Judios en Brihuega

sábado, 19 enero 1974 0 Por Herrera Casado

Unas breves palabras ahora solamente para traer a la memoria algunos datos referentes a la estancia de la raza hebrea, eterna caminante y huidiza, en tierras de la Alcarria. Concretamente en Brihuega. Sabido es el buen ayuntamiento que judíos y árabes hicieron en nuestro suelo hispano desde la invasión de éstos en el siglo VIII. Al entrar los cristianos reconquistadores en territorios ocupados por moros durante siglos, se respetó la vida de unos y otros, quedando importantes núcleos de mudéjares y hebreos en diversas ciudades de Castilla y Aragón. Brihuega no tuvo aljama abundante, pero sí lo suficientemente amplia como para haber contado, sin ningún género de dudas, con mezquita y sinagoga para sus ritos religiosos respectivos.

Su situación social era varia, pero en general se trataba de hombres libres, dueños de tierras, casas y negocios, tal como se Ve en diferentes documentos en que se citan nombres de judíos (Mosé Torrijos, Mosé Calay, Yucas Capanche, Zulema Francisco, «que debía ser de los más honrados del lugar», etc.). Algunos, incluso, ejercían por la comarca la recaudación de los impuestos reales, tal como desde el siglo XII era tradicional que los monarcas castellanos concedieran estos cargos. El recibidor de cuentas del arcedianato de Guadalajara, en el primer cuarto del siglo XIV, era el hebreo David Abudarhan.

En el Fuero de Brihuega, concedido a la villa por su señor, el arzobispo toledano don Rodrigo Ximénez de Rada, hacia 1242, aparece dispuesto que «todos los omnes que moraren en briuega o en su término, xristianos e judíos e moros, todos ayan un fuero». Las condiciones establecidas son iguales para todos. Es más, en algunas ocasiones, hasta se tiene en cuenta la religión hebraica, y se cambia la fecha del mercado de Brihuega para que a él puedan asistir los judíos sin transgredir los preceptos de su rito: se celebraba normalmente en sábado el mercado briocense, pero el arzobispo don Pedro Tenorio, en 1386, accede a cambiarlo al miércoles, para que puedan venir judíos a él.

De todos modos, este trato favorable hacia la raza hebraica estuvo en todo momento vigilado muy de cerca por las autoridades religiosas, que veían un serio, peligro en el contacto continuo de unos y otros, para la salud espiritual de los cristianos. Así, el chantre y visitador seguntino Mateo Sánchez, a raíz de la inspección que realizó a Brihuega en 1436, dispuso varias cláusulas en, las que trataba de apartar del trato a ambas razas. Entre otras cosas, estipulaba «que físico (médico) ninguno o carpentero que fuesse judío o moro que no entrasse en monasterio de dueñas salvo con un cristiano e non de otra manera», y que antes de la Navidad deberían los cristianos apartar sus viviendas de las de moros y judíos, salvo pena de excomunión. Aunque no existe documento probatorio alguno, es tradición en Brihuega que, a raíz de aquélla visita, la población judía fue la que salió del pueblo y fue a residir al barrio extramuros de San Pedro. Entonces empezó la inestabilidad social de la raza hebrea, que en ese mismo siglo, y por orden de los Católicos monarcas Isabel y Fernando, saldrían expulsados de España si no tenían intención de convertirse al cristianismo. Los cuatro siglos que en Brihuega, residieron los judíos, le hicieron con absoluta libertad de ritos, teniendo su templo en el centro de la villa, en la que hoy se conoce con el nombre de «Calle de la Sinagoga», aunque de la tal Sinagoga no quede ya el menor rastro (1). De todos modos, nunca debió ser muy abundante la colonia hebrea briocense. En el «Pa­drón de los judíos de Castilla», que con objeto fiscal se elaboró en 1290, la judería de Brihuega aportaba tan sólo 304 maravedises, una cantidad irrisoria si la comparamos con los 13.588 que en ese mismo año cotizaban los judíos de Hita, o los 4.588 que pagaban los de Almoguera. En el «Repartimiento» que, con el mismo objeto, se hizo en 1474, la aljama Brihuega figura con 1000 maravedises. (2)

Hoy no queda de esta presencia hebraica sino leyendas absurdas y malas interpretaciones, que con estas breves pero fidedignas líneas esperamos caminen hacia sus justos cauces.

 Notas

(1)      Don Rodrigo, Amador de los Ríos publicó un estudio sobre «La Sinagoga Mayor de Brihuega» en La Ilustración Española y Americana, Septiembre de 1903, pág. 171, en el que se declara partidario, en contra de la opinión del Cronista provincial don Juan Catalina García, de que el templo briocense de San Simón, fuera desde el siglo XIV sinagoga judía. Nada queda de este edificio para poder opinar al respecto.

(2)      Según el mismo Amador de los Ríos, en su «Historia social, política y religiosa de los judíos de España y Portugal», tomo II, pág. 53, y tomo III, pp. 599‑600, en este «Repartimiento» de 1474, los judíos de Brihuega se equiparaban en cantidad «a los que moran en Madrid, é en Ciempozuelos, é en Pinto, é en Barajas, é en Torrejón de Velasco».