La artesanía del vidrio en Guadalajara
Valga esta breve nota para traer al recuerdo de mis lectores, y al conocimiento de cuantos en alguna manera se interesan por la pretérita imagen de nuestra provincia, un arte que ya es olvidado y muy escasamente apreciado: el del vidrio, del que en algunos lugares del mundo Bohemia, Sevres, Murano, etc.), se producen hoy en día verdaderas joyas artísticas. En España hubo, en tiempos pasados, lugares de abundantes y magníficas manufacturas cristaleras: la Granja de San Ildefonso poseyó una fábrica de protección real donde se realizaron piezas de vidrio que hoy figuran en los museos y en las colecciones más valiosas.
La actual provincia de Guadalajara tuvo en siglos pasados varios centros de elaboración artesana del cristal; de los que si apenas queda un leve recuerdo. El más conocido de todos fue la villa de El Recuenco, en el partido de Sacedón, entre grandes peñascos. Por lo menos desde el siglo XVI produjo abundante material en, diversos hornos de la localidad. De cinco vidrieros, cada uno con su horno propio, tenemos noticia en el siglo del Renacimiento. Y ello porque fue en el Recuenco donde se produjo la más importante partida de vidrio con destino a las ventanas del monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Aparecen en cuentas, durante los años 1582 y 1583, cinco maestros vidrieros que, sirvieron al Real Monasterio las siguientes cantidades de vidrio: Andrés de Graos, 335 vidrieras; Juan García, 300 vidrieras; Martín Prieto, 600 cuadros de vidrios; Pedro Moreno, 624 cuadros de vidrio, y Pedro Martín, 296 cuadros de vidrio para la iglesia. Pero el más importante de los maestros vidrieros que en el siglo XVI trabajaron en El Recuenco, fue el veneciano Guillermo Carrara, a quien vemos activo entre 1582 y 1592. Entre los años 1582 a 1585, sirvió para la iglesia y otras dependencias de El Escorial un total de 4.848 placas de vidrio. En 1587 contrató la producción del material de la farmacia monasterial, encargándose de hacer 500 alambiques de vidrio para la destilación dé la botica. Des años después sirve 26 arrobas y 14 libras de vidrio labrado en alambiques y redomas para la botica, y en 1592 sirve todavía 15 arrobas y 9 libras de «alambiques de vidrio para tener las aguas que se destilan en la botica» (1).
Durante todo el siglo XVII continuaron produciendo grandes cantidades de vidrio los hornos de El Recuenco, vendiéndose sus productos por toda Castilla, en competencia abierta con las manufacturas de Cadalso. En los comienzos del siglo XVIII, el Rey Felipe V fue enterado de la calidad del cristal de El Recuenco, ordenando que allí se hicieran las jarras para el vino y los albarelos y alambiques de su real farmacia. Toda la Corte, en su misa imitación, se apresuró a adquirir vasos, jarras y platos para confituras, por lo que hacia mediados del XVIII, la industria cristalera de El Recuenco alcanzó su máximo esplendor, cayendo luego lentamente.
Se producía en sus hornos un vidrio de tono verde azulado, más bien oscuro, que se trataba de corregir y aclarar soplando los productos, hasta conseguir una extrema delgadez y finura, que los hacía muy ligeros de peso. En la mayoría de las piezas se estiraban y pellizcaban los bordes, dándoles forma octogonal. Los filamentos del vidrio se hacían más patentes hacia el borde de la pieza, así como en el collar o base. Aunque estos filamentos que decoraban espiralmente a los vasos, jarras, etc., tenían normalmente el mismo color verdusco, en ocasiones se les daba otro tinte más claramente azul, con lo que aumentaba su belleza. También se conocen piezas de cristal de El Recuenco de notoria imperfección y con abundantes burbujas. Había hornos y, maestros de distintas competencias (2).
Se conocen pocas piezas de esta procedencia alcarreña: junto a estas líneas aparece dibujado un vaso, en forma de urna, de cristal azul verdoso, procedente de El Recuenco, que se conserva con el número T/367 en el Museo de la Hispanic Socilety of América. Algún otro ejemplar posee el Museo Provincial de Guadalajara, en sus fondos que constituirán la sección de Etnografía y folklore, todavía en formación.
En el siglo XVIII, hacia 1720, el Sr. Goyeneche fundó el pueblo o sitio de Nuevo Baztán, en la baja Alcarria, hoy provincia de Madrid. Allí se hizo construir de Churriguera un magnífico conjunto de iglesia y palacio, y una factoría de cristal bajo la protección de Felipe V. No fue un éxito, y esto, unido a la disminución de las reservas de combustible en las cercanías del Nuevo Baztán, forzó a Goyeneche a trasladar sus hornos productores de vidrios a la villa serrana de Villanueva, de Alcorón, en la actual provincia de Guadalajara, donde durante todo el siglo XVIII se produjo vidrio ordinario, muy similar en formas y composición al del Recuenco.
También en» la Alcarria, la villa de Brihuega, tuvo cierta producción vidriera. Conocemos uno de estos artesanos, José Bermejo, por el contrato que hizo en 1731 con la iglesia parroquial de Mondéjar, para servirle, por valor de once mil maravedises, tres vidrieras, y colocarlas (3). Pero no se conoce producción más fina de la cristalería briocense.
Finalmente es preciso anotar la existencia, también en la serrana villa de Tamajón, de industria cristalera. En tiempos pasados se hizo, mucho y bueno, en la llamada «fábrica de cristales del convento» pues en principio estuvo a cargo de los franciscanos que los Mendozas asentaron en un gran monasterio en este lugar. Todavía se encuentran en el pueblo algunos notables ejemplos de vasos y floreros del cristal intensamente azulado que Tamajón producía. El edificio de la fábrica está aún en pie, y se habló no hace mucho de revitalizar en él esta interesante artesanía.
Sirvan, pues, estas breves líneas de recuerdo, y, quizás, de inicio en el estudio de este tema para algunos, con lo cual se abriría uno más en los muchos caminos que todavía quedan por pisar, en la investigación del pasado histórico de nuestra tierra.
NOTAS:
(1) Cf. Andrés, Gregorio de, «Inventario de documentos sobre la construcción y ornato del Monasterio del Escorial existentes en el Archivo de su Real Biblioteca», Madrid 1972, pp. 97, 104, 105, 106, 113, 114, 126, 136, 167, 182, 197.
(2) “The Hispanic Society of America” Hanbook, Museum and Library Collections», Nueva York, 1937, pp. 162‑163.
(3) Archivo Parroquial de Mondéjar. Libro de Fábrica número 3, cuentas del bienio 17311732.