Los caballeros de la Banda

sábado, 9 septiembre 1978 0 Por Herrera Casado

 

En esta fecha de fiesta y regocijo para nuestra ciudad, vamos a recordar hoy alguna antigua y curiosa costumbre, que viene a enraizar, en el devenir medieval, estas jornadas festivas de ahora. Si las celebraciones ciudadanas más importantes estuvieron siempre en torno a San Lucas, por haber sido esa feria la más multitudinariamente celebrada, también la fecha del 8 de septiembre, la Virgen de la Antigua, tuvo su tradición secular en Guadalajara.

Desde la primera mitad del siglo XIV, en tiempos del rey Alfonso XI de Castilla, se vienen celebrando esta fecha. Este monarca fué muy encariñado con nuestra ciudad. En ella pasó larguísimas temporadas, especialmente en 1338, en que se alojó en el Alcázar, y allí se repuso de una grave enfermedad que había tenido. En esa temporada murió, también en nuestra ciudad, su hijo el infante don Pedro, siendo niño. Aquí convocó a todos los caballeros de la orden de Santiago, y les impulso la elección de su hijo el infante don Fadrique por maestro de la Orden.

Pero el sentir afectuoso de Alfonso XI por Guadalajara venía de muy atrás. En un manuscrito que se conserva en el Archivo Municipal, están reseñados los temas de algunos privilegios, ya perdidos que este Rey otorgó a Guadalajara y a sus pobladores. Entre otros merecen reseñarse el que dio en 1314 eximiendo del pago de portazgo (un impuesto medieval) a todos los vecinos de la antigua Arriaca. En 1316 otorgó a los mismos el derecho de andar salvos y seguros por todo el reino. En 1325 confirmó el privilegio que su abuelo Alfonso X el Sabio había concedido a los caballeros de Guadalajara referente a la total exención del pago de impuestos. El cariño de Alfonso XI hacia la ciudad del Henares queda más palpable al saber por un documento de 1326, con ocasión de la muerte de su tía doña Isabel, señora de Guadalajara, el Rey se tituló señor de la ciudad (que todavía por entonces era villa), atendido las súplicas de sus vecinos, que así lo deseaban.

La estructura feudal que, se, quiera o no, existía en la Castilla de la Baja Edad Media, hacía al Rey buscar apoyo en cuantos lugares, villas y ciudades pudiera. Así, a los caballeros, nobles y gentes armadas de esos lugares, les concedía protección y exenciones, los mimaba y regalaba, con objeto de tenerlos de su parte en cualquier lucha que contra la alta nobleza independiente y feudal pudiera surgir. La ciudad de Guadalajara fué siempre fiel a la monarquía, peleando en su favor, acogiéndola en muchas ocasiones, siendo sede de Cortes generales, guardando las personas de infantes e infantas. Y los Reyes supieron premiar esta devoción con mercedes y privilegios. Muy especialmente al estado de caballeros. Así, ya en 1262 ‑y 1263, Alfonso X eximió a los caballeros arriacenses del pago de tributos. Todos aquellos que tuvieran caballo, armas de guerra y armadura completa, se beneficiaban de la exención, y se reunían el día de San Miguel, en fin de septiembre, en «alarde» o ceremonia exhibitoria, desfile caballeresco, que se hacía en el arrabal de Santa Catalina (donde hoy la calle del Amparo) con gran boato de sedas, plumas, armas y escudos.

La prolongada estancia de Alfonso XI en Guadalajara el año 1336, hizo trabar gran confianza con los caballeros de la ciudad, y en esa ocasión el Rey les fundó una Orden de Caballería (especie de Cofradía para Caballeros) de la cual han quedado muy escasas y fragmentarias noticias, pero que nos hacen instruir lo curioso de su constitución. Nos habla de ello el padre Hernando Pecha, en su «Historia de Guadalaxara», y toma datos de «la carta vieja» de dicha hermandad, y de noticias que aporta Argote de Molina en su «Nobleza de Andaluzia». La «ORDEN DE LA BANDA» como se llamó esta hermandad, seguramente por llevar todos sus miembros una banda de tela cruzada al pecho, se hizo, para caballeros y escuderos, y tomó como muestra de sus Constitucionales a la cofradía de San Salvador de Oviedo. Se fundó el día de San Juan Bautista, todos los caballeros y escuderos de la ciudad juntos en torno al rey Alfonso. Este dispuso que la Junta de la cofradía se hiciese el día «de nuestra señora de septiembre» y que siempre que pudiera, él se acercaría a estar con ellos, como lo hizo durante toda su vida. Estos caballeros Y escuderos se reunían en fiesta pública para San Juan de Junio, haciendo también «alarde» de su pompa militar. Los primeros miembros de la Orden de la Banda pertenecían a conocidas familias arriacenses, que permanecieron durante siglos en la ciudad: varones de los Orozco, Valdés, Pecha, Beltrán, Trillo, Prado, Zavallos y Guzmán son nombrados en la «carta vieja» de la Orden,

Es también un dato curioso a recordar el privilegio que el Rey Alfonso XI concedió al Prioste de la Cofradía, al que hizo «Alcalde del Castillo de los puertos aquende» (desde la sierra de Gua­darrama hacia el sur) para que pudiese juzgar, en grado de apelación, todos los pleitos que ante el Rey fueran presentados. Era éste un señaladísimo privilegio, que confería un gran poder al prioste de esta Orden. Tal merced fue, confirmada por los sucesivos monarcas, y Hernando Pecha afirma que aun en sus días (mitad del siglo XVII) se le guardaba tal privilegio al Alcalde ó prioste de la Orden de la Banda, el cual tenía su casa y tribunal en las cercanías de la puerta de Bejanque.

Es lástima que de tan curiosa y ancestral institución no haya quedado sino este leve recuerdo. Reliquia, en que el boato guerrero y la preponderancia de una clase se hacían manifiestos, daban sin embargo un color y una relevancia a la ciudad en los días en que sus miembros se reunían en «alarde» ó «Junta». Durante siglos se mantuvo esta costumbre, que los vientos liberales del siglo XIX se encargaron de borrar, y hoy sólo esta mínima huella nos es dado traer a la consideración de cuantos gustan de conocer y rememorar estas tan curiosas tradiciones de nuestro pueblo.