Un artista seguntino: Martín de Vandoma

sábado, 3 abril 1971 0 Por Herrera Casado

 

Uno de los muchos de la historia de Sigüenza, donde el arte se ha hecho ciudad. O, mejor dicho, donde los artistas han hecho, a golpes de cincel, de cálculos aritméticos y de fina sensibilidad, una brotada laguna soñolienta y un marfileño, cofre para la historia.

Pero Martín de Vandoma, sobresale del numeroso grupo de estos artistas con un empuje y una categoría que le apoyan sólidamente en su vida y le mantienen inolvidable más allá de su muerte: de él se conocen más datos que de cualquier otro artista de su misma época.

Aunque la catedral de Sigüenza, una de las más viejas de España, se empezara a construir en el siglo XII, las obras de su construcción (o reconstrucción) han llegado hasta nuestros días. Pero fué en el siglo XV, cuando don Pedro González de Mendoza se sentó en la silla episcopal, y en el siglo XVI, cuando el ritmo de obras en la catedral seguntina fué constante y apresurado, adquiriendo en aquella época todo su posterior carácter.

Y es en el siglo XVI, ciudad donde vive el Renacimiento, cuando nace Martín de Vandoma. En Sigüenza precisamente. Nada sabemos de sus antepasados, ni siquiera de los más directos. ¿Era su familia oriunda de la región? ¿O habían llegado unos años antes ante la fama que la ciudad cobró entre los artistas? ¿No os parece que ese apellido, Vandoma, tiene muy poco de castellano, y si mucho de francés (Vandomme…) o de holandés Van Domme? Pero no hay que desilusionarse por ello. Martín nació en Sigüenza y allí se educó. Su formación artística, incluso, la hizo íntegramente en su ciudad natal. En Sigüenza vivían y trabajaban por entonces una pléyade de artistas que, si no originales, ni de alto rango, sí sabían bien su oficio y se lo enseñaron a Vandoma. Covarrubias andaba también por allí, pero demasiado esporádicamente. Otros asuntos le llamaban en Toledo, y su cooperación en la catedral seguntina, aunque de un gran mérito (esas decenas de extasiadas cabezas pétreas de la Sacristía) no fue abundante. ¿Conoció tal vez Martín Vandoma al artista que dio sonrisa eterna y triste a don Martín Vázquez de Arce? El autor de la estatua yacente del Doncel, cuyo nombre e identidad se nos han escapado para siempre, debió estar en Sigüenza alguna época, a comienzos del siglo XVI, por lo menos a colocar su obra, si es que no la hizo allí.

En este ambiente de limpia emulación entre los artistas creció Martín Vandoma y fué adquiriendo dominio sobre el cincel y la piedra. Cuando se paseaba con sus maestros por las naves catedralicias, se encontraban en plena ejecución las Capillas de Santa Librada y del Obispo de Canarias, entre otras.

La primera noticia que nos llega de 61 data del año 1554, en que, por fallecimiento del maestro Durango, que dirigía la obra de la Sacristía, el Cabildo nombró a Vandoma para ejercer los cargos de maestro mayor de la iglesia y entallador principal de la obra de la Sacristía. Esto nos quiere decir que ya en esa época debía de estar ocupando algún puesto de ayudante muy principal en las obras de la catedral, cuando se acudió directamente a 61 para ocupar dos puestos tan importantes.

El renombre del artista fué creciendo en la ciudad, y haciendo sentir su peso a la hora de elegir personas para cargos de relieve e importancia. Fué por eso que en 1556, el Cardenal Pacheco pensó en Vandoma para ocupar un puesto de diputado del Ayuntamiento, que habla quedado vacante.

En 1561 dio fin a las obras de cantería de la Sacristía comenzando entonces las obras de ornamentación. Ayudado de sus, ya por entonces, numerosos discípulos, ejecutó la puerta y la cajonería de la misma, con un estilo que ha ido haciendo suyo con el paso del tiempo. Es un estilo plateresco en su raíz aprendido de Covarrubias, que dejó amplia estela de admiración y entusiasmo tras sí en los artistas seguntinos. Pero Vandoma lo hace suyo y lo transforma. Y crea una escuela de carácter propio. Porque al plateresco español le mezcla ese aire más sereno y clasicista del Renacimiento italiano. Surge un arte que podemos llamar con satisfacción, seguntino. Característico de su catedral. Con personalidad. Y se lo debemos al genio de Martín de Vandoma.

Según consta en las actas capitulares, Martín solicitó la función de director de la construcción del Trascoro, que por entonces se iba a acometer después de instalado el Coro en la nave central. Pero, por razones desconocidas, el Cabildo confió esta tarea al arquitecto Juan Vélez. No olvidó, sin embargo, el Cabildo a nuestro artista, y le encargó la ejecución de un nuevo púlpito, el del lado del Evangelio, pues ya tenían colocado el incomparable del lado de la Epístola. Vandoma trabajó en su púlpito desde 5 de mayo de 1572 a 19 de octubre de 1573, logrando con ello, dar remate a su obra más significativa y peculiar. En este púlpito desarrolló al máximo su depurada técnica y su inspiración de buen renacentista, logrando plasmar en el claro mármol de Cogolludo un retablo completo y dramático de la Pasión del Señor. Más tarde, en 1574, le fueron encargadas cuatro sillas del coro, que, aunque se salía de su concepción del arte, realizó en traza gótica para no desentonar con las que ya estaban colocadas, y que forman uno de los mejores conjuntos de «arte abstracto» que se pueden admirar en las catedrales de España (ver NUEVA ALCARRIA de 29­ Nov. 69).

Pero el arte de Vandoma no quedó confinado entre las muchas paredes de la catedral seguntina: por toda la diócesis han quedado diseminadas sus obras y su estilo de marcado renacentismo. Hoy no queda nada prácticamente de sus obras rurales. El incendio de 1936 se lo llevó todo por enmedio.

Y al fin queda Martín de Vandoma prendido en su rítmico galopar del hierro sobre la piedra, diluido en el agua que moja la obra recién hecha, en la satisfacción de ver cómo encajan unas con otras las piedras, haciendo que, por la gracia del hombre gobernando sus breves músculos, la ruta naturaleza se troque en afiligranada labor artística. Un artista seguntino que sus paisanos, y la provincia entera, no quieren, no deben, olvidar.