La tabla de Pozancos

sábado, 1 abril 1978 0 Por Herrera Casado

 

Dentro del buen sentido necesario para proteger y salvar elementos valiosos del patrimonio artístico, la diócesis hizo trasladar, hace ya años, una magnífica pintura que se encontraba en la iglesia parroquial de Pozancos, hasta el Museo de Arte Antiguo de Sigüenza, donde hoy se contempla. Esta tarea de rescatar obras de valor que se encuentran en las iglesias de los pequeños pueblos, y trasladarlas a un museo que tiene, entre otras ventajas, las de proporcionar seguridad, y acceso fácil al interesado en el arte, se pone más de relieve ante los recientes expolios que han sufrido algunas pequeñas iglesias de la región seguntina.

Esta pintura que hoy comentamos, es una magnífica tabla de comienzos del siglo XVI, realizada por artista de la región castellana, exprofeso para el lugar In que se encontraba, y catalogable entre lo más destacado del grupo de primitivos castellanos. Representa un Entierro de Cristo, y, aunque restaurada, deja al espectador asombrado y entusiasmado durante unos minutos por la magnífica ejecución y la disposición de las figuras.

Fue esta pintura hecha para colocar en el luneto semicircular del enterramiento (que aún permanece en su sitio) de don Martín Fernández, señor de Pozancos, capellán que fue de la iglesia de Sigüenza, arcipreste de Hita, cura de las Inviernas… En la iglesia parroquial de Pozancos. El sepulcro consta de la estatua sepulcral, yacente, del clérigo, con un frontal en el que aparece su escudo tenido por ángeles, y en las enjutas del arcosolio, tres figuras de talla en alabastro, magníficas, representando las del Calvario. Un Adán y una Eva que escoltaban a la pintura, también se trasladaron al Museo de Sigüenza. El goticismo de sus detalles inclina a fechar toda la obra a finales del siglo XV, aunque otros elementos nos permiten enjuiciar y en cuadrar la obra en los primeros años del XVI. Escultóricamente, este enterramiento está en íntima relación iconográfica, y de taller, con los de Alonso Fernández, el Dorado de, Jirueque (¿hermano o pariente de este Martín Fernández de Pozancos?), y de don Juan Ruiz de Pelegrina, en la catedral de Sigüenza. Esta cronología se confirma con el decadente sentido gótico en la composición y posturas de la tabla que comentamos, así como con su técnica y algunos detalles iconográficos.

Describiremos someramente la tabla, y, de todos modos, recomendamos su detenido examen y degustación en el museo, pues no serán perdidos los minutos que ante ella se permanezcan examinando ‑ personajes, posturas, rostros, paisaje, sepulcro, vestiduras y técnica. Se trata de un Santo Entierro con las clásicas figuras: Cristo muerto, envuelto muy levemente en el sudario, es colocado en el sepulcro, de clarísima filiación toscana, renacentista ya, por Nicodemo y José de Arimatea, mientras. María, con las manos juntas, contempla desconsolada a su Hijo; el apóstol Juan la, consuela, y las tres santas mujeres se ocupan en arreglar el cuerpo, a los pies de la escena. La riqueza de detalles en sepulcro y vestiduras de los personajes queda incluso ensombrecida ante los magníficos rostros que aparecen: el de Cristo se presenta de frente e inclinado; cuatro aparecen tomados desde la derecha; dos des de la izquierda, y el de Nicodemo desde detrás. Son diversos estudios de rostros; todos distintos y en diferentes escorzos. Tratados, además, con un rigor y una perfección completa.

Es necesario incluir esta pintura en el círculo de Juan de Flandes y Juan de Borgoña, y, de momento, ha dé inscribirse en la escueta nómina de un maestro de Pozancos. Este artista hereda de los citados el gran interés por el trato preferente de los rostros, en los que se extasía y pone lo mejor de sí, lo más elaborado, lo más perfecto. Del primero, contrae el débito, de un cierto desinterés por el fondo, de tema siempre paisajístico, pero abandonado, escuetamente tratado: su pasión y su arte se centra en las­ figuras humanas.

Se trata, en definitiva, de un ejemplo magnífico de nuestro arte provincial, recogido y para siempre salvaguardado en las salas del Museo Diocesano de Arte Antiguo, de Sigüenza. Su autor, el maestro de Pozancos, entra ya en la nómina de pintores seguntinos, que tan rica muestra de arte dio al mundo desde el siglo XV.