Sobre forja alcarreña
No hace todavía mucho tiempo que Alicia Quintana publicó un trabajo sobre «Cerrajería artística barroca en Castilla la Nueva» que por su interés respecto a dicha faceta del arte en nuestra provincia, bien se merece una reseña en este glosario (1).
Se viene a referir la autora especialmente a las obras de] siglo XVIII en Madrid y sus alrededores (Alcalá, Toledo y Guadalajara) con especial atención para los juegos de cerrajes, lujo de todos los herrajes» como Quintana los califica. Esto no quiere decir que desdeñe clavos, aldabones, tiradores y placas de cerraduras. Da todas estas piezas, tan significativas en el arte de la forja, esboza su evolución estilística y la refleja en ejemplos gráficos (nada menos que 83 fotografías acompaña Alicia Quintana a su trabajo).
Vemos el camino que sigue el clavo desde la cazoleta esferoidal a los más finos repujados. Dos ejemplos provinciales de los mismos nos presenta, en las figuras de un par de puertas de iglesias de Atienza, una de ellas la de San Gil, con clavos del siglo XVI. Aunque el trabajo de Alicia Quintana no se refiere preferentemente a estos objetos, ni tampoco trata a nuestra provincia con particularidad, es de destacar que se haya servido de ellos para ilustrar su obra. Nosotros recordamos ahora los clavos magníficos, los clavos altisonantes e hidalgos que lucen en las puertas de las iglesias de Galápagos, de Loranca, de Peñalver, de Centenera… tantos y tantos hierros artísticos que esperan en nuestra provincia la voz y la mano que los saque de su anonimato.
Analiza luego los aldabones y sus distintas figuras animalísticas, así como su posterior evolución hacia el balaustre decorado y barroco. Uno de ellos, del siglo XVII en Atienza, lo representa en su figura número 28, así como aprovecha otro de una casa particular del mismo pueblo para ilustrar el tipo común de llamador terminando en dos semicírculos su parte inferior.
Placas de cerradura, lugares donde el herrero suele poner su nombre y la fecha de elaboración de una obra; tiradores, también en forma de balaustre, y al fin los juegos de cerrajas, cierran el trabajo importantísimo de Alicia Quintana.
De estas últimas piezas, cuya detallada descripción es un lujo de didactismo y eficiencia, aporta una buena representación nuestra provincia, en competencia con la riqueza artística que Alcalá y Toledo poseen. Naturalmente, las piezas alcarreñas apuntadas por Quintana se refieren exclusivamente a los lugares más conocidos y relevantes artísticamente, de nuestra tierra. El par de cerrajes de la iglesia de San Nicolás en Guadalajara, el juego de las mismas en la de Santa María la Mayor, también en la capital, la cerraja interior de la puerta exterior da la iglesia parroquia¡ de Atienza, y los magníficos ejemplares del siglo XVIII avanzado que las tres puertas de¡ pie de la catedral de Sigüenza poseen, son las razones que arguye para apoyar su teoría de la importante producción que de estas piezas tiene lugar en Madrid en este «Renacimiento barroco de¡ arte de la forja» a lo largo de los siglos XVII y XVIII. Alicia Quintana ignora sistemáticamente todas las admirables obras que por nuestra provincia hay desperdigadas, y que, en algunas ocasiones, superan en belleza y mérito e las comentadas (2). No la culpamos de ello, reconociendo el largo camino y las muchas horas que quedan todavía por dedicar a este tema de nuestro arte provincial.
El duro afirmarse del hierro contra la madera dócil de puertas y ventanas, nos recuerda siempre el rústico poema de un amor sin límites y sin vanas publicidades. Es el amor peregrino de dos partes del universo, que al fin se encuentran y se proclaman bellas en su abrazo. Satisfechas. Eternizadas.
(1) Archivo Español de Arte, 174, XLIV, pág. 165, 1971.
(2) Ver mi artículo «Las cerrajas de Alocén», en «Nueva Alcarria» de 2‑XII‑1972.