Los cofrades de Alustante

sábado, 18 octubre 1975 0 Por Herrera Casado

 

La vida actual, que es para nosotros tan moderna como lo era la suya para los hombres del siglo XVI o incluso de principios de nuestra vigésima centuria, tiene sin embargo sobre las otras épocas un poder especialmente devastador en lo que se refiere a las esencias culturales y peculiaridades de vida de los pueblos. Caminos, carreteras, coches, televisión y otros sistemas han logrado nivelar las conciencias y los gustos de tal manera, que el folklore de honda raíz primitiva, esa manifestación de vida que caracteriza a España entera, y a cada uno de sus pueblos en particular, ha desaparecido completamente.

Este año que ya terminando se ha caracterizado, en una inmensa cantidad de lugares de nuestra provincia, por el cambio de fechas dé sus fiestas patronales. Todas se han trasladado a algún domingo de agosto, para que todos aquellos emigrados residentes en las ciudades, puedan usar de sus vacaciones y llegarse al pueblo a celebrar… no se sabe el qué: cohetes, música, baile y una función religiosa, que va quedando sin sentido en, el momento en que, se les desgaja a estos días de su peculiar colocación en el calendario. Todas las fiestas estaban situadas en sus diversas épocas por alguna razón, fundamentalmente de tipo agrícola, y en algunas ocasiones, como herencia de antiquísimos ritos prehistóricos, de raíz pagana. Pero en los mismos, pueblos parece ser que esto no le importa a nadie.

Viene éste a cuento de una hermosa tradición, también desaparecida actualmente, que tuvo el pueblo de Alustante, en el señorío de Molina, hasta hace muy pocos años. Eran las diversas ceremonias, parecidas, aparte de eso, a las de muchísimos otros pueblos de Guadalajara, de sus cofradías y cofrades. En un antiguo libro que guarda la parroquia de Alustante, hemos podido leer las ordenanzas de la «Muy Honrrada y Noble Cofradía y Hermandad del Santo Christo de Alustante», fundadas en 1583. Es muy probable que ya existiera esta serie de instituciones, con ordenanzas canónicamente aprobadas. No se trata de ninguna cofradía profesional o artesana, ya que de este tipo, tan corrientes en Cataluña, Valencia y países de Europa por nuestras tiernas escasearon, si bien de este estilo gremial podemos considerar muchas que llevan una gran carga de costumbre agrícola y ganadera. Esta del Cristo de Alustante es exclusivamente de orden cristiano, religioso y. benéfico, y sirve para aumentar la cohesión entre todos los vecinos del pueblo bajo el signo común del cristianismo. Para hacer una idea de las funciones, un tanto supervisoras, que realizaba, hay que anotar cómo su primer abad o rector religioso fue «don Pedro López Luzón, comisario del Santo Oficio de la Inquisición, y cura que al presente es… de esta Parrochial de Santa María de la Asunción de Alustante»

Brevemente trataré de exponer algunos de los rasgos más característicos de esta cofradía, viva hasta después de nuestra guerra civil, y que hacía revivir con sus ceremonias exteriores y callejeras un aspecto de auténtica fuerza, enriquecedor de nuestro folklore y de los modos hondamente humanos de convivir y manifestar sus creencias nuestros antiguos paisanos. Es una pieza de la etnografía de Guadalajara para la que ya no pueden aportarse fotografías, dibujos, grabaciones ni casi relaciones habladas. Hay que ceñirse al dato documental, tan escaso en la mayoría de nuestros pueblos. Ello es un aldabonazo más de la urgente tarea de recoger el folklore de nuestra tierra, antes de que ‑desaparezca totalmente.

La advocación de esta Cofradía es, como digo, «el Santo Cristo de Alustante», hoy conocido como «Cristo de las Lluvias», y que se conserva en la capilla lateral del Evangelio en la iglesia parroquial de Alustante. Se trata de una tabla del siglo XVI, en madera, de patético aspecto y mal arte. De la cofradía se decía en su inicio «que tiene y guarda a Honrra de Dios y, de Iesu Xpo su Hijo y de Sancta María su madre y de los sanctos doce apóstoles y demás sanctos sus Patrones que son San Fabián y San Sebastián, San Roque y Sancta Catalina martir, y San Bonifacio» La podían constituir cuantos vecinos varones quisieran, y ya desde el principio se diferenciaban sus miembros en dos tipos: «los unos de disciplina y sangre, y los otros de acha y luz y que así los unos como los otros estén obligados a aver y tener sus túnicas negras tan largas que lleguen a los pies con sus capirotes y cordones necessarios… y así mesmo los que fueren de sangre an de tener sus disciplinas con cinco rosetas, y los que fueren de luz an de tener un acha de cera…. ty una vara» Los cargos directivos eran los de abad, que recaía en el párroco del lugar prioste, primera autoridad civil de la cofradía; mayordomo, que hacía de segundo jefe, y los respectivos «acompañados» del prioste y mayordomo, que subían al cargo respectivo al año siguiente. Las elecciones y cambios de cargo se hacían el día 3 de mayo, festividad de la Cruz.

