Juan Creus y Manso, un cirujano alcarreño
Se cumplen en estos días, 150 años del nacimiento de un ilustre alcarreño, cuyo recuerdo ha pasado desapercibido entre nosotros, y para el que queremos desgranar, en estas líneas de homenaje, con brevedad algo relativo a su vida y a su obra.
Cuando en 1928 se celebro su centenario, lo fue con solemnidad en Granada, ciudad en la que ejerció su profesión durante muchos años, y donde recibió sepultura. Se editó un libro con el homenaje de sus discípulos y amigos, y, en Guadalajara, el Colegio de Médicos colocó una placa de mármol en la fachada de la casa donde nació don Juan Creus, en la antigua calle de Budierca, hoy señalada con el nombre del ilustre doctor.
Fue don Juan Creus y Manso una de las figuras más señaladas de la Cirugía española en el siglo XIX. Pionero en muchos campos de la actuación operatoria fue su misión la de ir introduciendo cuantas novedades surgían en la cirugía mundial del momento, e incluso modificar técnicas y crear algunos procedimientos originales. Esta época «heroica» de la cirugía hispana, con rudimentaria anestesia y balbuceos de antisepsia, fue dirigida por hombres como Federico Rubio y Galí, Alejandro San Martín y Satrústegui José Ribera y Sans, Salvador Cardenal y Juan Creus. Tras de ellos se abrió el capítulo de la cirugía contemporánea española, que tan alto significado y valor ha tenido y aún tiene en el conjunto universal de este arte.
Nació don Juan Creus y Manso en la ciudad de Guadalajara, el día 1 de marzo de 1828, y fue bautizado dos días después en la cercana iglesia de Santa María. Su familia era originaria de lejanas y diversas tierras como ahora veremos, pero llevaban instalados en la ciudad del Henares desde tres generaciones antes, habiendo sido todos sus antepasados empleados y obreros de la Real Fábrica de Paños de Guadalajara. Su padre se llamaba don Juan Creus, y su madre Doña María Francisca Manso. Sus abuelos paternos eran don Juan Creus, natural de Barcelona, y doña Francisca Castellanos. Los abuelos maternos eran don José Fernández Paiba Manso, portugués, natural de Cadabixo, en la provincia de Coimbra, y doña Francisca Espinosa, natural de Argecilla, en el alcarreño valle del Badiel. En el bautismo actuó de padrino don Agustín Fierro y Manso, primo de la madre del recién nacido, y bisabuelo del que fue alcalde de Guadalajara, también descendiente de holandeses obreros de la Fábrica de Paños, don Miguel Fluiters.
Durante su infancia y primera juventud, don Juan Creus residió en Guadalajara, y aunque pronto salió de esta ciudad para realizar sus múltiples estudios, siempre guardó hacia la ciudad del Henares un amor entrañable y volvió a descansar en algunas ocasiones, a visitar a su familia, y a operar a una monja del monasterio de San Bernardo. En algunos de sus escritos, recuerda con nostalgia las fiestas y otros detalles entrañables de la Guadalajara de la primera mitad del siglo XIX, y salen a relucir temas como la botarga que corría los febreros arriacenses, y otros detalles folclóricos, que ahora no son del caso recordar.
Creus realizó sus primeros estudios de Metafísica, Lógica y Filosofía en el Seminario de Sigüenza, revalidando sus títulos de Humanidades en la Universidad de Toledo. Obtuvo el grado de bachiller en 1846, y el de Licenciado en Medicina y Cirugía, tras los estudios en el Colegio o Facultad de San Carlos, en Madrid, el año 1852. Cursó también estudios de Comercio y varios idiomas durante aquellos años de su juventud, que fueron plenamente aprovechados. De la larga relación de méritos científicos y profesionales, merece destacar la obtención del título de doctor en Medicina a los 24 años, y poco después, en 1854, a los 26 de su edad, ganaba por oposición la Cátedra de Patología Quirúrgica en la Universidad de Granada, al tiempo que era nombrado académico correspondiente de la Real de Medicina de Madrid. Comenzó pronto su tarea de escritor médico, apareciendo en 1861 la primera edición de su «Tratado de Anatomía medicoquirúrgica» que fue declarado de texto en las facultades de Medicina, y alcanzó segunda edición en 1872. Muchas otras publicaciones, en libros, folletos y revistas, fueron dando la dimensión científica de Creus, al tiempo que su fiabilidad y decisión quirúrgicas le convertían en una de las figuras más prestigiosas y solicitadas del reino. En 1877 por concurso de méritos, accedió a la Cátedra de Patología Quirúrgica en la Universidad de Madrid, siendo nombrado Rector de la misma en 1884. Jubilado, por motivos de salud, en 1890, se retiró a Granada, donde murió el xx de xx de 1897.
