Chillarón: viaje al barroco

sábado, 5 enero 1974 0 Por Herrera Casado

 

En la orilla del embalse de Entrepeñas se encuentra anclado el pueblo de Chillaron del Rey, uno más de los que pueblan esta Alcarria sin límites y sin banderas. Abrigado del viento frío del norte por un montachón de yeso que allí llaman «El Cimajo», su vida transcurre tranquila al sol amable de los inviernos y un tanto violento del estío. Por su calle mayor, larga y recta, cubiertas las casas de antiguas rejas y jugosas parras, con algún que otro blasón sobre sus portalones, pasa y repasa el son tranquilo del agua de su acequia, que hará reverdecer luego todos los hortales de los contornos.

Llegados a este simpático y, acogedor enclave de valle del Tajo, nos encaminarnos directamente a lo más alto de la villa, donde la gran mote de su iglesia parroquial, con él título de Nuestra Señora de los Huertos, nos recibe. Se trata de un colosal edificio, levantado a mediados del siglo XVI en estilo severo y, geométrico, con una portada de sencillo renacentismo y unas cúpulas nervadas características del construir de la época.

Es aún muy importante la colección de obras de arte que en su interior se atesoran, pues solamente con los pequeños altares barrocos de nave y crucero se reúne una colección estimable de este estilo, dentro del aire popular del centro de España. Tan sólo una imagen de entre ellos, la de, San Antonio, es anterior a la guerra del 36, en la que fue destruido gran parte de lo que en ella se almacenaba. Otro cuadro representando el triunfo de la Eucaristía, que remata un altarcillo del crucero, es también de interés.

Pero lo que atrae la atención primera del visitante es  el gran altar mayor del templo, una de las más importantes muestras del arte barroco con que cuenta la provincia de Guadala­jara.

Construido, tanto en estructura como en ornamentación, de acuerdo con la más complicada expresión del barroco que creara Churriguera, su fecha de construcción hay que situarla en la primera mitad del siglo XVIII, más concretamente hacía 1730. Por desgracia, no podemos concretar ni la fecha exacta ni el nombre del autor o autores que hicieron realidad tal cúmulo de tallas en madera. Tuvo que ser alguien que se moviera, es indudable, en el círculo de los Churriguera y Ribera, que en esa época impregnaban con sus obras y sus Ideas el ámbito artístico madrileño y de regiones circundantes. Pero la ausencia de los libros de fábrica de la parroquia de Chillarón nos impide ser más concretos.

Recordamos ante esta gran mole de madera tallada lo que decía Luís Araujo ­Costa: «que la curva es siempre la compañera del barroco, cual expresión de lo dinámico». El retablo de Chillarón perece estar bullendo, gritando, contorsionándose sin cesar. Está cargado de vida, de sorda música de violoncellos, de aparatosas consejas de Quevedo. Es, como todo el barroco español, el grito de la Contrarreforma y la decidida manifestación de un catolicismo de savia nacional, un tanto me­siánico en todas sus representaciones artísticas.

Brevemente describiremos esta obra: toda ella construida con madera de salmimbre, que tanto abundaba en las orillas del Tajo antes de realizarse el embalse de Entrepeñas. A excepción de dos estatuas, el cuerpo inferior y la hornacina de la Virgen, todo lo demás está con el color primitivo de la madera, sin dorar, lo que la confiere una grandiosidad y recio aspecto. Para nuestro gusto, es preferible así. El cuerpo inferior alborga las grandes ménsulas de decoración vegetal en que apoyan las columnas del segundo cuerpo. Posee también dos grandes medallones policromados, en los que aparecen las escenas de la Anunciación (izquierda) y la Visitación (derecha) orladas de abundante ornamentación y algo mutiladas desde el año1936. Son de mediano valor artístico.

