Tradición universitaria. Alcarreños en Alclá (y II)

sábado, 9 abril 1977 0 Por Herrera Casado

 

Seguiremos, recordando, como la semana pasada, figuras que dieron lustre a la Universidad alcalaína, y que fueron salidas de esta tierra de Guadalajara. En simbolismo de lo que mutuamente se han ‑influido durante varios siglos una y otra. ­La historia de la «Universitas  Complutensis», aun sin estudiar a fondo y en toda su amplísima dimensión e influencia para la cultura mundial, habría de dedicar un tomo entero a las aportaciones que de Guadalajara ha recibido, y, en contrapartida, ha entregado a la ciudad del Henares.

Baste recordar cómo, iniciada por Cisneros para realizar esa gran obra, colosal obra, que fue la Biblia (Políglota, durante la primera mitad del siglo XVI, Alcalá y sus hombres se convierten en abanderados del reformismo religioso y social, del nuevo humanismo que Erasmo impone en sus escritos. Salamanca, por contra, será siempre la imagen de un tradicionalismo medieval que se resiste a abrirse a nuevas corrientes. Y mientras Alcalá se hace bandera del erasmismo más puro, Guadalajara., Henares arriba, presenta al mundo la Corte de los Mendoza, ‑que ocupa no sólo el caserón gótico de los. Infantado, sino los múltiples palacios que van surgiendo por la ciudad ‑, en la cual Corte mendocina asientan literatos, pensadores, artistas de todos tipos, dando albergue al más importante núcleo de alumbrados de las, dos primeras decenas del siglo XVI. Sirven estos detalles para comprender que esa vega del Henares que une Alcalá con Guadalajara, ha tenido un lazo de unión, tan agrario como cultural,  en pasados tiempos, lo que justifica totalmente que ahora Guadalajara reivindique su participación plena en esta Universidad del Henares que se pretende crear.

Pero vamos a los Personajes. Nacida en Guadalajara de una de las ramas secundarias de los Mendoza (la de los Condes de Coruña y vizcondes de Torija), fue don Bernardino de Mendoza uno de los personajes más brillantes de la Corte de Felipe II. Crecido en el ambiente culto arriacense, cuajado de batallas poéticas y disputaciones filosóficas, pronto fue a la Universidad. De él dice don Juan‑Catalina García que «en edad no muy crecida, pusiéronle en estudios en la Universidad de Alcalá, donde el lustre de su casa hizo notar mejor la calidad de su talento»‑. Pudo ser, pero la verdad fue que don Bernardino era hombre valioso en verdad, trabajador ­e Inteligente. En Alcalá estudió artes y filosofía, llegando a la licenciatura en M57. Se albergó en el Colegio de San Ildefonso, el primero que tuvo el Estudio Alcalaíno. En 1562, aproximadamente, entró al servicio del Rey, fraguando así su triple carrera de militar, diplomático y escritor. En el primer aspecto fue capitán de tercio en Flandes. En el segundo, llegó a Embajador de España en Roma, en Francia, e incluso en Inglaterra, en tiempos de verdadera dificultad diplomática. Como escritor, le debe la literatura y la historia españolas dos obras exquisitas: los «comentarios a lo sucedido en la Guerra de los Países Bajos» y la «Theoría y Práctica de Gverra», traducidas de inmediato a todos los idiomas europeos, y que le ganaron fama internacional, recibida, ya ciego totalmente, en su último retiro madrileño, donde murió en 1604.

Villarroel fue famoso, médico nacido en Pastrana en los comienzos del siglo XVII, y que en Alcalá cursó sus estudios, varios, y revueltos como todos los hacían, con un afán enciclopedista al que muy pocos arribaban. Y así, aunque este personaje obtuvo la licenciatura en Medicina en 1641, años después, y cuando accedía al cargo que luego ocupó, se le nombraba «doctor por Alcalá, colegial teólogo, y sujeto muy benemérito». Pues bien, aún dedicó tiempo, y mucho, de su vida, a hacer versos, habiéndonos quedado muchos, y muy buenos, de su Pluma. José de Villarroel obtuvo en 1670 el cargo de médico de la Cámara Real, después de  haber servido algunos años, también como médico estrictamente particular, en Roma y Milán, a don Luís Ponce de León.

En El Casar de Talamanca fue nacido don José López Agurleta, y en Alcalá en el Colegio de Santa Catalina, en el que tenían becas los hijos del Casar, se doctoró en Teología. Fue hombre muy dado a historias y erudición de todo tipo, y, cuando ya caballero de Santiago, obtuvo el cargo de archivero del Convento de Uclés, dedicó toda su vida al estudio de esta orden caballeresca, hasta el punto que sus escritos son fundamentales para quien quiera conocer algo a fondo la historia de la Orden de Santiago. De López Agurleta debemos recordar, al menos, el «Bullarium» de la Orden, y la «Vida del Venerable fundador de la Orden de Santiago, don Pedro Fernández», en la que aparecen muchos datos sobre la tierra alcarreña, y, en fin, las voluminosas «Questiones Militares Jacobeas». Su vida fue en el siglo XVIII.

Deprisa ya, por no hacer interminable esta relación, pondremos también noticia de otro ilustrísimo hijo de la Alcarria, concreta: mente de Jadraque, que fue en Alcalá donde nació al mundo de la ciencia, y allí donde inició estudios y aficiones a la investigación histórica y al repaso completo de los hechos pretéritos. Si toda Universidad ha de ser, más que un número de lecciones aprendidas de memoria, mano alentadora de entusiasmos científicos, Alcalá lo fue para don Diego Gutiérrez Coronel, quien, nacido junto al Henares en 1724, veinte años después se graduó en Alcalá, en cánones y leyes, entrando poco después en la Iglesia Católica como ministro. Es también larga y prolífica su producción literaria e investigadora. Andan impresos, desde finales del siglo XVIII, la «Disertación histórica… sobre los Jueces de Castilla» y la «Historia del origen, y soberanía del Condado, y Reyno de Castilla»; mientras que sus varios escritos acerca de la Genealogía de las Casas de Mendoza, Coronel y otros ilustres linajes españoles, lo que dejó manuscritos, en elegantes volúmenes que heredaron sus sucesores, y hoy se pueden declarar perdidos, aunque en el caso de la «Historia Genealógica de la Casa de Mendoza», escrita en 1772 y dedicada al duque del Infantado, se conserva en el Archivo Histórico Nacional, en tres gruesos y hermosos volúmenes foliados, procedente de los fondos de la biblioteca de la Casa de Osuna. Gutiérrez Coronel, que tuvo la fortuna de gozar algunas prebendas ‑era, entre otras cosas, comisario de la Inquisición de Cuenca en Jadraque ‑ y ancha renta familiar, dedicó su aliento, tomado en las aulas de Alcalá, en favor del cultivo de la historia, a cavilar y estudiar la de Casti­lla.

Son todos éstos, los hombres ‑un pequeño muestrario de ellos, en realidad ‑ que contribuyeron a proclamar la utilidad formativa, sugeridora, vitalizante de la Universidad alcalaína, y, en último término, y como segundo sujeto de esta simbiosis tan prolífica, fue la propia Universidad la que devolvió con creces a la provincia de Guadalajara tan generosa oferta de sus hombres. Sin estas lecciones, ‑como todas las de la «historia ‑ que deberían aprovechar nuestras actuales generaciones.