Las fotografías vivas

sábado, 14 diciembre 1968 1 Por Herrera Casado

 

Publicado en Nueva Alcarria el 14 Diciembre 1968

Cuenta estos días nuestra ciudad con un importante acontecimiento en el mundo del arte: la exposición de las mejores fotografías de las dos mil ciento doce que fueron presentadas al Premio NEGTOR 1968, y que llega a nosotros una vez finalizada la exposición que de las mismas se ha efectuado en Barcelona, lugar de la concesión de los Premios, y como punto de partida del recorrido que esta magnífica muestra hará por todo el territorio español. La presencia de este conjunto artístico la debemos a la constante preocupación de la Agrupación Fotográfica de Educación y Descanso, en su continuo laborar por ofrecer a los alcarreños el resumen de lo que constituye el arte genuino del siglo XX: el de la fotografía.

Hoy día es el Premio NEGTOR de Fotografía en blanco y negro, el más codiciado por los aficionados españoles. A él concurren las más destacadas figuras del arte fotográfico de nuestro país, por lo que la presentación en los salones del Casino Principal de nuestra ciudad de lo que varios maestros de la fotografía europea, que actuaron de jurado en la concesión de premios, han considerado lo más seleccionado, es una garantía de que todo, aquél que desee admirar el buen hacer fotográfico en España no quedará defraudado.

Contemplar esta exposición; saborear detenidamente todas y cada una de las fotografías exhibidas, es dar un paso hacia ese arte nuevo y distinto que los fotógrafos van creando; hacia esa expresión constante, moviente, del alma del hombre inquieto. El arte es crear. Sacar luz de donde hay tinieblas. 0 de donde hay, vida superficial, sacar el agua más clara y sugerente. El artista es como un pequeño dios que crea un pequeño universo. Cada día una estrella. Pero una estrella distinta. Y no estarse quieto. Y coger una escalera y llenar las paredes de su habitación de arte y de universos. Es como un milagro diario. Como un labrador que sacara un millón de espigas distintas, con diferente color y diferente música. Y soplar, y que se extienda por el mundo. Y que los demás hombres comprendan que no todo es comer, beber y cantar. Que el arte es una cosa que se hace cada día, y que nos espera a cada uno de nosotros. Y el día en que un hombre diga que si no puede crear arte, se muere por falta de aire, ese día podremos cantar sosegadamente una canción con rima, y dedicar un elogio agradable a la naturaleza humana. Porque se habrá comenzado la era en que la Humanidad se ha encontrado en el camino de la belleza y en la escala de lo sublime, que es por donde se llega a las estrellas.

Por favor, lector amigo, visita esta exposición. Está abierta hasta mañana. Cuando pasees tu mirada por los paneles donde cuelgan las fotos, verás un par de ovejas mirándote a través de una ventana. Verás un infinito campo surgiendo de la niebla. Verás unos niños y un gato destrozando a una muñeca. Verás un automóvil corriendo, Verás un universo de flores, y unos adolescentes fumando el primer cigarrillo, y unos toros luchando, y un cementerio y una niña pasando frío, y el amor de unos novios, y el , sol cayendo por, los campos y las ciudades. Pero creo que quedarás algo confundido y extrañado si te digo que nada de eso que ves existe. No; nada. Absolutamente nada. Todo eso es un vaho, un suspiro. Es un rayo de luz sin color que se ha perdido. Así vas a aprender que lo que vemos a diario con nuestros ojos es mentira, y que sólo existe lo que se depura, lo que vale, lo que es bueno.