El significado de la obra de don Juan Creus y Manso, dentro del contexto de la cirugía española del siglo XIX, es amplísimo y no podemos ahora examinar detenidamente.
Como maestro de generaciones enteras, durante 36 años se encargó de formar a jóvenes aprendices en la materia quirúrgica, creando así una amplia y bien consolidada escuela en este quehacer, siendo sus predilectos y continuadores los doctores García Solé, Olóriz y Ribera. Glosaba éste, en uno de sus múltiples escritos, la calidad docente de Creus: Hombre de pocas palabras, pero con la virtud esencial del maestro, que es la de saber infundir en sus discípulos el entusiasmo por la materia que enseña.
Como escritor nos ha dejado una amplia producción, repartida en un gran espectro de temas, todos conglomerados dentro del arte quirúrgico. Su más conocida obra es el «Tratado de Anatomía Quirúrgica», publicado en 1861, que fue declarado de texto para las Facultades de Medicina españolas, y reeditado en 1872. Con abundantes ilustraciones, se ocupaba de la anatomía humana fundamentalmente, con aplicaciones a la cirugía.
Otra de las grandes obras que alentó fue la traducción española, en 8 gruesos tomos, de la «Enciclopedia Internacional de Cirugía», del Dr. Ashhuret, que él prologó, organizó, y en la que incluyó siete amplios escritos suyos, entre ellos los de «enfermedades infecciosas en general», «traumatología», y «heridas por asta de toro», siendo considerado Creus a partir de entonces el creador de la «Tauro-traumatología» pues nadie hasta entonces se había ocupado, científicamente, de estudiar este tipo de lesiones. También publicó abundantes artículos, en varias revistas científicas españolas y en los Anales de la Real Academia de Medicina de Madrid.
Como cirujano reúne las condiciones de un auténtico virtuoso y de iniciador en muchos campos inéditos. Es fama que la talla perineal la realizaba en un instante y que su rapidez y limpieza nadie la igualaba. Sabía hacer frente a todo imprevisto, y se preciaba de operar sin apenas hemostasia. Dos son, fundamentalmente, los campos en que se distinguió el doctor Creus: la cirugía ósea y el campo que hoy abarcan los otorrinolaringólogos, ampliado a la cirugía cérvico‑facial. En el primer aspecto se distinguió en el tratamiento por exéresis de difíciles tumores óseos, y fue de los iniciadores en el uso del periostio para cerrar amputaciones. En el otro aspecto, se ocupó de los problemas de la cavidad oral: epitelioma de lengua y gomas ulcerados en la misma; en la rinofaringe, fue de los primeros en extraer los llamados pólipos nasofaríngeos; realizó traqueotomías en la difteria. Como cirujano cérvicofacial, realizó intervenciones muy arriesgadas y con éxito: resección de neoplasias de parótida; resección de una neurisma de la arteria carótida interna; intervenciones labiales por epiteliomas, labios leporinos y traumatismos de cara y suelo de boca; resección de abundantes tumores en maxilares superior e inferior, etc. Todo ello, sin olvidar, por supuesto el resto de la economía humana haciendo desde cirugía ortopédica hasta intervenciones ginecológicas, pasando por la cirugía vascular, todavía muy incipiente, y tratando todas las novedades de técnicas, anestesia y antisepsia, que en la época se fueron dando.
Sean estas breves notas el recuerdo que la gran figura del Dr. don Juan Creus y Manso, alcarreño y una de las glorias de la cirugía española, se merece en esta hora en que se cumplen los 150 años de su nacimiento en nuestra ciudad. Ya no quedan discípulos directos ni quien recuerde su figura de maestro y de cirujano. Pero los que nos ocupamos en repasar los anales que a Guadalajara, entre unos y otros, han ido confirmando en su ser, e identificándola, no podemos por menos de exhibir aquí esta ilustre figura, y refrescar las mentes olvidadizas de nuestros paisanos.