La Catedral de Sigüenza está en pleno aniversario. Un tiempo redondo, completo, monumental: nada menos que 850 años hace que fue consagrado su recinto como iglesia, como lugar sacro, como catedral incluso, sede de los obispos que ostentaban el señorío de la ciudad, y del territorio en torno. Ese aniversario es ahora celebrado de mil maneras. Muchos sabéis ya que mi edificio favorito, en punto a monumentalidad y aporte de sugerencias artísticas, es la catedral de Sigüenza. Sobradas razones tiene para ello. De cuantas veces he ido hasta su silueta, y circulado por su interior, me ha surgido alguna sorpresa, he descubierto (para mí) algún detalle nuevo, y he podido disfrutar, en su silencio, con la evocación de lo que hicieron antañones personajes que la quisieron tanto, o más, que nosotros hoy. De aquella pasión sincera, de aquel análisis espontáneo de sus muros, de sus espacios altos, de sus detalles afiligranados, ha salido algún que otro escrito, y un libro concreto, que firmé hace ahora un par de años, y que edité por mi cuenta en la colección “Tierra de Guadalajara”. Ese libro sobre la catedral de Sigüenza dice cuanto sé de ella, y narra la admiración que siento al verla. Pero hay que reconocer que con mejores palabras, y con más apasionadas razones, la han descrito otros, de tal manera que han conseguido solemnizar su grandeza, y alzar sus mensajes de piedra en forma de palabra, de palabras rimadas, de sonoros versos. Por ejemplo, y hoy es el motivo de mis líneas, el libro que acaba de escribir Francisco Vaquerizo Moreno, uno de los escritores que con más limpieza y solemnidad han puesto en rima la impresión que Sigüenza y sus edificios, especialmente la catedral, le han ofertado a lo largo de su vida. Yo he podido recorrer algunas calles, algunos pasadizos y aún patios traseros de la Ciudad Mitrada junto a su atinada visión de las cosas, y creo que siempre he aprendido y disfrutado, porque Vaquerizo saber poner en palabras nuevas y bien acordadas lo que este burgo medieval y añejo nos brinda a través de los ojos, y de otras variadas sensaciones. Un canto a Sigüenza En estos días ha aparecido (y casi desaparecido, porque se ha vendido tanto, que ha sido un “visto y no visto”) un libro de Vaquerizo que lleva por título “Poemario. La Catedral de Sigüenza”. Un título que lo dice todo, […]
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Una divertida anécdota del Madroñal de Auñón
La reciente aparición impresa de una obra capital de Francisco Vaquerizo Moreno, titulada “El Santero del Madroñal”, que tiene por protagonista al santuario de Nuestra Señora del Madroñal, en lo alto de un cerro de la más pura Alcarria, nos sirve para recordar una vez más ese entorno, y sus historias pretéritas… No estará de más recordar hoy Auñón, su ermita y enclave del Madroñal, en lo alto del monte desde el que se divisa el valle del Tajo, hoy ocupado de las [pocas] aguas remansadas de Entrepeñas. Y decir algo de ese lugar, de la devoción a su Virgen, de fiestas antiguas y jolgorios diversos. Sobre todo, de la ingeniosa comedia que ha inventado Paco Vaquerizo, a propósito de cierta leyenda que por allí queda desde hace siglos. Luego diré de qué va ese invento. Ahora recordar, muy brevemente, a Auñón y el Madroñal. Al pueblo lo encontramos como alzado en una cresta que otea vallejos que desde la meseta alcarreña bajan hacia el Tajo. Algo aislado de la nueva carretera hacia Cuenca, por mor de esa desviación que nos lo pone más rápido, pero también más «inhumano», el camino a Sacedón. Siempre que lo veo, en la lontananza, me recuerda un tanto a las «casas colgantes» de Cuenca. Aparte de su caserío típico, de sus calles estrechas y cuestudas, de su gran iglesia parroquial del siglo XVI, dedicada a San Juan Bautista, con su antiguo retablo plateresco, y de la capilla del famoso Obispo de Salona, don Diego de la Calzada, nos queda quizás lo mejor, o lo más querido por todos: el espejo que está puesto en lo alto del monte, y en medio del pinar. La ermita de la patrona, la Virgen del Madroñal. La ermita del Madroñal La ermita del Madroñal asienta en lo alto de unos riscos que dan sobre el curso hondo del Tajo, en un rellano de la abrupta montaña, en la margen derecha del gran río, y entre espesos bosques de pino, roble y encinas, aparece el edificio de la ermita, construido como hemos dicho a principios del siglo XVII, lo mismo que las edificaciones que la rodean, formadas por casa del santero, alberguería, y un patio anterior con fuentes, arboledas, formando un conjunto encantador, de increíble belleza, que inspira una profunda sensación de paz a quien lo contempla. El interior de la ermita, que es de grandiosas proporciones y tiene […]
Vuelve Vaquerizo a donde solía
