La cruz procesional de Uceda
En búsqueda continua de nuevas piezas de orfebrería, aún inéditas en nuestra provincia, y que de seguro habrán de enriquece el estudio completo de esta faceta del arte hispano, hemos llegado hasta Uceda:, donde sabíamos de la antigua existencia de «un cruz muy buena y original, del mismo siglo XV de planchas repujadas, con asuntos de pasajes bíblicos y el apostolado» (1) pero que ignorábamos si permanecía todavía, después de los avatares diversos que todas estas piezas sufrieron durante los años del enfrentamiento bélico en España.
Sí estaba, y gracias a la amabilidad del actual párroco de Uceda, hombre verdaderamente en cariñado con su parroquia, y recto entendedor de las cosas que en ella se contienen, pude estudiarla con tranquilidad. Se trata de una magnífica cruz procesional de comienzos del siglo XVI en plata repujada, en bastante buen estado de conservación, que aporta una notable referencia para el conocimiento de la orfebre a, de esa época en la comarca del valle del Jarama, hasta don llega la influencia toledana, pues la marca y punzón que, con cierta dificultad, se puede ver en esta pieza, demuestran haber salido de un taller de platería de Toledo, y ser su autor Abanda, platero del que no he logrado hallar otro dato adicional, pero que en esta ocasión demuestra ser un extraordinario artista.
La cruz mide más de un metro de longitud y es enormemente: pesada. Presenta una macolla o manzana original, aunque muy deteriorada, que se constituye a base de frisos y doseletes, pináculos y hornacinas, todo en estilo gótico, con algunas imágenes pequeñas de apóstoles. La pieza de la cruz propiamente dicha es la de estructura latina, es decir, con el palo inferior de mayor longitud que el superior y los horizontales. Esto le confiere un avance estilístico que la desprende del gótico, y la hace introducirse en el plateresco. Los elementos ornamentales que cubren sus brazos y el reborde de lo mismo, es también netamente renacentista, pues se forma a base de roleos y formas vegetales. El resto de la decoración lo constituyen unas planchas de plata, que en el centro de la cruz son cuadradas y grandes; en sus extremos son tetralobuladas, y en el interior de los brazos, circulares. Todas ellas presentan animados motivos de iconografía religiosa, con numerosas figuras y escenas de recargado simbolismo, talladas a mano, labradas sobre la plata, con un movimiento sugestivo y una belleza plástica muy notable. El hecho mismo de ser piezas únicas, hechas directamente por el orfebre‑escultor Abanda para esta cruz, le confiere a ésta un altísimo valor dentro de la orfebrería de la época, y comarca, dando al artista, una categoría que le ha de rescatar del olvido en que hasta ahora estaba.
El Programa iconográfico que se desarrolla en sus medallones es muy completo y elaborado, ganando en solidez descriptiva y conceptual a otras cruces semejantes en la provincia (2). En el anverso, aparece al centro un gran Cristo crucificado, obra de magnífico tratamiento escultórico; sobre los medallones de los extremos, aparecen escenas relativas a la Pasión de Cristo, que complementan su imagen central, cumbre del sacrificio: la Oración en el, Huerto, el Lavatorio de manos de Pilatos, Cristo juzgado y ultrajado con una caña en la mano, y arriba la Virgen María. Los medallones circulares de los brazos, en este anverso, muestran al buen Ladrón y al mal Ladrón, también crucificados, atados con cuerdas, a ambos lados de Jesús, y arriba y abajo de éste, dos símbolos cristológicos, uno de ellos el pelicano alimentando a sus crías y el otro el águila del Evangelista Juan.
En el reverso, centra la cruz una gran escena de La Piedad, cuadrada. En los extremos aparecen, arriba, otra escena de la Pasión, el camino del Calvario con la cruz a cuestas; los otros, tres, son relativos a la infancia de Jesús: la Anunciación, la Natividad y la Epifanía. En los medallones circulares de los brazos aparecen, la Magdalena penitente, y los otros tres emblemas evangelistas: el ángel de Mateo el león de Marcos y el toro de Lucas. Son una serie de representaciones de la entrada y salida del mundo de Jesucristo, en las que asienta su esencia humana y divina, acompañadas de símbolos, que de una u otra manera le han situado ante nosotros (pelícano, evangelistas).
De lo que no cabe duda es que estamos ante una interesantísima obra de arte, pieza del siglo XVI, de la que podemos decir se conserva íntegra y conocemos su autor y el lugar de fabricación. Ello enriquece de modo notable el patrimonio artístico de Guadalajara.
NOTAS
(1) Sáinz de Baranda, J., y Cordavias, L. «Guía arqueológica y de Turismo de la provincia de Guadalajara», 1929, p. 13.8.
(2) Ver las cruces de Ciruelas y Valfermoso de Tajuña, en Herrera Casado, «Orfebrería antigua de Guadalajara», Revista Wad-al-hayara, núm. 4.1977, páginas 24, 30, 39 y Láminas XIIXII; XXXIV ‑ VI.