Andanzas varias de D. Gregorio López de la Torre Malo
Andando recientemente por las tierras altas y luminosas del Señorío de Molina, cada vez más desiertas pero sugestivas, unimos tres puntos que fueron vitales en la biografía de uno de sus hijos más ilustres, poco conocido y recordado, pero que bien merece le dediquemos algunos momentos de evocación. Pasó el viajero por Mazarete, por Concha, por Molina. En el recuesto hondo por donde el río Mesa comienza a dar nombre y destino aragonés al Señorío, Mazarete se recoge y ordena. Allí está la casona de don Gregorio López Mayoral, construida en 1669, según atestigua la inscripción que luce en medio de la nutrida colección de símbolos ganaderos (un par de caballos, un caldero, la pica y el cayado, dos borregos, la gran cabeza de un buey…”Allí nació, sin duda alguna, el personaje que hoy evocamos. Y Mesa abajo, torciendo por el camino real hacia Establés, entonces vigilante con su castillo de los andares hispanos, subimos hasta Concha, donde a la orilla misma de la polvorienta calzada se alza el caserón sencillo y noble que durante largos años ocupó el escritor fecundo.
Al fin, Molina, con sus plazas ahogadas de palacetes e iglesias, con su olor a sabina tapizando conventos, alamedas, y el fragor rojizo del castillo: allí también pasó largas horas nuestro personaje.
De don Gregorio López de la Torre Malo, aparte de algunas obras, impresas unas, manuscritas otras, poco conocemos de su vida. Nació en Mazarete, con el inicio del siglo XVIII. En las «Genealogías de molineses ilustres», González Reinoso aporta la de los López, y vemos en su centro a nuestro personaje. Por ser dato curioso e inédito hasta ahora, nos entretenemos en ello: Juan López, antepasado directo suyo, ganó ejecutoria de hidalguía, en 1548. Bisabuelo suyo fue Francisco López Mayoral, que nació en Cillas, en 1590, y se avecindó en Mazarete, casando allí con Lucía Sanz Bailón. Era ya el siglo XVII. Tuvieron a Pedro López, abuelo de nuestro personaje. Su padre se llamó Francisco López, que nació también en Mazarete, y casó con María de la Torre, natural de Selas. La vida de don Gregorio transcurrió entre 1700 y 1770, aproximadamente, pues entre las escasas noticias que de él nos quedan, sabemos que se graduó de bachiller en cánones, en la Universidad de Alcalá, en 1719, por lo que, calculando que era a la edad de los 18 o 20 años, cuando se venía a obtener el grado de bachiller, él debió nacer rondando el 1700. Su muerte la colegimos de que las últimas noticias, incluso autobiográficas, que de él tenemos, se refieren a 1769. Después, nada. Luego por entonces debió fallecer. Casó con doña Francisca Martínez, vecina de Concha, y tuvieron por hijo a Joaquín López, natural y vecino de Concha, que casó con Josefa Torrubiano. Tuvieron por hijo a Joaquín López, también nacido en Concha, y se casó con Florentina Checa, avecindándose luego en Turmiel. Allí les nació a éstos Agustín López, que casó con Isabel López. Descendiente directo fue Toribio López Vigil, abogado, natural y vecino de Turmiel. Del mayorazgo, fundado por esta familia, desciende hoy don Adolfo López López, residente en Concha. Fue don Gregorio hombre viajero. Por su alto cargo cortesano, como abogado de los Reales Consejos, pasaba largas temporadas en Madrid, o en lugares de descanso de los Borbones. Allí se relacionaba con la más alta jerarquía del país, cultivando ese tesoro inestimable que es la amistad de los buenos, y afanando siempre noticias curiosas referentes a su tierra natal, al Señorío de Molina, que él quería tanto, y a donde siempre acudía en busca de reposo, de horas silenciosas en las que poder leer, meditar, ordenar y componer sus escritos. Fue en Concha donde, de ordinario, residió. Y sabemos que entre 1729 a 1769, prácticamente toda su vida, lo hizo de una manera habitual. Dice de él el cronista provincial, don Juan‑Catalina García: «Era muy aficionado a la historia y a las antigüedades, escudriñador de archivos y diligente en comunicar noticias a quien acudía a sus luces».
No fue muy abundante su producción literaria e histórica, pero sí bastante densa. He visto en la Biblioteca Nacional de Madrid sendos ejemplares de dos obras suyas, breves y enjundiosas, esclarecedoras de interesantes aspectos del Señorío molinés. Una es la «Carta escrita a doña Librada Martínez Malo», prima suya, y a la sazón, priora del Monasterio cisterciense de Buenafuente. La escribió en 1734, y contiene noticias curiosas de la primitiva historia de este cenobio, qué él mismo consultó y describió en su importante archivo. Otra es el «Indice del archivo de la Muy Noble y Muy Leal Fidelíssima Villa de Molina». Son dos hojas en folio, impresas en 1746, y contiene muy resumidos los documentos que este archivo conservaba en aquella época.
Su obra más importante y conocida es la «Chorográfica descripción del muy noble, leal, fídelíssimo y valerosísimo Señorío de Molina», librito impreso, en octavo, del que es dificilísimo encontrar ejemplares. El mismo don Juan‑Catalina García confiesa haber visto uno incompleto. Yo mismo encontré, otro, también incompleto, que me permitió consultar un vecino de Tartanedo. Por las noticias y referencias que da el autor, sabemos que está escrito hacia 1746. En realidad es un resumen de lo que antes habían escrito Núñez y Sánchez Portocarrero. Pone luego una interesante, aunque breve, relación de todos los pueblos molineses, señalando su historia y los hijos ilustres de ellos surgidos.
Aún más, sé que escribió don Gregorio López de la Torre Malo un libro de árboles genealógicos de diversas familias del Señorío, y además realizó con gran maestría unos mapas, a plumilla y en colores, de Concha; Mazarete, Anchuela del Campo y Chilluentes (hoy despoblado), así como otro grande de la diócesis de Sigüenza. Estas obras, manuscritas, han desaparecido.
En la semana próxima, pienso dar algunas notas, también inéditas y muy curiosas, acerca de la vida y estancia en el lugar de Concha, de éste que fue por todos los conceptos, ilustre molinés, y amante y estudioso de su pretérito. Ojalá que con estas líneas consiga ponerle en la mente de cuantos saben apreciar el ancho y limpio pasado de nuestra tierra de Guadalajara.