Notas al menologio de Beleña

domingo, 2 diciembre 1973 0 Por Herrera Casado

 

Hace poco tratábamos en este glosario de las cordialidades alcarreñas, el tema de la interpretación y simbología del mes de mayo en la correspondiente dovela de la portada románica de la iglesia de Beleña. De esa iglesia de extraordinario mérito que hoy se halla parcialmente hundida, en medio de un pueblo donde tres o cuatro vecinos esperan el momento de dejarlo ya completamente desierto. Hay, pues, que ir pensando en el modo más adecuado de salvar esa joya del arte medieval. De hacerlo con orden y sin prisas, pero de una manera que suponga su total, rescate.

Hoy, de todos modos, queremos completar con algunas notas, ciertos puntos que el Dr. Layna Serrano no trató en el estudio que de este edificio hizo en su obra «La arquitectura románica en la provincia de Guadalajara». Detalles de poca importancia, pero que esperamos os ayuden a comprender y apreciar aún más esta portada románica, que figura entre las mejores que el siglo XIII español dejó en está modalidad de representación  calendaria.

El menologio de Beleña entra en el cielo, (y es su representante más sureño, dentro de los ejemplares escultóricos) de la representación románica del calendario. Deriva ésta, por supuesto, de antigua tradición helena y romana, fuerte mente anclada en raíces paganas y agrícolas. Pero mientras éstas representaciones clásicas sitúan ante nuestros ojos movidas escenas pletóricas de figuras y anécdotas, el arte románico recurre a la personalización a hacer más escuetas estas representaciones, usando tan sólo de una figura humana por mes, escoltada en su actividad por animales o plantas que explican claramente el contenido agrícola, ganadero o familiar, del mes en cuestión.

Velamos como es, ya la escultura carolingia, gala, nacida entre el Loira y Bélgica, entre los siglos VIII al X, la que informa esta nueva tendencia: poemas monacales, todavía escritos en latín, son las primeras avanzadillas de las nuevas interpretaciones. Continúan las iluminaciones y miniaturas salzburguesas en la tarea de adoptar la nueva tendencia (1) y saltan, finalmente, a la iconografía escultórica de pórticos, capiteles y dovelas, de las que Beleña es un último ejemplo

Las faenas agrícolas del templo alcarreño coinciden casi en su totalidad con las que habitualmente aparecen en otros monumentos europeos y españoles de los siglos XI al XIII. En marzo se ocupa un hombre de la faena de la poda. Es idéntico que el existente en el menologio pintado de la bóveda de la capilla de los reyes de San Isidoro de León (2), el que, en muchas escenas, copia Beleña. En abril aparece una figura femenina con ramos o verduras en sus dos manos. Es la época de los trasplantes y también de las fiestas votivas, a las que puede pertenecer esta representación alcarreña. Mayo ya está estudiado (3). En junio un hombre arranca los cardos del campo. Ha de tenerse en cuenta el simbolismo de esta planta: el cardo simboliza al sol en muchas culturas antiguas, y se halla muy relacionado con los ritos solsticiales del día de San Juan. De todos modos, nos parece excesivamente rebuscada, esta interpretación, y nos quedamos con la más simple de la tarea agrícola. En julio un, hombre siega la mies, y en agosto se dedica a la trilla con el artilugio aldeano que aún se sigue usando en algunos de nuestros pueblos, aunque en esta representación son dos bueyes los que tiran del ingenio. Septiembre se representa por un hombre que descarga los racimos de uva, recién cortados de la viña, sobre un cesto. La representación parece calcada de los menologios pintados de San Isidoro (León) y Escunyau (Lérida). En octubre se transporta el vino nuevo en un odre. Noviembre, en fin, se representa por un aldeano arando el campo con una vieja pareja de bueyes.