El segundo cuerpo, parta principal del retablo, posee, seis grandes columnas, en las  que el barroco se imprime con fuerza absoluta: de contorsión salomónica, se revistan todas ellas de abundante decoración vegetal, apareciendo en las centrales de cada lado, abundante copia de angelillos en escorzo. Escoltando este cuerpo aparecen dos columnas estípites, una a cada lado. Todos los capitales son de orden compuesto y sobre ellos corre un gran arquitrabe, poblando también del mismo clamor decorativo que el resto del conjunto. En los paramentos laterales Aparecen sendas estatuas policromadas, con túnicas blancas, representando a San Pedro y San Pablo. Destruidas en lo guerra del 36 las originales, éstas que vemos hoy se pusieron, nuevas, en agosto de 1963. Afean considerablemente el conjunto del retablo

En la parte alta y central de este cuerpo de altar aparece una, pequeña hornacina polic­romada y de moderna construcción, que alberga en su interior a la patrona del, pueblo y, titular de la iglesia: Nuestra Señora de los Huertos. Es ésta una Imagen que no podemos catalogar con exactitud debido a su inaccesible posición, pero que por las fotografías obtenidas se aprecia ser una talla bastante interesante de un románico avanzado: siglo XIII en sus finales o comienzos del XIV. De hierática mirada, esbozando una sonrisa, la Virgen sostiene sobre su rodilla izquierda al Niño. Se cubre de túnica y manta, con pliegues bastante acusados, y en su mano derecha sostiene una manzana. Mientras unos afirman que es de madera de encina, otros aseguran que está construida con yeso, seguramente, mediante molde. La policromía que la recubre no permite pronunciarse en ningún sentido, aunque más nos inclinamos por la primera posibilidad. Es, de todos modos, una interesante muestra del arte medieval alcarreño.

Sobre la hornacina de la Virgen, una cenefa rectangular cobija una barroca talla del Espíritu Santo. Sobre ella y el arquitrabe que remata las columnas aparece el tercer cuerpo del retablo, el más rico y deslumbrante en, cuanto a decoración. En forma de cuarto de esfera, se adapta por completo a la cúpula del presbiterio. El pedestal se constituye por una serie de sustentáculos trimensulados, en los que apoyan Imágenes y de los que arrancan los correspondientes arcos, que van a confluir en la estructura más elevada y central del conjunto, que es el llamado pinjante, constituido en este caso por la cabeza de un ángel alado, al que escoltan, otros siete angelillos.

La imagen central de este cuerpo es una movida estatua del arcángel San Miguel, que, armado de escudo y llameante espada, vestido con traje guerrero y celeste a un tiempo aplasta bajo sus pies un gracioso demonio con cola dracontea. Todo el grupo se enmarca por ovalada cenefa vegetal. A sus lados aparecen des ángeles músicos (uno con guitarra y otro con Vihuela) por cada costado, y aun a cada extremo de ellos aparecen las imágenes, también de cuerpo entero, de dos santos, venerables: San Basilio y San Blas. El primero, a la Izquierda del espectador, y tal como puede verse en la fotografía adjunta, ostenta su cruz arzobispal y el libro con la Regla de sus fundaciones. Frente, a él aparece San Blas, con báculo, mitra obispal su derecha y el cuervo con el panecillo en el pico que tradicionalmente le acompaña. Aún más externamente a estas Imágenes aparecen, otras dos más de ángeles.

El conjunto, como puede apreciarse, es de una gran variedad de temas, y de muy alto valor para el conjunto del patrimonio artístico de nuestra provincia. Por ello es que, nos permitimos señalar el peligro evidente en que se halla esta obra tan interesante, Grandes grietas han aparecido en la pared del muro posterior de la iglesia de Chillarón, justo en el lugar correspondiente a este altar, por la parte externa. Con ello se compromete la estabilidad general del templo y muy en especial la homogénea permanencia del  grandioso retablo barroco. Tal vez haya sido una primera advertencia del serio peligro que corre el hecho reciente de la caída de uno de los ángeles músicos concretamente el inmediato al arcángel por la derecha, que se destrozó el caer al suelo y ha sido reconstruido magníficamente por el soñar cura párroco, esperando ocasión propicia para colocarlo de nuevo en su lugar, al tiempo de proteger todo el conjunto de un derrumbe imprevisto

Queda, pues, dada, la voz de alarme sobre si peligro que corro esta joya de nuestro arte provincial. Vuestra visita, amigos lectores, no debe demorarse. Y la puesta en marcha de medidas protectores, tampoco.