La cruz parroquial de Ciruelas

sábado, 16 marzo 1974 0 Por Herrera Casado

 

En el contexto del arte del Renacimiento que se halla disperso por la provincia de Guadalajara, ha de significar un importante papel la orfebrería de este período, representada en varias cruces procesionales que, casi por milagro, se conservan en algunas parroquias y museos de nuestra tierra. Sin perjuicio de hacer con posterioridad un estudio más detenido de todas ellas, por lo que de contribución puede suponer para la visión total del arte plateresco (nunca mejor empleado el calificativo) de nuestro país, traigo hoy a la consideración de mis lectores la interesantísima cruz parroquial de Ciruelas, pueblo cercano a Guadalajara, entre Tórtola y Torre del Burgo situado, muy poco conocida, pero de un valor extraordinario.

Es preciso consignar, escuetamente, sus vicisitudes y situación actual. En la parroquia desde el siglo XVI, en que se construyó, durante la pasada guerra civil fué llevada a Madrid, al Servicio de protección del Patrimonio Artístico, de donde fué sacada después de la contienda, y devuelta al pueblo. Hoy en día se custodia en dos casas, particulares: en una tienen el árbol, y en otra la macolla. Se saca solamente una vez al año, para la fiesta mayor del pueblo. Gracias a la amabilidad de señor cura párroco, y de los vecinos que la custodian, he podido estudiarla y fotografiarla detenidamente.

Su descripción pormenorizada llevaría muchas cuartillas, pues es verdaderamente rica de iconografía y detalles ornamentales, todos ellos en un estilo en que se manifiesta claramente la mudanza que del gótico al renacimiento tiene lugar en el primer cuarto del siglo XVI. La colocación de esta pieza en ese lapso tan concreto de tiempo se puede hacer por comparación con otras muchas piezas de orfebrería, de data conocida, que entre el 1500 y el 1525 se construyen con características similares.

La altura de la cruz de Ciruelas es de 111,5 cm., por 57 centímetros de anchura o envergadura. Consta, como ya he dicho, de dos piezas: la macolla, manzana o basamento, y el árbol o cruz propiamente dicha. La macolla está realizada sobre planta hexagonal, y consta de dos cuerpos superpuestos, elaborados con elementos de claro matiz gótico, como son hornacinas y doseletes calados, contrafuertes rematados en pináculos, etc. cobijando a seis figuras de apóstoles en cada uno de los cuerpos. Se remata en cúpula achatada y una guía para introducir el elemento principal de la Cruz.

En ésta aparecen multitud de elementos iconográficos, en plata y oro trabajados, que confieren a esta pieza su gran valor artístico. Algo más larga la prolongación inferior de la Cruz que los otros tres extremos, tienen todos ellos, no obstante, la misma distribución de ornamentos. Ribeteados por una cenefa de calada y minúscula crestería de aire renacentista, cada brazo acaba en una dilatación de tipo romboideo, con sendos florones en sus extremos más, puntiagudos. En ellos aparecen, en plata repujada, escenas diversas de la Pasión de Cristo. Más internamente, y aquí en oro fundido y tallado, bajo doseletes minúsculos de estructura gótica, se representan con asombrosa minuciosidad diversas figuras bíblicas. Ocupando el centro de la Cruz, en el anverso, una soberbia talla en oro de Cristo crucificado (1), y en el reverso, en la misma situación, otra de la Virgen María, revestida de amplias vestiduras góticas.

En los medallones de los extremos, en plata repujada, aparecen las siguientes escenas: en el anverso, la Resurrección de Cristo (arriba), Jesús ante Pilatos (a la derecha), la Coronación de espinas (a la izquierda), y la Piedad (abajo, reproducida en. esta foto que acompaña a este trabajo). En el reverso: la oración en el huerto (arriba), el Cirineo ayuda a llevar la Cruz (a la derecha), el beso de Judas y prendimiento de Cristo (a la izquierda), y Cristo atado a la columna (abajo). Seria muy dificultosa la tarea de encomiar la finura y delicadeza que el autor de esta obra puso en la ejecución de estas escenas, minúsculas y detalladísimas, apareciendo en algunas hasta 6 figurillas, todas perfectamente caracterizadas. Es necesario contemplar minuciosamente, y admirar, una por una, esta serie iconográfica de la Pasión de Cristo, que añade a su interés de trazos góticos, el valor de paciencia y verdadero arte en ellas derrochado.