Entre las diversas obligaciones de los cofrades del Santo Cristo de Alustante, estaba en primer lugar la de oír misa en su altar cada viernes del año. Dos de los cofrades más nuevos señalados por el prioste, tenían como obligación la de asistir a los compañeros enfermos. Y en caso de muerte, el luto y, el acompaña  miento era general de toda la Cofradía. Dicen, así las ordenanzas «que siempre y quando fuere muerto algún cofrade desta Cofradía, sea amortajado con su túnica negra y cubierta su cabeza con su capirote y cogulla, y ceñido con su cordón… y así cubierto y compuesto su cuerpo se ponga en la tumba y andas», y como detalles gráficos interesantes de esta ceremonia podemos señalar cómo se mandaba tuviera la cofradía «un paño negro… el qual tenga por el medio una cruz colorada, y alrededor su flocarura negra y colorada para su adorno… con que se cubran el día de la difunción y muerte del cofrade … » y termina «queremos que nuestra cofradía tenga una campanilla con la qúal se haga señal el día de la muerte de algún cofrade, ta­ñéndola por las calles … »

Quizás en el aspecto de folklore externo fuera lo más interesante y llamativo la procesión que, dos veces al año, organizaba esta cofradía por calles y campos. Debían hacerse el día de Jueves Santo y el de la Invención de la Cruz o sea, el 3 de mayo Y escuetamente señala: «y que en ellas se hallen todos los cofrades con sus .hábitos y túnicas negras, y con sus achas y luces, desta manera: que el jueves santo estén obligados los de disciplina y sangre a azotarse en la dicha procesión, y los de acha y luz a irles alumbrando en toda la procesión. Mas el Día de la Inbención de la Cruz cumplan con llebar sus túnicas negras y la disciplina en el hombro los que fueren de sangre, y los de luz lleben sus achas encendidas en la mano. Queremos que estas procesiones se hagan a la hermita de San Fabián y San Sebastián deste lugar» El espectáculo de estos hombres cubiertos de túnicas negras iluminados por los hachones de cera, y azotándose sus propias espaldas por las calles, todavía heladas de la primavera de Alustante, debla ser fuerte e inolvidable.

La devoción por este Santo Cristo todavía hoy se conserva. Era en el siglo, XVII tan fuerte y, hondamente calada en las gentes de Alustante y su comarca, que, se anotaron, también en un libro que hoy conserva la parroquia, los diversos milagros que realizaba Del año 1611 son estas palabras «De secas y garrotillo hay tanto número de cosas maravillosas, que han sucedido con el aceite de la lámpara, que no se pueden escribir». Y apunto aquí uno de estos casos, que, como se ve, también llevaba su ritual tauma­túrgico: «Juan del Valle tenía un hijo enfermo con una brava seca y calentura de dos años, el niño que no podía comer, ni beber llebolo en brazos a la yglesia quando ya anochecía. Untolo con el aceyte de la lámpara y presentolo encima la tabla del altar con cierta promesa bolvió a Casa con el niño y en la mañana ni tenía seca ni calentura» El título de Cristo de las Lluvias le vino, por el milagro acaecido en 1614, a 17 de junio “haviendo seca general por toda España, que todo perecía, vino el pueblo de Piqueras a este santo Christo, con gran humildad y reberencia a pedir agua a Dios y avie­ndo de decirse la missa… y al salir de missa se vió encima de los quemados una nubecita, como un bellón de lana y se dividió en dos y por el ayre fue llevada la una por encima a piqueras y, llovió allí la una de la tarde y a la noche nos dio Dios merced por acá, y otro día amaneció raso»

Estampas son, éstas bebidas, por nacidas, en la raíz de los pueblos, y que debían ser conservadas en la memoria de todos.