Atienza: la pila románica de la Trinidad

sábado, 6 septiembre 1975 0 Por Herrera Casado

 

Cuando una imagen, como dicen los chinos, vale más que mil palabras, sobran todas para describir ésta magnífica pieza  del arte románico, de la que, si no vamos a ser tan ingenuos de declararnos los descubridores, si podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que es ésta la primera imagen que de ella aparece publicada, y su primer comentario tipográfico.

Este magnífico ejemplar de pila bautismal está colocado en el baptisterio de la iglesia de la Santísima Trinidad, en Atienza, pequeña habitación al pie del templo, a la que se entra bajo el coro. Llegamos a su conocimiento no hace mucho, cuando la gentileza del arcipreste atencino, el culto sacerdote don Sebastián Sanz, nos indicó su existencia y nos permitió fotografiarla. Hemos, repasado cuatas publicaciones se han hecho sobre Atienza, y en ninguna hemos hallado el más mínimo comentario a ella. En las «Guías de Guadalajara» que sacaron a luz los señores Cordavías y Sainz de Baranda en 1929, y el señor Enriquez de Salamanca en 1,969, nada se dice de ella. En 1935 publicó el doctor Layna Serrano su obra «La arquitectura románica en la provincia de Guadalajara», reeditada en 1971, sin que al referirse a la iglesia de La Trinidad se diga nada de la pila. De este mismo autor es la «Historia de la villa de Atienza», de 1945, en la que, al hablar del la escultura románica en el pueblo, no menciona más que las labores ornamentales de fachadas y ábsides de iglesias y el famoso y magnífico «Cristo de los Cuatro Clavos», de finales del siglo XIII o principios del XIV, que se conserva en esta misma parroquia. Los señores don Francisco Moreno y don Sebastián  Sanz, finalmente, en sus dos veces editada obra «Caminos de Atienza» (1914‑75), aunque por­menorizan las obras de arte que este templo encierra, inexplicablemente callan la presencia, la magnífica estampa, plenamente medieval, vigorosa y pura, de esta pila.

La imagen que mostramos no necesita apenas descripción. Consta de una basa alta, estriada verticalmente, que remata en un anillo simple, del que a su vez emerge la copa, amplia y maciza como todas las pilas románicas. La labor escultórica no es demasiado prolija, pero si más animada que otras conocidas. Reproduce una arquería como de atrio de iglesia, en el  que columnas pareadas sostienen breves arquillos semicirculares, ornados de bolas. El borde de la pila se decora con puntas de diamante.

Se trata de una obra realizada en los últimos años del siglo XII o primeros del XIII directamente destinada para el templo en que hoy se encuentra. Esta iglesia de la Santísima Trinidad, a media ladera del cerro atencino, existía ya en las últimas décadas del siglo, XII cuando Alfonso VIII dio por buenas las constituciones de la Cofradía de la Caballada, que puso su asiento en este templo. En el estilo románico de ese momento, bajo el gusto severo de lo soriano y segoviano, se construyó todo el edificio. En el siglo XV, y a causa de la durísima batalla librada entre las tropas navarras adueñadas de la villa y las reales de Juan II, esta iglesia quedó muy malparada, salvando solamente el ábside íntegro… y la pila, inamovible a pesar de guerras, derrumbes y olvidos. Se reconstruyó el templo por sus parroquianos en el final del cuatrocientos todavía con el empuje gótico que se observa en sus techumbres, y se añadieron poco a poco detalles: altares y capillas, de estilos y gustos posteriores.

La Trinidad se mantuvo en un discreto segundo término por ser filial de Santa María del Rey, que al quedar en el siglo XVIII reservada para cementerio, por haberse quedado totalmente despoblado su barrio, vio adquirir nuevamente el título de parroquia a esta iglesia, que no hace mucho tiempo ha vuelto a perder, dado el declive demográfico de Atienza.

Es este ejemplo un empuje más que recibe el acervo artístico atencino y guadalajareño. Sorprendería a muchos el catálogo que podía hacerse con las pilas románicas que todavía existen en la provincia. Su mole imponente les ha hecho sobrepasar toda suerte de guerras, revoluciones y olvidanzas. Permanecen, sin embargo, vivas y majestuosas en sus oscuros rincones, con sobrado mérito para ser admiradas de todos,

Este de Atienza es un buen ejemplo, un magnifico ejemplo de ello.