Acaba de ofrecernos un nuevo libro, de poemas esta vez, antológico y capital, el escritor alcarreño Francisco Vaquerizo Moreno. Aunque no quiere presentaciones ni voces sincopadas, yo no me resisto a decir que ese libro se ha hecho, como expresión honda de un escritor que nunca ceja, y así nos deja ese titular que aparece junto a la imagen de un hombre andando entre hierbas y amapolas: “De mis pasos en la tierra”. Tenía Cervantes dos visiones distintas de la poesía. Como dedicación enervante y enfermiza casi. O como paso seguro a los más altos límites del ser humano. La opinión de Cervantes andaba pues entre lo esperpéntico y lo sublime. Hizo decir a la sobrina de don Quijote que «hacerse poeta era una enfermedad incurable y pegadiza» y en La Gitanilla, sin embargo, proclama que «la poesía es una joya preciosísima … una bellísima doncella, casta, honesta, discreta, aguda, retirada y que se contiene en los límites de la discreción más alta». En esa ambigüedad puede situarse el nuevo libro poético de Francisco Vaquerizo, aunque todo cuanto en él se lee está destinado a subir la apreciación de los lectores por el mundo que les rodea, por el milagro de vivir, por la alegría de descubrir gentes, lugares, sentimientos… Nos llega, por tanto, una nueva entrega, en este caso poética, del acervo literario de un autor provincial que lleva ya contabilizados más de 35 títulos en su haber. Tras varios tomos de relatos, novelas y teatro, ahora nos alcanza con su gran antología, una especie de recuperación de toda su obra poética no publicada todavía, de esa que andaba desperdigada, solamente recitada, guardada en las estanterías –a veces arcanas- del ordenador… y Francisco Vaquerizo se ha arremangado, una vez más, y ha dado de sí cuanto puede, que es mucho, y nos ofrece este grandioso poemario, en el que sin duda vemos cómo da la talla de escritor de primera. El libro, editado sobre papel ahuesado, se distribuye en seis grandes capítulos que ofrecen poemas relacionados entre sí. La primera de las aportaciones son los “Poemas Religiosos” en los que Vaquerizo se muestra devoto absoluto de la Virgen, en las diversas advocaciones provinciales, y de algún que otro Cristo, pasando con su jugoso escribir sobre escenarios sacros y acontecimientos píos. El segundo capítulo lo titula “Versos del Quijote” y son reflexiones sobre personajes, anécdotas y capítulos de la primera novela del mundo. […]
Relatos y Poemas de la tierra viva
El pasado martes 29 de enero se presentó en la Casa de Guadalajara, de Madrid, una nueva obra del escritor alcarreño Francisco Vaquerizo Moreno, uno de los más prolíficos autores entre los actualmente vivos. Rodeado de amigos y admiradores, entre unos y otros fueron desgranando los hallazgos, las sorpresas y los personajes que pueblan esa obra que es ficción y realidad mezcladas: un reflejo de lo que nuestra provincia es y ha sido. Un libro con fuerza En los viajes que uno puede emprender cada día por los caminos de Guadalajara, se va a topar seguro con gentes atípicas, mezcladas con el general de las típicas. Entre los seres que nos cruzamos, todos aparentemente ocupados en sus quehaceres diarios, en sus urgencias muchas veces inventadas y en sus deseos de mejorar, hay historias de largo recorrido, que nadie ha conocido y que solo un escritor es capaz de entrever, de redondear y de construir en su torno una saga ejemplar. Francisco Vaquerizo ha tomado de nuevo la tarea de encontrar las huellas de gentes sencillas a las que cabe administrar su peripecia en un libro de relatos. Este libro que se presentó el otro día en Madrid, en el Salón Cardenal Mendoza que está cuajado de resonancias alcarreñas, aparecieron gentes que como el agua pasada ya no mueven molino, pero sirven de espejo de la realidad. El libro recoge 16 relatos y 10 poemas, todos ellos premiados en certámenes convocados anteriormente. Es un libro antológico, por tanto. En sus 256 páginas, el autor va poniendo uno tras otro sus escritos de grabada elocuencia, de fácil lectura, que arranca asombros y casi siempre una sonrisa franca. El más grande de todos, que aparece cuarto en el rimero de los premios, es el que da título al libro, y obtuvo el accésit al Premio “Ciutat de Benidorm” en 1984. Se titula “El cementerio marino de Nemesio Fernández” y es la historia de una lucha interna, un análisis colorista y vehemente de una peripecia vital, un choque entre la vida sosegada y espiritual de un individuo y el restallante ambiente de una ciudad de vacaciones, llena de luces y sonidos, pero vacía de sentido. En esa obra se contiene, en gran modo, los parámetros literarios y analistas de Vaquerizo como escritor de hondura. El resto de las páginas nos van dados relatos breves, animados y sorprendentes, que tienen a personajes, a gentes de […]