El retablo de Pelegrina

sábado, 19 noviembre 1977 0 Por Herrera Casado

 

Ya en ocasión anterior me ocupé ampliamente de esa magnífica obra de arte plateresco que es el retablo de. Pelegrina, lugar cercano a Sigüenza, enclavado en un paraje bellísimo, y meta siempre añorada de viajeros y artistas. No estará de más sin embargo, que demos nuevamente cuatro pinceladas en su torno, y ello con motivo de aportar ahora un par de nuevas imágenes del conjunto, como muestra de esas dos vertientes, pintura y escultura, que en magistral haz tapizan el muro del presbiterio de la iglesia parroquial de Pelegrina.

Poco se escribió hasta ahora de esta obra. Y en verdad sorprende al visitante su grandiosidad, su riqueza de ornamentación escultórica, la perfección grande y buena conservación de sus pinturas. Estas se disponen en dos cuerpos, llevando el inferior cuatro escenas de la vida de la Virgen: la Natividad de María, la Anunciación, El Nacimiento de Cristo y la Epifanía, mientras que el superior muestra otras tantas de la Pasión de Jesús: la Oración en el Huerto, el juicio de Pilatos, la Flagelación y el Camino del Cal­vario, con la escena de la Verónica. Rematando el retablo, aparecen otras tres composiciones pictóricas, más pequeñas, representando a los cuatro Padres de la Iglesia. En la central, cuya fotografía acompaña a estas líneas, aparecen San Agustín y San Ambrosio revestidos de sus dignidades episcopales y escribiendo sus obras. Puede comprobarse la calidad, más que regular, de la tabla.

En cuanto a la parte escultórica, es variadísima y muy curiosa. Como cuerpo bajo del retablo aparecen cuatro hondos nichos avenerados para albergar a los cuatro evangelistas, acompañados de sus correspondientes símbolos. Y luego destacan, en los fustes de las columnas y en los frisos, rellenando cada centímetro cuadrado de espacio, una profusa decoración tallada en bajorrelieve, y policromada, en la que la imaginación y el rico venero iconográfico del autor se dieron cita sobre la madera. De esta generosa profusión de temas paganos, simbólicos o meramente ornamentales, doy junto a estas líneas un nuevo ejemplo gráfico, en el que atlantes niños cargan con un friso cubierto de cabezas; dos hombres cabalgan en sendos caballos marinos, y abajo entre rigurosa decoración arquitectónica rey grutesco se advierte. Inclusive en este aspecto escultórico se muestren otras tallas exentas por repisas, hornacinas, etc.

Aunque no se conoce documentalmente a los autores de esta obra de arte, no es difícil adscribirla a la colaboración entre dos de los más distinguidos obradores del Renacimiento seguntino: el pintor Diego Martínez y el escultor Martín de Vandoma. Ello por varias razones: una porque la época de construcción del retablo (segunda mitad del S. XVI) y el estilo de una y otra faceta, hacen pensar inmediatamente en la mano directora de ambos artistas. Y otra, aún quizás más definitoria, porque conocemos el retablo parroquial de la soriana localidad de Altójar, idéntico en todo al de Pelegrina, y para el que tenemos documentalmente acreditados tanto el año de su terminación (1576) como los nombres de sus autores: Diego Martínez, pintor, y Martín de Vandoma, tallista.

Y nada más, sino recomendar vivamente a quien guste del arte de esta nuestra provincia de Guadalajara, y tenga por divertimento viajar por sus tierras y sus pueblos, no deje de llegarse a Pelegrina, donde, además de un paisaje inusitado y vibrante, de, un caserío dulcemente derramado sobre el cerro que corona el medieval castillo, encontrará en él interior de su parroquia una obra de arte de gran calidad, casi desconocida, y sugeridora de lo que la ciudad de Sigüenza tuvo, en él siglo XVI, de irradiante y peculiar fuerza en materia de arte.