Los otros temas, trabajados en oro directamente, exentos y aplicados sobre la estructura general de la Cruz, van inclusos en pequeñísimas hornacinas con basamento y cubierta de trazos renacentistas dentro de una ordenación todavía gótica, y se escoltan por dos columnas ya abalaustradas. También aparece junto a estas líneas un ejemplo de ellos, que representan, en el mismo orden que los anteriormente enunciados, los siguientes personajes o temas. Anverso: San Juan evangelista; San Marcos; Cristo predicando; y el milagro de la piscina. Reverso: Dios Creador, San Lucas; las tres S­antas mujeres, y San Mateo.

Hasta el momento no se había parado la atención sobre esta importante pieza de la orfebrería provincial. Tan sólo en la colección fotográfica de Tomás Camarillo (2) aparecen sendas fotografías totales de sus dos caras, sin más explicación ni estudio. Y creo que éste merece la pena de hacerse, aunque, como en este momento ocurre, solamente sea somero y de presentación.

Porque en esta cruz hay, además de su propio valor artístico, una prueba importantísima de la actividad de un platero seguntino, desconocido hasta el momento, y que aquí se revela con gran fuerza y personalidad. Buscando las marcas o punzones de esta obra (3), he tenido la fortuna de hallarlas en dos lugares: uno en la macolla, y otro en la placa central del anverso, justamente detrás de la Cabeza del Cristo crucificado. En esta se ve, en letras góticas, lo siguiente: MAR, y debajo otras letras muy desgastadas, ya irreconocibles. Junto a ellas, un escudo muy significativo: en sendos cuarteles longitudinalmente alargados, aparecen un castillo y un águila, símbolo inequívoco de la ciudad de Sigüenza. En la marca de la macolla se lee, de nuevo, en letras góticas: MAR/ TIN, y a su lado OS/CA, junto a otro símbolo que representa, al parecer, un Castillo achatado del que surge figura irreconocible.

En la lista que Pérez Villamil da de artífices plateros que trabajaron en Sigüenza (4), no figura ninguno ge este nombre, e incluso anteriores a la primera mitad del siglo XVI, no se conocía hasta ahora ninguno. Surge así, pues, el nombre del platero Martín Osca, artesano con taller en Sigüenza, y situable perfectamente en el primer cuarto del siglo XVI (5). Un nuevo dato que aportar al ya rico acerbo de artistas que, si no alcarreños de nacimiento, colaboraron con su trabajo e inspiración a hacer de Sigüenza uno de los centros más dinámicos en el proceso de gestación y fortalecimiento del arte plateresco y renacentista español. Queda, no obstante, abierta la puerta para futuras investigaciones y acrecentamientos documentales a esta noticia <de avanzadilla». Y bien situada una pieza artística de la tierra de Guadalajara, que merece ser contemplada y admirada, en lugar seguro, por mayor cantidad de personas de lo que hasta ahora lo han hecho.

(1) Medidas: 18,5 cm. de altura, y 15,5 cm. de envergadura.

(2) «La provincia de Guadalajara» (descripción fotográfica de sus comarcas), Madrid 1948, página 183.

(3) Se llaman así a la firma del autor, por medio de un nombre, un escudo ó anagrama, grabado sobre la plata del objeto artístico, en algún lugar escondido.

(4) “Estudios de Historia y Arte: La Catedral de Sigüenza”, de Manuel Pérez Villamil, 189, página 471.

(5) En la magnífica obra de Charles Oman, «The golden ago of spanish silver», 1400­1665, no se cita a este platero afincado ea Sigüenza, ni se mencionan marcas de esta ciudad. El nombre MAR/ TIN se ha encontrado en diversas obras de orfebrería burgalesa, pero siempre acompañado de otros nombres (Pedro, Juan, etc.) El símbolo del castillo achatado que aparece también en la cruz de Ciruelas puede identificarse con la marea que usan diversos plateros y mazoneros de Burgos en esa misma época. En esta ciudad trabajó uno de los más importantes orfebres del reinado de Carlos Y, llamado Juan de Orna, pero su estilo es plenamente renacentista, y no podemos asignarle la paternidad de la cruz de Ciruelas todavía gotizante. De Martín Osca, así como de la marca descrita de la ciudad de Sigüenza, no mencionan nada Ramírez de Arellano en su «Estudio sobre la historia de la orfebrería toledana», ni Ada Marshall Holinson en su «Spanish Silverwork».