Verás. Un fotógrafo aficionado, un aspirante a artista, sale al campo con su cámara. No le acompaña la familia, con lo cual evita ya el peligró de captar «imágenes para el recuerdo», de almacenar sonrisas y gestos muertos, de hacer, en una palabra, un cementerio con sus fotografías. Lo que este hombre se propone es ayudar el parto de la Naturaleza. El sol y las nubes abrigan a la tierra en la mañana de invierno. A los árboles sólo les queda el esqueleto. Y los campos se estremecen, suben y bajan, se callan la pena, inventan la poesía del subsuelo, y ven pasar ingenuos jilgueros. El fotógrafo abre la cámara, ajusta su diafragma y su velocidad (cosa que, en el fondo, le molesta) y hace una foto. Y no ha salido nada de lo que había visto. Ha salido lo que Dios ha querido. Mejor todavía, lo que Dios, en colaboración con el fotógrafo, han querido. Líneas blancas y negras, realizando la voluta de lo extraordinario. El filo. Ha salido el frío. Y ha salido el viento. Y una música muy lejana, llena de alas y hojas muertas. Ha quedado un poco triste. También ha salido el olor de la microscópica partícula de tierra. Y la intuición de que en la primavera volará ­por allí una mariposa. El fotógrafo se queda ante el frío, el viento, el olor de la tierra, el futuro vuelo de la mariposa y la tristeza. Y está contento. Ha conseguido lo que quería.

La Naturaleza, gran madre de la vida, ha tenido un hijo que emociona el alma de un hombre. Y la Naturaleza está contenta porque sabe esto. Porque sabe que se perpetúa en un cartón como ella quiere: viva, siempre taladrando la retina y el cerebro del hombre. Siempre impregnando el alma del hombre; dorándola, haciéndola más grande, más delicada, más como ella es: generosa y sublime. Enorme, inconcebiblemente universal.

Si vas al Casino, lector amigo, a ver las fotos del Premio NEGTOR, vas a quedar sorprendido. Hay fotos que están imperturbablemente quietas en sus sitios. Una niña te mirará tristemente y te contará todas sus penas. A una viejecilla con un pájaro se le derramarán todos sus imposibles sueños, y podrás ver el suelo de la exposición lleno de sueños de viejecilla y de sueños de pájaro. Hay otras fotos que continuamente revolotean por el aire. Parece como si quisieran escapar del salón. Ha hecho bien en cerrar las ventanas, porque si no, volarían en la noche y sería un problema para los organizadores. El torero del primer premio está dando el pase de pecho más largo y más ovacionado de la historia del toreo. Cada instante en una posición distinta, y cada vez visto con un ojo distinto, señalado con un dedo diferente, comentado con una inventada palabra en cada instante. Los ojos clarísimos de una muchacha se desparraman por todo el ámbito, y se meten en los bolsillos aun sin quererlo. Es posible, lector, es muy posible, que cuando regreses a tu casa después de ver la exposición, te encuentres con alguno de estos ojos clarísimos de la muchacha pegado a la chaqueta, o en el bolso, o enredado en el pelo. Es casi imposible evitar que esto ocurra. Hay también una gaviota que vuela continuamente, y que hay que adivinarla, y decirla algo cariñoso cuando pase a nuestro lado. Tejas de una parte a otra. Pueblos. Nieblas. Gatos que bajan de las paredes y llenan los rinco­nes y se suben al piano. Espigas que derraman su grano (los porteros del Casino ‑tienen que recogerlo de vez en cuando para que no moleste a los visitantes), y flores que encharcan de olor la atmósfera. Y, como fondo, murmullo de risas y letargo de viento. ¡Ay lector, que parece un sueño lo que he visto! Y no es otra cosa que el arte de la fotografía, que ya empieza a escaparse de las manos de los aficionados, y a llenarlo todo. Por ahora se ha restringido el festival al salón del Casino. Tal vez mañana, o cualquier otro día, abran las ventanas y escapen las fotografías por la ciudad y el campo, y se llenen todos los rincones de este arte inquieto, insosegado, penetrante, casi agresivo, que ahora tienes la oportunidad de presenciar tranquilamente.

Apresúrate; pronto será tarde, y habrás perdido, la ocasión de ver el mundo que te rodea con su vestido auténtico. Desnudo de los trapos que los hombres le han ido poniendo poco a poco, estropeándole. Gracias a estos fotógrafos esforzados, que han sabido .esperar y esperar el momento adecuado, y que han sorprendido a la naturaleza, al universo entero, parte a parte, en el momento en que creía que nadie le vela. Vida inventada y vida verdadera. Un camino que debemos encontrar, recorrer, terminar. Un camino que compensa, que merece la pena. Un camino que, huele bien, que suena bien. Un camino que asombra y nos atrapa.