Quedan, sí, tres meses de los que no hemos «hablado intencionadamente: enero, febrero y diciembre, porque, requieren un análisis más, detenido. En Beleña aparece representando a enero la escena de la matanza del cerdo, mientras que en diciembre se nos presenta un hombre gordo y satisfecho sentado ante una mesa muy bien provista de viandas. La colocación de estas dovelas está, indudablemente, trastocada. Pues en todas las, representaciones calendarias de la Edad Media es al contrario como aparecen estas dos escenas. Así, en el llamado «Libro de Aleixandre», popular recopilación de poesías medievales castellanas, aparece una relación de los meses del año (4) en la que hablando de enero se dice:

«Estava don Ianero a dos Partes

[catando

cercado de cecinas, cepas acarrean

[do

tenía gruesas gallinas, estávalas

[asando

estava de la percha las, longanisas

[tirando».

Lo que se identifica totalmente con la habitual representación de este mes en forma de escena doméstica con hombres Y mujeres en la mesa, bien provista, recordando esta época, sobre todo en sus primeros días, de grandes fiestas familiares. Así lo vernos en el menologio de Alcañiz, y en el del misal del, siglo XVI de la catedral de Toledo. Por otra parte, el ya mencionado poema del «Libro de Aleixandre», dice refiriéndose a diciembre:

«Matava los Puercos diziembre por

[la mañana,

almorçava  los fígados Por matar la

[lagaña…»

Y es, también, abundantísima la cantidad de monumentos españoles y europeos en que, diciembre se representa con la matanza del  cerdo. Los ciclos griegos y romanos no utilizan esta escena en sus mensarios (tan sólo la «puerta de marzo» de Reims, del siglo III, la Posee), aunque era frecuente que en estas fechas del fin de año se sacrificaran animales, con fin religioso, a Crónos y Démeter (5). Pero el caso es que hasta la época carolingia no comienza a utilizarse esta representación de signo doméstico, siendo multitud inacabable la de ejemplos que se podrían aducir a, este respecto, pues es rara la unanimidad con que diciembre se asocia a la matanza del puerco. Una de sus primeras alusiones en el arte es la del poema «Officia XII mensium», del siglo IX francés, en el que se dice, «More sues proprio mactat December adultas». Es casi un rito, de indudable origen galo, éste de la matanza invernal, que aún se celebra en muchos de nuestros pueblos de Guadalajara.

Finalmente, una breve alusión a febrero, que en Beleña se representa como un viejo aldeano calentándose al fuego. Aunque esta representación es también muy habitual en los menologios románicos y góticos europeos, creo que puede hablarse en este caso de una clara herencia bizantina (6). La cultura del imperio romano de Oriente solía comenzar oficialmente el año en nuestro mes de marzo, y, paralelamente, febrero era para ellos el último del año. A esa idea de lo caduco asociaban la representación de un viejo, «el año que se acaba», y que, por otra parte, encajó ‑ perfectamente en nuestra cultura occidental, en la ‑que el viejo personaje se le acerca al fuego para que el viento helado de febrero, el mes más frío del, año en nuestra latitudes, no le de el hachazo definitivo.

Y esto es cuanto nos ha sugerido la contemplación, una vez más, porque nunca nos cansamos de hacer el peregrinaje a este enclave serrano, de la portada románica de Beleña de Sorbe, abierta a la admiración de todos vosotros.

(1) Ver el magnífico estudio al respecto de G. Swarzaski, «Die Salzburger Malerei von ihren Anfangen bis zur Blützeit des romanischen Stls», Leipzig 1913, modelo en su género.

(2) J. Pérez Llamazares., «Iconografía de la Rea ‘Colegiata de San Isidoro de León», 1923, pp. 175177.

(3) Ver nuestro artículo, publicado en estas mismas páginas, el 17‑XI‑73. ,

(4) Seguimos la edición de Dresde, 1906, en sus pp. 315‑317.

(5) J. Lydus, «De Mensibus», edición de Wunsch, p. 177 y ss.

(6 Ver el estudio de J. Strzygowski, «Die Monatszyklen in der byzantinischen Kunst», t. XI, pp. 23‑46 del «Repertorium für Kunstwissmschaft», de 1888.