince años ya no se representaba. Magníficamente caracterizados, y con una aceptable técnica en la que jugaba gran papel la expresividad corporal, dan vida a esta Loa que, en rasgos muy generales, y con un texto pícaro y gracioso, viene a mostrarnos a un Ermitaño que guarda el santuario de la Hoz; a un Zagal sordo y bonachón que quiere honrar a la virgen, aunque bien le gusta comer y beber; a un Mayoral reflexivo e inteligente que le da consejos; a dos Diablos encadenados, fieros bailarines, que portan terribles espadas negras en las que van pintadas serpientes, y que quieren perder a los humanos; a un gallego jorobado y bobo a quien el Zagal apalea; a un Zamorano que viene de lejanas tierras a honrar a la Virgen de la Hoz por haber salvado a su hijo de un terremoto; y a un Ángel del Cielo que aparece castigando finalmente al demonio, mandándoles a los infiernos, y protegiendo a los molineses (zagal y mayoral) y a los peregrinos (gallego y zamorano) que finalmente honran como querían a la Virgen de la Hoz.
A continuación se celebra el ritual de la Danza. El grupo de danzantes se compone de ocho chicos jóvenes revestidos de jubones (cuatro de rojo y cuatro de verde), camisas blancas, y calzones del mismo color que el jubón, con medias blancas y sombrero de seda rojo o verde. Formados de dos en dos, el zagal y el mayoral van recitándoles, entre grandes saltos y gesticulaciones, coplas alusivas a cada uno de ellos, lo que despierta la hilaridad del público y de ellos mismos.
A continuación se celebran las danzas, al son de la música de una trompeta y un tamboril. Primero se realizan danzas de paloteo, perfectas de ejecución; luego una danza de espadas, valiente y lucida, en la que los danzantes entrechocan sus pequeñas adargas y cruzan en el aire sus espadas; y finalmente la danza de la cadena en la que unidos y con gran rapidez evolucionan los danzantes, el zagal, el mayoral y los diablos, formando un túnel por donde todos desfilan, y terminando con la formación entre ellos de una plataforma a la que suben al Ángel, que termina la fiesta recitando unos versos y dando un fuerte grito de «Viva la Virgen de la Hoz».
Miles de asistentes a la fiesta, en su totalidad gentes de Molina, de los pueblos y villas del Señorío, y muchos venidos desde lejanos puntos donde hubieron de emigrar, se dispersan por las orillas del río Gallo y los pinares del contorno, donde alegremente, y en numerosos grupos de familiares y amigos, comen, beben y cantan. Parte es ésta, tras el folclore colorista de la Loa y las danzas, la más importante para muchos. Porque en esta romería se cumplen las promesas hechas a la Virgen de la Hoz por favores solicitados y concedidos (sabemos de algunos y algunas que el domingo anduvieron desde Molina a la Hoz cumpliendo un voto hecho a la patrona); porque en este día se encuentran amigos, familiares, vecinos, que hace tiempo que no se veían ni hablaban. Y porque todo es alegría, confraternidad, sonrisas y esperanzas cumplidas.
Se mezclan en esta fiesta de Pentecostés de la Virgen de la Hoz, muy diversos elementos folclóricos, con raíces paganas y religiosas de heterogénea procedencia. Misa y Rosario son elementos introducidos modernamente por el catolicismo. La Loa es tradición más remota, escenificación de la lucha de los habitantes del territorio (dedicados de siempre a la ganadería fundamentalmente) contra los elementos adversos zarandeados entre el Bien y el Mal como fuerzas supremas y difíciles de obviar en su camino por la vida. Las danzas, en fin, son muy remotas, tienen un origen más agrario que guerrero, pues aunque en una de ellas aparecen espadas como elemento fundamental del baile, los movimientos de los danzantes, que dan grandes saltos verticales, vienen a ser llamadas al rápido y fácil crecimiento de los vegetales. El uso de palotes y bastones o cayados son indudablemente referencias a la agricultura y al pastoreo, sus ocupaciones habituales.
De todos modos, no puede descartarse la posibilidad de que en ellas indudablemente prima la razón agraria y pecuaria. Su origen puede remontarse a la época celta de población del Señorío. Como dato curioso, está la referencia histórica de que en el siglo XVI estas danzas se ejecutaban, de similar manera, pero con unos atuendos diferentes: Jubón Azul, falda roja, corta, con vuelo, y medias y alpargatas blancas. El parecido con las vestimentas de los danzantes de otras comarcas lindantes (Alcarrias, Sierras centrales, meseta castellana, incluso el País Vasco, etc.) les hacen integrarse a estos molineses en la corriente de danzas primaverales, propiciadoras del crecimiento vegetal.
Podemos terminar estas líneas comentando cómo es éste el camino a seguir en la recuperación de nuestro viejo y riquísimo folclore. La vuelta a unas costumbres milenarias, sentidas realmente como propias por el pueblo que las aplaude y gusta de contemplarlas. Se buscan los viejos textos; se estudian y escenifican por grupos de jóvenes que saben perfectamente lo que es trabajar por su pueblo y su comunidad; se rescatan ritos y festejos; se encadena de nuevo el ritmo de vida y de trabajo con la fiesta y el devenir anual de la naturaleza; y se es, en definitiva, más humano, más auténtico, ¿más feliz? La interpretación de hechos, de dichos, de danzas y ceremoniales quede para los especialistas y estudiosos. La vida, el pálpito, el color y la alegría de reencontrarse con la tradición, siga adelante; prospere.
Lo del pasado domingo en Molina, en su famosísimo Barranco de la Hoz, puede ser ejemplar para el resto de la provincia. Unos jóvenes entusiastas y trabajadores; un Ayuntamiento que ha dado su apoyo a la tarea de revitalizar fiestas y volver a las raíces; y, en definitiva, todo el pueblo que acoge con júbilo estas decisiones y trabajos. Ojala prosperen por nuestra geografía rasgos de este tipo. Por nuestra parte, humildemente, esta crónica sencilla, y un aplauso, una felicitación cordial.