Una idea para el homenaje a Layna
Publicado en Nueva Alcarria el 21 junio 1968
La semana pasada era Luzón su pueblo natal, el que públicamente, y bajo la representativa firma de su alcalde, se adhería en éstas páginas al proyectado homenaje al doctor Layna. Antes lo había hecho Alcocer, y continuamente se reciben en la redacción de NUEVA ALCARRIA cartas de los más Variados pueblos de la provincia en las que sus vecinos, manifiestan sus sinceros deseos de rendir el merecido tributo al cronista provincial. A estas muestras se suman las de las más variadas entidades de la provincia: La Diputación, la Delegación de Juventud, el Ayuntamiento de la capital, el Núcleo González de Mendoza incluso algunos procuradores en Cortes por nuestra provincia. Esto me hace pensar que, de verdad, existe un auténtico, un sincero espíritu de rendir al doctor Layna un homenaje de toda la provincia en reconocimiento a su labor incansable de toda la vida.
En mi opinión, con una comida, unos discursos repletos de tópicos y la colocación del nombre de nuestro cronista a una calle o plaza no se paga lo que el doctor Layna ha hecho. Eso no puede convencer a nadie. Las palabras, las comidas y las calles, se las lleva el viento (o las máquinas demoledoras) en un abrir y cerrar de ojos. En mi modesta opinión, y repito lo que ya dije en otra ocasión, la mejor forma de honrar la memoria de un santo, o de un héroe, o de un gran hombre, es imitarle en sus acciones, esforzarse en hacer propias sus virtudes. El mejor homenaje que se puede
Tributar a un escritor es leerle, leer sus obras. Cómo nosotros, los alcarreños por diversas causas (ediciones agotadas de sus libros hace muchos años; cierre ‑ ¿hasta cuándo?‑ de la Biblioteca Provincial etc.) no podemos leer las obras del doctor Layna, no podemos, en ningún momento, tributarle nuestro homenaje, que, a sola lectura de su obra grandiosa, de su ingente obra, brotaría espontáneamente de nosotros.
¿Cómo hacer entonces? ¿Cómo rendir, homenaje de auténtica admiración a don Francisco? Muy sencillo: Volviendo a editar sus obras. Reconozco, que todas no es posible. Más de treinta títulos tiene nuestro cronista provincial en su haber. Pero hay una que considero idónea para llevar a cabo esta misión, tanto por el gran cariño que me consta tiene el doctor Layna hacia ella, como por ser en la que el alma de Guadalajara se representa más fielmente, aparte de que es en ella donde más cantidad de pueblos aparecen representados: me estoy refiriendo a “La arquitectura románica en la provincia de Guadalajara”, agotada desde el mismo año de su aparición, en 1935.
Naturalmente editar un libro cuesta dinero. Hacer una gran edición, una edición masiva, para que llegue a todos los pueblos, a todos los admiradores de nuestro cronista, cuesta bastante dinero. Pero no hay nada imposible. Yo veo, todos estamos viendo, el gran deseo de agradar, de saldar una cuenta, que tienen nuestros pueblos y sus habitantes. Pero temo que esas nobles ansias se pierdan en el vacío. Que, a lo más, se exterioricen en una carta, en unas firmas. Y esto, con ser bastante, dejaría, lo sé, un mirar melancólico y triste en don Francisco. Y esto no ha de ocurrir. El doctor Layna ha de sonreír, en ese día en que se le dé una comida, en ese momento en el que se le entregue su libro, y se le diga: «Aquí tiene usted, don Francisco, una puerta abierta para que por ella entre la admiración, el homenaje auténtico, de todos cuantos la crucen. Una sonrisa de medio punto del doctor Layna bien merece un pequeño (pequeñísimo, pero común, conjuntado) sacrificio económico de nuestra parte, de parte de todos los que le admiramos en nuestra provincia y aun fuera de ella.
La puesta en marcha de esta idea no es, tampoco, demasiado complicada: apertura de una cuestación pública, que la Comisión Organizadora del homenaje se encargaría de transformar en una amplia edición de «La arquitectura románica en Guadalajara», y reparto gratuito de los ejemplares entre aquellos que han contribuido, o bien, con el producto de su venta normal en los comercios, hacer un gran regalo al doctor Layna Serrano.
Esta que he expuesto es una idea particular, y que, si la hago pública, es por considerarla justa, lógica, y de ningún modo imposible de realizar.