Doctore Antonio ab Aguilera, yunquerano autore
Publicado en Nueva Alcarria el 8 Agosto 1968
Así, como el que no da importancia a la cosa, en este latín de «quiero y no puedo», firmaba, Antonio de Aguilera su «Enchiridion de Medicina» en 1571. Este hombre era un buen hombre. Aunque nada nos digan en su favor o en su contra, cuando se carece de más datos, suponemos lo bueno, que es, lo más sano. Así, pues, aquí llega Antonio de Aguilera, doctor en medicina, escritor… y de Yunquera. Vamos a ayudarle a darse una vueltecita por los atareados ojos del siglo XX.
Nació Antonio en 1531 (o quizás un poco antes) en España reinando el emperador Carlos I. A la orilla del Henares. Todo nos hace suponer que de una familia campesina, ni muy pobre, ni muy rica; más o menos como ahora. Yunquera no puede quejarse de sed y los yunqueranos menos. Agua había, y el agua, ya se sabe, es dinero.
Pero aquél, pueblo, el pueblo grande que siempre ha sido Yunquera se le quedó muy pronto estrecho a nuestro amigo. Y un buen día (besos, palmaditas) se vino a la capital, a Guadalajara, emporio por aquél entonces de arte, de cultura y de nobleza. Y aquí se hizo el muchacho boticario. No era mal empleo en aquellos días el de administrador de hierbas y polvos medicinales. Seguramente un par de años, quizás menos, junto a algún maestro, le dio la experiencia precisa, única profesión y ganarse honradamente condición entonces, para ejercer la el pan de cada día.
Muy pronto le debió, de sobrar este pan, hasta el punto de creerse capaz de compartirlo con otra persona. Y, ni corto ni perezoso, va y se casa. Catalina Mártir se llamaba la elegida, y mucho la debía de querer cuando a los 20 años con que contaba el mozo, la hizo su esposa. Fue una mañana de primavera, en la iglesia de Santa María de la Fuente la Mayor. Luego, lo que pasa: que el 19 de marzo de 1552, viene al mundo Isabel. Antonio se remueve inquieto ¿qué pasa? Nada, que ya son tres bocas. «De todas formas habrá pan para todos» piensa mientras bautizan a su hija en la misma iglesia donde se había casado el año anterior. Pero Catalina Mártir ha debido de adquirir algo de complejo con su segundo nombrecito, y no le gustan demasiado las vecinas. Las encuentra demasiado ordinarias. Ella, al fin y al cabo, es la esposa de un boticario. Es verano. Hace calor en Guadalajara Isabelita llora, y ni Catalina ni Antonio pueden dormir. Cada uno piensa por su cuenta. Antonio se ve rodeado de bocas, ve crecer las bocas, bocas pequeñas, llorosas a su alrededor, y se pone a sudar. Días de duda. Al fin, se decide.
Antonio va a Alcalá de Henares. Allí sigue los estudios de Medicina con los más grandes maestros de la época. Y por fin, día feliz, inolvidable, el 22 de abril de 1555, a, los 24 años obtiene su título de doctor en Medicina. Un caballo, Henares arriba, volando. Catalina y Antonio. Pocos meses después, el 1 de noviembre, la cuarta boca, la de María . Pero las cosas no le deben ir muy bien en
Guadalajara y, después de otro acontecimiento feliz, esta vez el 26 de febrero de1558, a cargo de la tercera niña, Antonio de Aguilera establece en Atienza como «físico del Conde de Cifuentes, alcaide, de la inexpugnable fortaleza de Atienza». Al amparo y protección de aquél señor, nuestro amigo Antonio, físico, como por entonces se llamaba a los médicos, y escritor, había completado su vida. Tenía, la tranquilidad de la remota villa serrana, el amor de los suyos (de las suyas, mejor dicho), la estima del Conde, y el tiempo suficiente para escribir. Esto era lo que a él le hacía sentirse un hombre importante. Más que curarle las quemaduras del sol y los dolores de tripas al Conde, el ver como, en el plazo de dos años, salían de la imprenta sus dos obras: «Exposición sobre las, preparaciones de Mesué, compuesta por el doctor Antonio de Aguilera, natural de la villa de Yunquera. Impreso en Alcalá en 1569», que se conserva en la Biblioteca. Nacional, y la «Praecarae, rudimentorum Medicina libri octo qui corum quidem, pro vera Medicorum fortuna consequenda, nunc primura Enchiridion natum dicuntur. Docvtore Antonio ab, Aguilera. Yunquerano autore. Compluti, Anno MDLXXI» que Se encuentra en la Biblioteca de la Facultad de Medicina de Madrid. Manget, Torres Amat. Hernández Morejón y otros historiadores de la medicina fundándose en lo que dice, Nicolás Antonio, lo atribuyen un libro titulado “De varia curandi ratione” del que actualmente no queda ni rastro. La primera obra, que se la dedica a don Fernando, de Sylua (Silva), conde de Cifuentes y alférez mayor de Castilla, es un libro claro y sin erudición. Hoy nos hacen sonreír sus teorías esos cuatro medios: cocción, lación, infusión y trituración, que había para preparar las medicinas. Dentro del estilo de su época, lo escribe en forma de diálogo entre un Apolo y el boticario Curio, y lo da en lengua romance por ruego de algunos amigos boticarios, teniendo en cuenta “la grande falta y necesidad de la latinidad que en los boticarios al presente por la mayor parte hay». En la segunda obra no fue tan complaciente, y la estampó en latín (si bien es verdad que Cicerón hubiera sufrido un fuerte ataque, no sé si de ira o de risa, al leerla).
Después, nada. Antonio de Aguilera se pierde en la nada de los siglos con su mujer y sus hijas, sus libros, sus pequeños viajes por la Alcarria y su serena (estoy seguro que la tenía) y amable sonrisa.